Exilios

Los exilios se construyen
como pirámides de sueños,
de hombres, de esperanzas,
de mujeres y de años;
pesadas y anchas al principio
como para borrar así
su sombra o su origen,
o como para con su
pesadez insistir que todo
intento de olvido sólo
es torpeza, auto-engaño.
Después, dicen, los recuerdos
se vuelven más livianos;
el tiempo se apiada
y nos oscurece la memoria.

Julio Torres-Recinos


He bajado a los infiernos

He bajado a los infiernos, a los fijos,
a los reales como una piedra en el rostro,
los que se nombran países, naciones,
territorios que en mi cara tornan

sus nombres en exilio, en tránsito, en ajeno.
He conocido buenas gentes, a qué negarlo,
que me han ayudado, que se han acercado
a la tripulación con un vaso de vino,

con carne seca, con una manta en buen estado.
Son esas gentes las que hacen un puerto,
las que al momento de comer ven al mar,
a la puerta, al marino hambriento,

a algún hijo olvidado de su tierra.
Por esas gentes soy hombre en reino extraño,
yergo la frente y veo al océano, grande
como una jaula donde sin tino corro.

He bajado a los infiernos, a los pétreos
donde el barro quema, el agua no cala.
He soñado con mapas. He querido acertar
en los filos de las piedras señales,

augurios, voces de aliento.  El mar
me hiende mil caminos. El mar me lleva
a pueblos que relucen como escamas,
me confunde en la maraña de las formas.

Una tarde encendida hará que el rumbo olvide;
una joven de voz sedosa me entretendrá.
He soñado con mapas.  He visto trazos
en las ánforas, en las máscaras trágicas.

En un templo asolado quise atinar
las iniciales de mi padre.  Un rectángulo
no es más que un nítido concierto
si en él no se quiere ver una estampa.

He bajado a los infiernos y he vuelto.
He ido a lo hondo del mar, al sol mismo.
He tratado con los muertos y los astros.
Una diosa prometió estar a la diestra,

otras me arrojaron estrellas en los ojos.
Vagué por el mar; di un millar de vueltas
a las islas.  Y volví.  Por arte de embrujo
vuelvo a Itaca, Penélope, agradecido.

Julio Torres-Recinos


Serenidad
               
Cae la noche.
Los remeros dejan de hablar
y descansan.  Sólo el mar
con sus aguas
tienta el barco.

Tengo miedo.
Me hablas de mi hijo.
Ha crecido solo
y no tiene padre.
Triste época, Penélope,
triste tiempo
para andar de país en país
y oír la palabra extranjero
en boca de la gente.

Tener que respetar
nuevos dioses.
Hablar nuevas lenguas
en búsquedas inútiles,
probar nuevas comidas.
La noche cae
y tú te acercas de modo ciego,
amorosa, con tus navíos
lista para el asedio,
para ser capitana en mis horas vacías.

Amor alucinante,
brote de bronce.
Un día te veré, serenidad,
y me olvidaré de las olas
y del sueño.

Julio Torres-Recinos


Solos

Nos hemos ido                   
quedando solos.                 
Por el odio o la ignorancia     
hasta los árboles               
nos han ido dejando solos.     
Cuántos niños no han visto     
nunca un colibrí,               
una lechuza o una nutria.       
Si los conocen,                 
los habrán visto               
en cerámica o en la tele.       
Los ríos se han ido secando.   
Ahora son largos cadáveres,     
sucios, que hieden.             
Nos hemos ido quedando solos   
en nuestras ciudades           
negras de humo,                 
con nuestros árboles           
negros de humo,                 
con nuestros niños             
y nuestros sueños               
negros del humo. 

Julio Torres-Recinos













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