Del jardín de las leyendas

Fue un despoblado trágico en olvido,
donde el tropel sangriento de la raza
se engrandeció con la última amenaza
como el postrer arranque del vencido...

Allí la Alianza23 en su execrable caza
lanzaba su epiléptico alarido
y la ciclópea estirpe con su maza
quería llenar el bosque de sonido.

Luego escuchose un debatir violento
cual lo supremo de una lucha heroica
cuando fugaz se esquiva la victoria.

Y fue en un grito de dolor al viento
todo el sollozo de la raza estoica
en los vastos silencios de la Historia...

Guillermo Molinas Rolón


En la fiesta de la raza

(Mensaje a la "Unión Ibero Americana")

A vosotros, poetas, los de augustas cimeras,
hortelanos eximios de encantadas quimeras,
hijos de las Españas, hijos de las Américas
que vivís las hidalgas soñaciones ibéricas,
que por sobre los pueblos la visión no os extraña
porque palpáis, profundo, lo que América entraña:
las mil idealidades de promesas románticas
que sentimos en besos de las olas atlánticas;
y auscultasteis la muda pasión de sus latidos
en todos los instantes de la Historia, dormidos,
y auguráis con la fiebre que la frente os abrasa
la sublime y profética comunión de la raza...
¡A vosotros confío mi mensaje: es el alma
de mi estirpe hecha encajes, el rumor de su palma,
ñandutí de sus sedas temblorosas y esquivas,
todo el magno perfume de sus selvas nativas.

¡Sabéis? Cuando el prolífico Tûpá-Sol en sus tábulas
ordenó con sus leyes que fecundan las fábulas,
las fraternizaciones de ancestrales atlantes
-de viejas sociedades los nóurnenos errantes-,
cuya urdimbre nublosa de remotos enigmas
apenumbra el pasado de tenaces estigmas,
las fecundas cohesiones ejercieron su imperio
que unifica a las almas bajo un mismo misterio...
Allá fueron los mayas que labraban granitos
para poblar sus templos de sabios monolitos;
los fastuosos aztecas en las amplias mesetas;
los chibchas en la entraña de sus frondas secretas
soñaban los emblemas de deidades informes
en las blancas aristas y las piedras enormes;
acullá de los incas musculosas montañas
sostienen las ciclópeas fortalezas extrañas,
así como en los valles y en las hirsutas sierras
la invencible Araucania meditaba en sus guerras.

Y fue también Guarania, la región prometida
como tierra de ensueño, de ilusión y de vida,
tierra donde crecieron las flores santuarias
de robustas pasiones y gestas fabularias...
Aun hoy mismo se escuchan, de su raza indomable,
en cálidos relatos de una conseja afable
ondular las hazañas de un pasado disperso,
y aun hoy mismo conservan los encantos de un verso...
Sobre el lago mugiente de naufragio y leyenda
aun hoy mismo se siente la palabra estupenda
del gran Tamandaré, trágico y sibilino,
viejo y torvo vidente que auguró su destino...

En las noches hurañas, por sus bosques antiguos,
llenos de ondas hostiles y fantasmas ambiguos,
veréis el muá que traza su espiral luminosa
-cocuyo romancesco, linterna misteriosa-,
que se escapa en las sombras de la selva sagrada
como algún pensamiento que se pierde en la nada
Si en sus tortuosas vías -en las largas picadas-,
oís a alguien que os llama, si sentís sus pisadas,
no volváis la cabeza, porque es mago Pombero,
alma errante del indio fraternal y chistero;
pasadle la colilla, que su pipa de barro
sólo pide la humilde caridad de un cigarro.

Si en la muerta fogata, tras de los matorrales,
que quedó abandonada en espesos yerbales,
halláis huella inocente de los pies de algún niño
que en el polvo conserva la ceniza de armiño,
es del niño magnífico, genio de los idilios,
del grato Curupí, genio de los auxilios,
aquella alma galante y ardorosa e inextinta
que protege a las novias y a las damas encinta,
el Eres legendario, veloz, ágil y alado,
el que abulta los gérmenes en las mieses del prado
y los senos turgentes de las tigres en celos,
y cuanto Yasy crea bajo el tul de los cielos.

A vosotros, poetas, los de augustas cimeras,
hortelanos insignes de aureoladas quimeras,
que augurasteis, en fiebre que la frente os abrasa,
la sagrada y profética comunión de la raza,
lleva el verso un mensaje: que es la historia y el alma
de mi estirpe hecha encajes, el rumor de su palma,
ñandutí de sus sedas temblorosas y esquivas,
¡todo el ático aroma de sus selvas nativas!

Guillermo Molinas Rolón


Mi lira

En una confidencia de una tarde remota
que hoy evoco en la mente como un vago espejismo,
mis abuelos me dieron una lira ya rota,
vieja lira que sabe de dolor y heroísmo...

El polvo del crepúsculo matizaba las cosas.
Lento el Sol expiraba de un inmenso letargo.
Se melancolizaban de quietudes cansosas
las dos pautas bermejas de un camino muy largo.

Al tomarle, dos besos en sus cuerdas dejaron
con todas las pasiones de los besos de un joven;
temblorosas, en ellas mil notas ondularon,
con la eximia cadencia del dolor de Beethoven.

Sus aspas cinceladas de un espino salvaje
que creció entre las peñas y las furias del viento,
conservan todavía su orgulloso linaje
en una contextura como un mármol sangriento.

Fuertes aspas que fueron en puños de Tirteo
clava hercúlea en la guerra que asordaba su suelo,
y hoy las miro y parecen ¡brazos de Prometeo
con sus dedos crispados, que amenazan al cielo!

Una mano ebanista providente y creadora
de la estirpe doliente, con indias fantasías,
grabó con Van Huysium en su caja sonora
mil glorias atrevidas de las orfebrerías.

Y por símbolo insigne del duelo que la inspira,
puso en medio al encaje de sutiles delirios
una boca virgínea de relieve en la lira,
con los labios en rictus de supremos martirios.

Por ella ha modulado con tropel, rumorosos,
los dísticos triunfales en la roja epopeya;
pero aquel gran derrumbe, que de heroico es glorioso,
le ha sellado en los labios el dolor de Mireya ...

Si escucháis en su caja, oiréis una tormenta
muy profunda y lejana, que en ella se endemonia;
con esas turbulencias de los mares, sustenta
en su cuerpo un multífono caracol de la Jonia.

Gotearon en ella los anhelos vencidos,
del amor y los odios las álgidas angustias,
y hoy se escapan del fondo como antiguos gemidos,
un aroma muriente de campánulas mustias ...

Para muchos idilios tuvo arpegios divinos,
para muchas tristezas tuvo magnos consuelos,
y las hondas plegarias del sauce sibilino
se tornaron en ellas tan dulces ritornelos ...

¡Son sus trémulas cuerdas las glisadas guedejas
de una virgen heroica que en las lides postreras
insultó a los verdugos de su raza, y sin quejas,
con fusil en las manos, expiró en las trincheras!

Los amores, los odios, el dolor, la alegría,
ya otoñaron sus gamas en las crespas contiendas,
y hoy musican sus notas con dolor de elegía
mil sublimes milagros de azuladas leyendas ...

Fue en esa confidencia de una tarde distante
que comulgué las hostias de mi melancolía,
y evoqué con las cuerdas de mi lira tonante
las reivindicaciones de la inútil porfía.

Y por eso, en la aurora de mi ideal sublimado
crepusculan las vestes de quiméricas hadas,
y a la par en mis versos trema un odio olvidado
como una flor perversa de mis iras sagradas…

Guillermo Molinas Rolón


Quiero

Quiero une eterna y tropical belleza,
un vigoroso rebosar de vida
¡y no ese páramo espectral que empieza
a combatir la evolución fornida!

¡Odio al desierto, donde el alma ingente
ya no visita! ¡Soledad que absorbe!
Me espanta el fin que Flammarión presiente
como postrera vibración del orbe...

¡Quiero una selva cuyos sones basen
su orquestación en un ciclón sonoro,
entre la cual los pensamientos pasen
cual luminosos proyectiles de oro!

En la batalla de abismal sonido,
la que a la Tierra, la indolente, azota,
¡yo, de los vicios, con potente ruido,
quiero cantar la colosal derrota!

Porque la fuerza que al espacio alienta
forjóme el alma de divinas yemas
y su centella que la luz ostenta
en mi cerebro colocó sus gemas...

¡Es porque el alma del pasado, enormes,
tiene guardadas en mi ser sus notas,
templóse mi alma en el Dolor e informes
y quebrantadas tradiciones rotas!

Por eso niego la mentida forma
de proclamar que la materia ordena
lo que palpita y sin cesar transforma
la misteriosa animación terrena...

Y mi neurosis de Titán retemplo
con un delirio de romper cadenas:
¡yo humillaré, como Sansón al templo,
a las infamias a la luz ajenas...!

Guardo una oculta vibración creadora
que dióme el cosmos con la luz del Iris;
que contra el Mal batallará, sonora,
cual fuera el Numen del divino Osiris...

Si la vileza de calumnia infanda
con su proterva inundación que escombra
cubrirme quiere con su obscura banda,
¡seré yo luz que esfumará la sombra... ¡

Si la legión de las pasiones forma
contra mis sueños, su falacia hirsuta,
¡no me echará de mi grandiosa Norma!,
¡No torcerá mi formidable Ruta!

Y... si los montes quieren ser más altos...,
y... ya no intenta» cultivar ni yedras,
¡como un titán quebrantaré basaltos!
¡Y haré fecundas sus groseras piedras!

Guillermo Molinas Rolón













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