El mar,
cambiante y eterno
SIEMPRE,
He mirado el mar, con amor y con miedo,
entre la fiebre y el éxtasis,
entre la sombra y el misterio.
Ciego ante su horizonte sin límites.
Atento a su silencio evocador y sugerente.
El mar melancólico de las bahías
en el otoño, el mar festivo con gritos
y canciones de ebrios,
el mar caricioso
cuando lame la playa y la piel
de las nadadoras,
el mar rutilante en el alba del mundo,
el mar solitario bajo la estrella de la Tarde.
Siempre he mirado el mar
como si entre sus ondas
estuviera el final de mi destino,
de todos mis destinos.
El mar,
-¡este mar de todos, de nadie¡-
Siempre cambiante y siempre eterno
como el cuerpo de una mujer,
como mi corazón.

Guillermo Payan Archer



El tiempo, el enemigo

Sólo hasta ayer supimos que el tiempo era el testigo
de nuestro gran amor y que, frío y lejano,
sin saberlo, nos iba llevando de su mano.
Pero nunca supimos que era nuestro enemigo.

Desde la eternidad, medía una por una
nuestras ensoñaciones y atisbaba la hora
de nuestras esperanzas, marcándonos la aurora
de cada despertar y el fin de cada luna.

Nuestro sino era andar, amar, arder, vivir,
sin sospechar que un día íbamos a morir.
Y fieles al designio de la carne y el gozo

de la vida, olvidamos las canas y el osario
y la arruga en el rostro y el tedio y el reposo...
¡Tú y yo y el tiempo siempre un reloj sin horario!

Guillermo Payan Archer




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