Convicción

Ya que nos separamos, hablemos un momento
Quiero decirte algo que es preciso decir
No quiero que el rencor te amargue mi recuerdo
Ni que por amargura me quieras maldecir

Oye… ¿Cómo vives ahora sin el tormento mío?
¿Estás mejor.. ¿Verdad?
Ya nos sufres las horas de penas  y de hastío;
Arrojaste la carga de mi amor al vacío
Por tu tranquilidad… Estás mejor ¿Verdad?

Ya no enturbia el insomnio tu pupila con llanto
La inquietud de la espera no refleja tu faz
Estás arrepentida de haber querido tanto
Y tienes el propósito de ya no querer más.

No volverás .. lo sé Los tientes del pasado
Desdibujan el cuadro de mi lejano amor
Todo tiene en tu alcoba perfume renovado
del renuevo que surge de tu huerto interior

Ahora... ¡Qué bien estas! ¡Que tranquila!
¡que en calma!
Ya te adormeces blanda, como se duerme un niño
Sin que las inquietudes te hagan velar el alma
Entre la tolvanera de mi absurdo cariño

Pues la primavera de aquel amor florido
La canción del olvido la entonamos los dos
Entre las madreselvas quedó el turpial dormido
Y resignadamente nos dijimos… Adiós.

Héctor J. Díaz


Hace daño querer

Hace daño querer como te quiero
porque hasta el alma se me torna esquiva.
Vivo entre celos y entre celos muero
sin que la paz del corazón reviva.
En cada pensamiento que me asalta,
pone la duda su veneno amargo,
y por oda la angustia que me asalta
vienen las noches y el insomnio es largo.
No sé hasta cuándo seguiré pensando,
ni con qué fin te seguiré queriendo,
si vive el corazón desesperando
y el alma de celar languideciendo.
¡Qué droga me infiltró tu primer beso!
¡Qué nudo fue el que hiciste con tu abrazo,
que desde entonces me mantengo preso
sin que se pueda desunir el lazo!
Te he querido olvidar y no he podido,
ni nada puede mi valor de hombre,
porque hasta en el más mínimo latido
siempre pronuncia el corazón tu nombre.

Héctor J. Díaz



Lo que quiero

Que nadie me conozca y que nadie me quiera.
Que nadie se preocupe de mi triste destino. 
Quiero ser incansable y eterno peregrino 
que camina sin rumbo porque nadie lo espera.

Caminar rumbo adentro, solo con mis dolores,
nómada, sin amigos, sin hogar, sin anhelos.
Que mi hogar sea el camino y mi techo sea el cielo,
y mi lecho las hojas de algún árbol sin flores.

Que no sepan mi vida, ni yo sepa la ajena.
Que ignore todo el mundo si soy triste o dichoso.
Quiero ser una gota en un mar tempestuoso
o en inmenso desierto un granito de arena.

Cuando ya tenga polvo de todos los caminos,
cuando ya esté cansado de luchar con mi suerte,
me lanzaré en la noche sin luna de la muerte, 
de donde no regresan jamás los peregrinos.

Héctor J. Díaz


Remordimiento

Era muy dulce, angelical y breve,
era como un botón de amanecer,
sutil y casta, diminuta y leve,
pero yo… no la supe comprender.
Era un lirio prendido en la reseda,
una canción de amor hecha mujer.
Rasgué su carne de alabastro y nieve
pero yo… no la supe comprender.
Me dio el nirvana de su seno amante,
el éter blando de su adormecer,
elleitmotivpara que vibre y cante
pero yo… no la supe comprender.
Y ahora, dos paralelos nuestras vidas,
siempre hasta el infinito desunidas
y siempre indiferentes se han de ver.
Mientras en lo hondo de mi pensamiento
muerde el fantasma del remordimiento
porque yo… no la supe comprender.

Héctor J. Díaz

Semestre

Tal vez tuvo la culpa la noche en plenilunio ...
quizá fue el perfume del alhelí ...
era una tibia y clara noche del mes de junio,
tú me dijiste: "quiéreme" y yo te obedecí.

fui obediente ... Verdad? ... Te amé como quisiste.
Te di besos que nadie como yo te dará.
Recuerdo que tú misma, ruborosa, dijiste:
"Mientras viva, te juro que nadie me tendrá".

Pero así como todo se pasa en esta vida,
se pasó el mes de junio y se fue tu querer,
según dijiste "quiéreme" así dijiste "olvida".
Y así fue que en diciembre yo volví a obedecer.

Héctor J. Díaz



Siempre

Cuando la vida se te vuelva amarga,
cuando la angustia te comprima el pecho,
cuando no puedas soportar la carga
del dolor y el despecho.
Cuando cansada, triste y abatida,
todo hálito de amor te sea negado,
cuando el dolor te torne arrepentida
por lo que hayas llorado.
Entonces…
Te daré luz para tu noche triste,
me haré muy dulce con tus amarguras
y en cambio de las penas que me diste
yo te daré ternuras.
Con la caricia de mi pensamiento
vivirán tus jardines interiores,
y si te asalta algún remordimiento,
te daré besos, para que no llores.
Así te probaré que te he querido,
que ni el rencor siquiera me hace odiarte,
que todos los agravios los olvido,
y el mismo amor me obliga a perdonarte.

Héctor J. Díaz




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