Calma en el alma

Aquellos días que pasaron, que no vuelvan jamás,
aquellas noches de silencios, que queden atrás,
que quede en el misterio la inmensa soledad,
el clamor de un niño, en medio del pantanal.

Como el canto triste del ave arrancado de su nidal,
como el rayo que retumba en el espacio sideral,
suenan aún los recuerdos de un pasado fatal,
que le negaron ser niño como a todos los demás.

No hubo nadie quién contestara por qué de dos salen tres,
Por qué en el mar profundo no se ahoga ningún pez,
Por qué llora el payaso si la risa viene de él,
Por qué la noche es tan larga y el día corta es.
Fue una niñez de tristeza, no era infancia ¿qué fue?

Partieron esos días y no importa donde están,
que descansen eternamente en el cementerio del olvido,
el destino así lo quiso, sin alegría,
no hubo suerte, sólo un destino ladrón...

Mas los vientos huracanados del tiempo, arrasaron el pesar;
Como el ave que ciego, surcó el océano y llegó,
así enfrentó la vida ganando la calma, y hoy en su alma,
el cóndor y la perdiz comen juntos, en el trigal.

Julio Solórzano Murga


Cuando muere un poeta

Cuando muere un poeta,
calla la vida,
se entristece el alma,
el mundo suspira…

Cuando muere un poeta,
se quiebran las voces
del ritmo versado,
del alma herida.

Cuando muere un poeta,
la tinta se esparce
sobre la pálida hoja
buscando la pluma
que débil reposa
junto al tintero,
soñando escribir,
quizás, su última prosa.

Cuando muere un poeta,
hay un silencio profundo,
no hay cruz, ni corona,
ni un llanto, ni un gemido,
sólo queda cual nido
un libro encendido,
con letras ardientes
que graban los versos,
del poeta querido.

Cuando muere un poeta,
hay calma en el cielo,
las huestes celestes
irradian sus luces
al rítmico paso
de un verbo valiente,
que queda en la tierra,
Cual valioso presente.
Cuando muere un poeta,
no hay un adiós
ni un hasta luego,
sólo hay un presente
que queda en la mente,
cual recuerdo urgente
del poema que un día,
escribió para siempre.

Cuando muere un poeta,
hay paz en el alma,
profunda la calma,
divino es el don,
que se esparce cual viento
esperando el momento,
de su encuentro con Dios

Julio Solórzano Murga


Desaparecido

La tarde expira ya
No aparece tu nombre
En la relación que fijaron
En el muro de la vergüenza.

Desapariciones, fosas comunes
Cuerpos calcinados, desmembrados
Convirtieron la palabra en silencio absurdo
Como quien dice, los muertos no hablan.

Madres, Padres, esposas, hijos
Rostros gastados de mirar muertos
Hasta cuando con huesos ajenos
Intentaran armar el tuyo para darte descanso?

De poco vale la ciencia forense
Si el cuerpo es una lista de desaparecidos
Si ante la vergüenza de esqueletos varados
Sella con NN, no reconocidos.

Dicen que fuiste culpable de tu desaparición
¿Dónde está tu cuerpo?
¿Dónde se perdió tu llanto?
¿Dónde tu voz calló para siempre?

Mientras no llore la piedra
Y la memoria del hombre no te traicione
Se escuchara tu voz emergente
Y en tu voz, el clamor de los inocentes.

Los ojos de los asesinos
Los verán claramente
Como fantasmas que vienen del olvido
Clamando justicia, justicia.
Cada vez que se escuche

La maldita palabra ¡GENOCIDIO!

Julio Solórzano Murga







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