El presidente verdadero

El gobernante que buscamos
no quiere que la historia lo absuelva
o lo condene,
no se fatiga por dejar un recuerdo imborrable en ella:
hendidura de su huella
o discurso amenazante,
el continuum del dolor y de la muerte
como si fuera una filosofía sanadora para el pueblo.

Tampoco emprende actividades
que nos agobian en el tiempo
bajo la égida de obtener libertad, justicia, prosperidad.
Y no se le reconoce
porque no anda con ningún emblema
del oro, del poder, de la fama
ni destaca con gloria principesca
confundido con las gentes,
fluyendo en las actividades normales
sin colisionar con nadie su deseo.

El presidente ideal es bueno
y nadie se lo puede decir porque no lo hallan,
de tan standard, en el común habitual de la bondad,
y ama a las personas tan naturalmente
que nadie puede distinguirlo amando
a alguien entre el pueblo
como el que ama sólo a su correligionario
o a su camarada de partido político
o a su camarilla de halagar demagógicamente.
Él no se ve
como un amador non plus ultra, siéndolo.

El gobernante, que calza perfectamente
con lo que es gobernar
es como un rey, que desciende de su palacio
a la calle.
Sin carroza ni cortejo. Anónimo.
Saca de su cabeza la corona.
Saca lo que piensa que es su sabiduría.
Se queda sin nada.
Saca la arrogancia,
el deseo de afirmarse frente a todos.
Como un hueco,
como una ausencia,
como si no gobernara,
deja que la fuerza de la vida encuentre su sentido,
no interfiere contra ella
y estando con ella
la sigue unido con todos los hombres
y el mundo entero.

Fanor Tellez


El pueblo en reposo nunca se rinde

Mientras el déspota, oscurecido
por la turbulencia de su deseo
mantiene el statu quo a bala limpia
y jauría, reja y palo,
yendo contra la naturaleza de las cosas,
que florecen
y desaparecen luego de esplender,
el pueblo, en su clarividencia,
frente a esta anormalidad
como el puma que tensa su salto
y lo suaviza con la gracia de la quietud
en el extremo vacío de no tener
sino la nada, allí
asoma lo que el autócrata no ve:
su identidad con el camino
de modificación continua,
viniendo desde antiguo
para mostrar la esencia del hoy.
Viniendo de la embravecida agitación,
de su compasión indignada, poco a poco
a ser cristalino en su correr sereno
y como el agua tersa que descansa
o como el viento de suave silbo
ha vuelto al reposo
con el movimiento.
Así de seguido consigue la acción
con la quietud
como el santo.
Por eso grita en las calles
y en las catacumbas.
Por eso no se rinde nunca.
Por eso, en su integridad,
durará toda la historia,
todo el tiempo hasta que se termine el tiempo
como termina el tiempo
para el místico, sin morir aún,
transformado entero más allá de los ciclos,
más allá de los nombres,
de las formas
y figuras
y términos
en la claridad donde la vida no está nunca en peligro.

Fanor Tellez


Funeral en la familia

Que hace toda esta gente
dándome la mano, madre,
y por qué esa música acompasada
y hay hombres que hablan
y hemos caminado tanto,
hasta la noche casi,
oyendo voces
y por qué mi papá duerme tanto
y no ríe y baila como siempre,
sino que desaparece
y nos volvemos en bus
después de haber llorado
toda la tarde
y estamos todos tan tristes.

Fanor Tellez


Lamento

Ahora que los héroes se han marchado,
qué quieto parece el país a quien lo mira.
Hay una niebla que vuelve impreciso el horizonte,
las meditaciones reverberan en el aire.
Meto las manos en los bolsillos del blue jean, 
y orillado, lamento el mutismo 
y la soledad de estos días.

Fanor Tellez


Miss Babian atendiendo

EN UN BAR DE LA COSTA ATLANTICA

Miss Babian, en este bar costeño,
atiende a rudos negros
recién llegados,
que tienen sombreritos comprados
en la Quinta Avenida de Nueva York.
Es la reina de Saba,
sonriente y frágil
con cejas tupidas finas
y falda como bolsón
pero debajo está su carne tensa,
toda la piel nocturna
con la luna de los dientes
y las dulces lascivas estrellas de sus ojos
ardiendo al sonido de su corazón-tambor
de África.
Miss Babian camina
como que danzara
y una oscura cintura te mostrara
en prolongaciones de onda,
pulidos de luz vientre o caderas,
adentrándote al sueño elíptico
en eternal copulación.

Fanor Tellez






















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