Canción

Hay en tu boca
la luz de un hálito
que resplandece

Desde tus ojos
más cercano es
el horizonte

Un canto alegre
mi sueño canta
para tu boca

Renace el mundo
vivos mis ojos
en tu mirada

Julio César Aguilar


De claridad y esperanza

A mi voz susurró el tiempo
su historia de claridad
y esperanza,
y
por mi lengua de barro
yo supe
que también a la muerte se canta.

Vine a este cielo -sólo vine-
para alumbrar con la flor
de mi verso
la tristeza,
pero he de saber
que en la tierra
la alegría-alegría
igualmente
es flor luminosa.

En mi boca
florecen los himnos
que son del mundo canción
y el mundo, río en mi sangre,
es ríomundo, pero siempre sangre.

Julio César Aguilar



El corazón

Amanece
tras un instante
y otro
ritmando sueños,
silbándole al sol
la memoria
de una leyenda.

Alza
su propio eco
hacia el más alto pino
de la noche lenta.

Bajo
el aliento palpitante
de la muerte
renace siempre
amaneciendo.

Julio César Aguilar


El desierto del mundo

A través de la ventana (que son mis ojos)
veo el desierto del mundo
y miro lo que puedo, lo que sé mirar:
¿qué fuera yo si no fuera lo que soy?,
¿qué soy en este desierto
sino un cactus, un animal salvaje,
un insecto más?
¿Sería acaso el sol enfermizo,
el veneno de los alacranes
o el silencio devastador?

Descendiendo las escaleras del tiempo
no arribo a ninguna parte,
por eso me callo, por eso me voy...

Cierro la ventana
y me encierro en la oscuridad
de mi espíritu.

Julio César Aguilar


Impiedad sin nombre

III

Como oscuridad que no se doblega
fantasma o niebla
y pesadilla
al filo de una lentanoche
apenas caduca sombra
vestigio de qué reinos
asidero del polvo
que oxida y roe
un lamento sí, algo
atroz surgiendo
huérfana desdicha, infierno, vasta
locura ¡baste ya!, Impiedad
Sin Nombre.

VIII

Enmudecido para no decir tu nombre
qué es lo que se dice
sin ser dicho:
piedrecilla, roca
o nubarrón al borde
del desfiladero, carnaval
de huesos, osamenta
pura
diluvio de infortunio
o alegría siniestra.

¿Qué es lo dicho
sin querer decirse?

¿Qué es esto o aquello
lo que sin querer
decirse
ya se ha dicho?

Julio César Aguilar



La hora

Vuelve la luz a hacerse luz, plácida claridad
en el vaivén de sombras,
y la calma otra vez, el remanso
donde reposa –como en el sueño el insomne–
su paso frenético el corazón.
El aire que se respira
se hace respirable,
y el paisaje a cada mirada
recobra el color y la forma.
Surge a la vida
el que vive en la muerte y muere de nada.
Esta es la hora de la resurrección.

Julio César Aguilar


La vida otra

Algún día seré pastura para la muerte,
no más que polvo triste en el desierto del mundo.
Mi sangre cesará su danza y en ese instante
todo se habrá consumado.
Mudos brillarán mis ojos en su larga noche
y en la profundidad enorme del silencio escucharé
los ecos de mi canto.
Muerto, tendré
otra vida.

¡Qué delirio,
qué deseo impetuoso de ser eterno!

Julio César Aguilar


Nada, sino tu sombra...

Nada, sino tu sombra
galopando.
Va y viene a través de las cortinas
translúcidas del pensamiento.
Y la atrapo.
Y consagro
las palabras
al silencio de tus manos.

Ah, la fatiga.
Cavé una fosa, en vano,
para tu luz distante, imperecedera.
Mas nada. Nomás la sombra
de un fantasma.

Julio César Aguilar










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