"(El dadaísmo fue) un movimiento que destruyó el mundo poético antiguo para luego crear algo nuevo."

Miguel Augusto Egas Miranda​ conocido artísticamente como Hugo Mayo



Homenaje a Manta

“Manta, mi ciudad y mi cuna
¡Te saludo de pie, enardecido,
buscándote en la noche de tu origen!
Aquí tu hijo que un día se alejó,
igual a muchos, sin decirte palabra,
trayendo el corazón para estrellarlo,
y poniendo un beso de amor sobre tu suelo
¡Suelo en el que hice bailar cuando era niño,
un muñeco de felpa y un trompo de hojalata!.
“Manta, mi ciudad y mi cuna
El mágico ancladero. El puerto que embelesa.
¡Un poema engastado en el Pacífico!
Me acoge tu inmenso mar con su oleajes,
Y está golpeando duro.
Los vientos, desatados, me saludan,
grabando sinfonías en las jarcias
De tus mujeres, un dormido verdor
sobre los ojos, alegra mi llegada
La casa donde nací, la vieja casa,
me ha esperado impaciente años muchos.
Quiso el tiempo guardarla cual reliquia,
capricho que he cercado con mis lágrimas.
De mi pasado ya casi nada
A veces un recuerdo redivivo.
Mi silabario donde aprendí está enterrado
No hay cruz que lo señale
Sólo queda mi amor que es infinito, amor sin riendas,
Mayor que en su pasado.

Pero hay algo que me turba,
Que va arraigándose en mi estada
El anchuroso abrazo que viene de mis padres,
Transidos en su tumba.

Manta, mi ciudad y mi cuna
Te saludo de pie, enardecido,
Izando banderolas de alegría.
Toda mi sangre ardiente en homenaje
¡Mi explosión es un júbilo!
Si pudiera robarte,
En holocausto daría mi propia vida
Sin embargo, ¡cómo te roban mis retinas,
cuando mi inspira una puesta de sol
sobre tu océano!

Hugo Mayo


La dentadura y e almor

Las cosas son así, hay que aceptarlas
aunque pesquemos sin quererlo
un pequeño resfriado
Que un diálogo de besos

podría cambiar la dentadura
frente al amor que arde
Sanseacabó es cierto
si alguien presta pronto la suya
Los odontólogos van a cerrar
sus clínicas ante este anuncio
"Se alquilan dentaduras de asnos"

Hugo Mayo


La vida es un traspié

Si digo "treinta y tres" -orden del médico-
me golpea mi propio yo adentro
Y hasta me voy hundiendo
y el tapeteado corazón se bate a solas
No sé si pido lo imposible
Que aunque me resulta un quitasueño
la vida es un traspié buscado
Y a mi manera cruzar la mar intento
Pero hay agua maligna en sus mareas
Y a qué esa señal que no descifro
si en la espelunca donde me encierro
escribo mi vida en un poema.

Hugo Mayo


Me identifico

Soy Hugo Mayo, un poeta distinto
Soy a mi manera
–Como temo intoxicaros, olvidad que soy poeta
Les permito llamarme como quieran–
Al mundo llegué, según mis padres, el día domingo,
Cuando apenas el alba se pintaba
Noviembre 24 señalaba el calendario
Mi cuna: un fondeadero; Manta
Manta entonces era pequeña y paupérrima
Hoy, puerto con rompeolas, ciudad que maravilla,
Aunque le pese a cualquier otro puerto
Mi rebeldía, como mi mar, la doy en tumbos
Poseo la reciedumbre del algarrobero
Mis primigenios: un bosque y un océano
Así, la engendración de savias y aguasal,
a no dudarlo, he sido, soy y sigo siendo

Un día, resuelto, «le torcí el cuello
al cisne de engañoso plumaje» que cantaba
Los patocuervos no me perdonaron
Buscaron en bandada atacarme en mi reducto,
pero los desplumé; y, apenas si pudieron
No contentos me llamaron el verdugo del verso
Sin embargo, sigo siendo Hugo Mayo,
un poeta distinto. Soy a mi manera
«El primer hombre de nuestra más alta poesía»,
dictamen de un Aedo
Aún más, vadeando lo imposible, publiqué
«Motocicleta», revista que proclamó la revuelta
Si miento, acaso, en varias Antologías
Estoy de cuerpo entero

Hugo Mayo



Sepelio del Papagayo K

A José María Eguren

En la loma de los limoneros
ochenta y siete papagayos lo enterraron.
Yo también.

Por caminos torcidos de maizales secos,
con inquietadores asobios lejanos.
Yo también.

Con la preñez clandestina de cabras morenas,
y el parpar de unos patos montunos.
Yo también.

En la loma de los limoneros
ochenta y siete papagayos lo lloraron.
Yo también.

Bajo una llovizna mojando, angustiada.
Oyendo chirridos de grillos salvajes.
Yo también.

Mientras dos caloyos huían, atontados;
y un rano, reviejo, miraba tristón.
Yo también.

Entre los humazos de unos pajonales
y el mugido fúnebre de un buey.
Yo también.

Desde la loma de los limoneros
ochenta y siete papagayos regresaron.
Yo también.

Con el vientecillo que esconde la siembra.
Por entre senderos que abrió el leñador.
Yo también.

Trayendo el silencio del asno paciente.
Brindando hospedaje a un hondo pesar.
Yo también.

Con espinaduras de los cardoncillos.
Un guabo tendido en la sombra negra.
Yo también.

A la loma de los limoneros
ochenta y siete papagayos van los martes.
Yo también.

Hugo Mayo


Todo lo que soy

Soy delfín en los mares de la espera
Mi obscena careta que agoniza
tiene la piel madura
Si la ato a las dos sílabas del miedo
la oración es un silencio
Veo pedazos de tiempos insepultos
en las horas que vienen madrugadas
Y sé que no pude robar una sonrisa
Que llevo en mis bolsillos
monedas de inquietudes
Que mis pies vestidos de sandalias
pisaron la esperanza
Y regañé muchas veces al destino
Y oculté en la tiniebla desolada
mis propias iniciales
El agua que me baña me lastima
–el agua es el refugio de mi huida–
Y aunque me niego en pleno día
un absurdo recado me limita
Habito en la caída del relámpago
y almaceno la lluvia

Hugo Mayo











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