El viento de la añoranza 

Me trajo los días ausentes
el viento de la añoranza.
Y estoy viviendo el ayer
toda gozosa mi alma,
soñando alegre que nunca
la vida ha sido tan mala.
Y en un feliz egoísmo
sin pensar que esto me mancha,
mi corazón canta alegre
cuando más llora la patria
acosada de cretinos
que la comen como llagas.

Julio Correa


Este mi traje viejo

Este mi traje viejo es el que me defiende
de la envidia insultante de vacío burgués.
Me creen condenado y ya nadie pretende,
ni aun el hombre más malo, condenarme
otra vez.

Este mi traje viejo,
y mis zapatos rotos y mi sombrero raído,
ponen en mi persona algo así como un dejo
de hampón y de bandido.

Pero, yo sé quien soy,
y sé hacia donde voy,
y sin jactarme de mi rango,
al ver pasar la vida, negro río de fango,
propicio a la piara gruñidora y feroz,
yo le brindo mi verso en el nombre de Dios.

Julio Correa


No cantéis más, poetas, vuestra vieja canción...

No cantéis más, poetas, vuestra vieja canción,
de los dulces amores y de la vieja pena,
con las puerilidades de la «dura cadena»
que un Cupido de palo os ató al corazón.
Dejad a un lado los jardines,
a los viejos poetas del Trianón y Versalles,
con las cursilerías de Pierrots, Arlequines,
princesas y pastores de los floridos valles.
Volad a las calles
y con los adoquines
formad las barricadas heroicas del Derecho.
Es ahora la hora
de presentar los pechos
a la ametralladora
y de morir deshechos
vengando los agravios,
el himno de los libres en los labios,
crispadas o cerradas en puños vuestras manos,
golpeando la frente sucia de los tiranos.

No cantéis más, poetas, vuestras viejas canciones,
cuando a las libertades se oponen las murallas
de crimen y mentira;
y son vuestros señores los ladrones,
e impera la canalla
más ignara y más vil,
abandonad la lira
y empuñad el fusil.

Julio Correa


Parto

Es  el dolor de todos la angustia cotidiana
De vivir oprimidos.
La guardia pretoriana,
Cáfila de bandidos
Veja, atropella, mata y encarcela
Y atentamentre vela
Por la vida maldita de un gobierno
Que anhela ser eterno
Cilicio, cruz baldón
Y vampiro que chupa el corazón
Inmenso de la raza
Más noble y más valiente.

El azote, el puñal y la mordaza;
Y la befa inclemente,
La cárcel, el destierro y el insulto
Y los asesinados boyando
Entre tumulto
De las olas del río,
Crimen horrendamente impío,
Concreción espantosa de la malignidad
Que de dolor al pueblo tiene harto…
Y es nada más que el gran dolor del parto,
Y ya está por nacer la libertad!

Julio Correa



Romance a la moza embrujada

La hija del sepulturero
cuando por el pueblo pasa,
las ancianas se persignan,
las mozas la vista bajan. 

Con unos ojos muy negros
alumbra toda su cara,
pero de amor no le dicen
los hombres ni una palabra,
y su boca es golosina
que nadie quiere gustarla. 

En el baile popular
nadie le pide una danza.
Dicen que bailar con ella
trae a los mozos desgracia.

Yo no sé si será cierto,
mas dicen que está embrujada;
con torvos sepultureros
todas las tumbas profana,
jugando un juego de amores
que traerá una fea alimaña
con las alas de vampiro
y un ojo solo en la cara. 

La hija del sepulturero
piensa en silencio, cuitada,
si el enterrar a los muertos
será una cosa tan mala. 

Y ya loca de vergüenza,
la cabellera desata
y echa a correr por el campo
lanzando unas carcajadas
que machacan el paisaje
y exprimen jugo de lágrimas.

Julio Correa



Romance de la esperanza

Es triste, compañera,
que nos roben la patria;
mas nos queda el consuelo
de poder aún amarla. 

Sí, me ultrajaron los bandidos.
Sí, me escupieron en la cara.
Y me azotaron como a Cristo;
mas tengo limpia el alma,
y ya ni los desprecio ni los odio
y renuncié también a la venganza. 

Todo se lo llevaron los ladrones
cuando el saqueo de la casa.
¡Hasta la virgencita de mi madre!
No nos dejaron nada. 

... Ellos viven con miedo
y nosotros sonriendo de esperanza.

Julio Correa





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