Desolación

¡Y fue mi anochecer en pleno día,
y el dolor, con su mano despiadada,
partió mi corazón como una espada
ahogando la ilusión en la sangría...! 

¡Y perdí la noción de la armonía,
y hasta mi firme anhelo de belleza
cayó desorientado en la tristeza
de la noche sin luz de mi agonía....!

Al resto de mi fe pedí su egina,
y a la voz suplicante de la vida
permaneció la fe impasible y muda;

y de la fe impasible al torpe agravio,
derramó su veneno sobre el labio
la copa aterradora de la duda...!

Federico Bermúdez y Ortega



Letanías de noviembre

I

¡Están tocando a muerto las campanas lejanas...!
Hablan los viejos bronces de quietud y partida
con esa lengua lúgubre que tienen las campanas
cuando cantan el canto de cisne de la vida...

¡Están tocando a muerto las lejanas campanas...
y a los vagos confines van en alas del viento
las esquelas mortuorias, como el hondo lamento
de dolores ignotos y quimeras lejanas...

En la antigua Necrópolis, de cipreses y cruces
cuelga el vésper el velo de sus pálidas luces
y la humana dolencia sus adelfas y lirios;

mientras dicen los labios las palabras piadosas
que vuelan como vagas dolientes mariposas
al redor de la flama de los místicos cirios...

II

En la calma uncitiva de la tarde que muere
como el alma impalpable de una casta blancura,
con dejo melancólico de triste miserere
vuela el vago responso de los labios del cura...

Todo calla y se inclina, y el espíritu inquiere
y dialoga en silencio con la Pálida oscura,
y en la calma uncitiva de la tarde que muere
me arrodillo, a los ruegos del responso del cura...

¡Madre mía! (yo rezo) que tu amparo me diste,
rasga el manto de sombras de mi espíritu triste...
¡por qué tocan tan tristes las campanas lejanas...!

Madre mía, ángel casto de virtud y de amores,
¿si a tu vuelo dejaste tus amargos dolores,
por qué tocan tan tristes las lejanas campanas...?

Federico Bermúdez y Ortega


Leve y breve

El mar en calma; la brisa leda
riza apacible la blanca espuma
y sobre el agua tiembla la bruma
como un inmenso jirón de seda.

Por sobre el manto de la neblina
flota el celaje de una luz blonda
y acariciando de luz la onda,
surge la luna, plácida y fina....

Surge 1a luna plácida y riela
sobre la magia de la onda bruna,
y a ras del agua, bajo la luna,
lánguida y sola cruza una vela....

Federico Bermúdez y Ortega


¡Oh, Tardes Adorables!

¡Oh, tardes adorables de aquel lejano estío!
¡Oh, siesta de mis sueños sobre su pecho en flor!
Venid rasgando brumas y sombras de mi olvido
a orar cabe el sepulcro de aquel perdido amor...

Orad en el divino lenguaje del silencio
por todos los ensueños de aquella casta edad,
doliente margarita que aquellos blancos dedos
acaso no recuerdan que deshojaron, ya...

¡Oh, tardes adorables de aquel lejano estío!
Volar de blancos besos en alas del idilio,
arrullos de las almas bajo el sereno azul...

Quiméricas visiones de mi universo efímero,
¡traed a los oscuros rincones de mi olvido
blancas reminiscencias de aromas y de luz!

Federico Bermúdez y Ortega


Pincelada

El Sol, ya a fin de la jornada,
desde occidente vigila
como una enorme pupila
de roja sangre inyectada.

Amplia mar, ensangrentada,
grave, imponente y tranquila,
finge la luz que vacua
en la celeste morada.

Con dulce melancolía,
la tarde doliente y fría,
va cerrando el áureo broche.

Mientras grave y lentamente
va conduciendo a Occidente
su catafalco la noche.

Federico Bermúdez y Ortega


Romántica

Y trémulo de amor, convulso y ciego,
caí por fin ante sus pies de hinojos
enloquecido de pasión y luego;
sin que del labio se escapara el ruego
le hablé con la elocuencia de los ojos.

Le hablé con la elocuencia delirante,
del lenguaje del alma que está ansiosa,
y en ese vago y misterioso instante,
la nieve de su pálido semblante
se tornó sonrosada y luminosa....

El alma al labio se asomó,
lo mismo que un reclamo de amor,
y en el mutismo de aquel instante vago
de embeleso en que a su alma reclamó la mía:
apuré de su boca la ambrosía,
disuelta en el temblor de un casto beso....

Federico Bermúdez y Ortega


Se murió el avaro

Se murió el avaro, y en la estancia oscura
donde yace el cuerpo sobre el tosco alambre
de una cama pobre, alguien asegura
que el avaro triste ¡se murió de hambre...!

Una pobre vieja misericordiosa,
presa de congojas y crueles martirios,
a todos advierte, triste y pesarosa,
que hace falta incienso y hacen falta cirios.

Todos los curiosos se van alejando
de la pobre vieja, mientras va quedando
el avaro a oscuras y sin oración.

Cuando al otro día fueron a enterrarlo
cuatro pordioseros, todos al mirarlo
pasar, ¡sonreían de satisfacción...! 

Federico Bermúdez y Ortega


Símbolo

¡Aquel viejo enigmático y sereno,
de tristes palideces marfilinas
y miradas de dulce Nazareno,
échase a descansar bajo las ruinas...!

¡Y en el vasto silencio vespertino,
tras un largo suspiro y un bostezo,
cerráronse del sueño al hondo beso
sus ojos de cansado peregrino...!

Cuando la tarde huyó triste y doliente,
con la noche se entró por el oriente
la luna, y al verter sus argentadas

claridades silentes en las ruinas,
bañó con sus miradas argentinas,
¡dos míseras grandezas olvidadas!

Federico Bermúdez y Ortega









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