A media noche escucho adentro
de mi latir, vibrar, sonar
el tambor que tocaron mis abuelos.

Sus negras manos
golpean sobre el pecho,
por el camino cierto
del corazón.

Sus negros dedos
posados en mis sienes,
transitan el sendero de los sueños.
Entre las pausas
del ancestral concierto
oigo romper cadenas
en la esclavitud del silencio.

A media noche.
Solo. Soñando.

Despierto.



Helcías Martán Góngora



Cuando arribaste a mi comarca sola
hablaste en el lenguaje de la ola
que ciñe un litoral desconocido.

Y el día tuyo se fundió en secreta
Claridad de amatista y de violeta
En la última orilla del olvido.

Helcías Martán Góngora


Declaración de amor

Las algas marineras y los peces,
testigos son de que escribí en la arena
tu bienamado nombre muchas veces.

Testigos, las palmeras litorales,
porque en sus verdes troncos melodiosos
grabó mi amor tus claras iniciales.

Testigos son la luna y los luceros
que me enseñaron a esculpir tu nombre
sobre la proa azul de los veleros.

Sabe mi amor la página de altura
de la gaviota en cuyas grises alas
definí con suspiros tu hermosura.

Y los cielos del sur que fueron míos.
Y las islas del sur donde a buscarte
arribaba mi voz en los navíos.

Y la diestra fatal del vendaval.
Y todas las criaturas del Océano.
Y el paisaje total del litoral.

Tú sola entre la mar, niña a quien llamo:
ola para el naufragio de mis besos,
puerto de amor, no sabes que te amo.

¡Para que tú lo sepas, yo lo digo
y pongo al mar inmenso por testigo!

Helcías Martán Góngora




Las algas marinas y los peces
testigos son de que escribí en la arena
tu bien amado nombre varias veces.

Testigos, las palmeras litorales,
porque en sus verdes troncos melodiosos
grabó mi amor tus claras iniciales.
Testigos son la luna y los luceros
que me enseñaron a escribir tu nombre
sobre la proa azul de los veleros.

Sabe mi amor la página de altura
de la gaviota en cuyas grises alas
definí con suspiros tu hermosura.

Y los cielos del sur que fueron míos
y las islas del sur en donde a buscarte
arribaba mi voz en los navíos.

Y la diestra fatal del vendaval
y todas las criaturas del océano
y el paisaje total del litoral.

Tú, sola entre la mar, niña a quien llamo:
Ola para el naufragio de mis besos,
puerto de amor, no sabes que te amo.

Para que tú lo sepas yo lo digo
¡y pongo al mar inmenso por testigo!

Helcías Martán Góngora



Mujer negra

El agua te hizo a imagen y semejanza suya.
Puso en tu acento ríos y en tu silencio estrellas.
Te dio ese andar de nubes descalza por los cielos
y ese cuerpo que nombra, sin voz, a las palmeras.

Eres el paraíso que comienza en la fruta.
Paisaje con tus ojos que hacen el mediodía.
La música navega por todas tus arterias
y hasta cuando te callas el sueño es melodía.

Eres la primavera que se muere de aromas.
Constelación de luto, mariposa de llamas.
La rosa del poema sostiene tu hermosura
porque en tu vientre azul comienzan las crisálidas.

Yo escribiré, en la página de tu piel de obsidiana,
baladas con el pulso de luz de las fogatas,
canciones de la sangre. Mi ser, como una tea,
señalará encendiendo los límites del alba.

Mujer, mayor que todas las islas: ¡Continente!
El mar y los deseos te circundan callados.
Con mi voz te descubro. Sobre esta tierra virgen
amor, ¡tú sembrarías caricias como árboles!

Helcías Martán Góngora


Portia White

Portia White, aquí estás.
En Colombia que tiene mil selvas:
Putumayo, Vaupés, Caquetá.
En Colombia que es selva y ciudad.
Medellín, Bogotá...
Portia White.

¿No has oído el clamor?
de un tambor
prisionero del viento
y el nocturno rumor
de un lamento
navegando en el aire del mar?
Portia White.

Tú que llegas del norte invernal
-factorías, inglés, rascacielos-
ve a buscar a los negros abuelos
a la selva total del Chocó
y alrededor de la hoguera del sol
rememora la danza ritual.
Portia White.

Helcías Martán Góngora










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