Amantes en la orilla

Me gustaría daros,
amantes en la orilla,
el tronco de algún árbol
donde pudierais todos
grabar las iniciales.
Un álamo o un pino,
o un roble, o algún chopo,
o la acacia de un parque
meticuloso y frío
que desdeñáis por este
salobre aire del mar.
Sí, un árbol para cada
pareja, un árbol triste
como todas las cosas
que sirven al recuerdo.
En el largo paseo
ni una mata, ni un trino,
ni una sombra. En lugar
de rosa y margarita
que deshojar, el alga,
la podrida y rotunda,
fuerte esencia marina.
El faro allá a lo lejos
ilumina de pronto
el abrazo furtivo
y hace, cómplice, guiños.
Un árbol sin raíces,
al aire, os traería.
Si alguna vez amantes
de este rincón, hubiera
olvidado el mensaje
de mayo, y la que os canta,
mi voz, ya no sintiera
su anuncio, os dejaría
mi garganta, y en ella
-como en un viejo tronco-
grabaríais el clásico
corazón, la promesa,
la inicial, y tal día
de tal año, en cualquiera
y feliz primavera.
Mi garganta aún podría
servir de algo al amor.

 Pilar Paz Pasamar



Hasta luego

Me vais a perdonar, es ya la hora
de esconderme en el alma.
Una jornada como ésta tiene
demasiada luz.

¿Cuánta palabra hubo, cuánto vuelo
agobiador formaron los petreles?

El camino quedó como camino
debajo de los pasos?

Y tú, pobre emoción de cada día,
retornarás después de esta mañana?

¡Cómo duele ir al paso de las ancas,
las orejas tibias,
como se cansa el dedo que acaricia
las cosas cotidianas!

Hasta luego. Mi pecho no os resiste.
Ya vuestra mansedumbre me hace daño
¡y hay tanto que esperar en el silencio!

Mañana, quiera Dios, será otro día.

 Pilar Paz Pasamar



Hemos llevado juntos esta pena...

Hemos llevado juntos esta pena
como vaso de frágil porcelana.
Nos hemos arropado con el mismo
cobertor de tristeza. Hoy has cabido
dentro de un puño frío y apretado,
pero, a pesar de todo, te dormiste.
Eres hombre cabal hasta en el sueño.
Te duermes sin caer, sin derribarte,
te duermes como deben de dormirse
los cíclopes, los hércules, los dioses.
Los centauros, las fieras, así duermen.
Tienes el abandono de los grandes
y si el sueño te llega, tu victoria
la pregona las sombras y los mástiles.
Toda la tierra vela cuando duermes:
hombre, pecho de mar, párpado oscuro,
pan de trabajo, río de sudores,
hombre puro de cara a la fatiga
acosado de dientes y veranos.
Eres más hombre aún cuando se encierra
tu limpia forma de mirar la vida.
Hombre mío, cansado y solitario,
tenaz defendedor de pan y risas,
condenado al amor y al sufrimiento,
hombre, amor al que arrimo mi desvelo,
compañero de almohada y despertares.
Si tú has dormido al fin, también yo puedo,
y si tú velas, en amor yo velo.
Venga ya para mí un trozo de olvido,
tome mi pecho el ritmo de tu pecho.
No nos pudo la pena, y de tu mano
corrió la sombra y se apagó en mi río,
corrió el dolor y se agostó en mi vena,
me inundaste de sueño junto al tuyo
y me dormí junto a tus costillares.

Pilar Paz Pasamar


Mara

¿Dónde voy yo, Dios mío,
con este peso Tuyo entre los brazos?

¿Para qué has designado
mi pobreza fuerza a Tu cansancio inmenso?

Si quieres descansar, descansa en otros,
apoya Tu palabra en otra bocas
que te dirán mejor. Yo quiero ir
a solas por el campo, sin motivos,
sin lazos y sin cosas. Vete ya,
no soy yo quien debiera sostenerte.
Tu peso duele mucho, y es muy grande
Tu fatiga de Dios sobre mi cuerpo.

¿A dónde quieres ir sobre este vano
camino de mis pies, que no se orientan?

Búscate un lecho blando
en el pecho del niño, o del poeta
pero déjame a mí, muda y perdida,
sobre la tarde sola.
No huelles más mi hierba que humedece
un rocío continuo y desvelado.

Estoy empobrecida de lágrimas y gestos,
no tenga más calor que el de esta pena sorda,
y eres muy grande Tú para este frío,
y es muy pequeño el beso de mi boca.

¡Déjame ya, Señor! ¡Hay tanta espiga!
¡Hay tanta espiga enhiesta...!

No recorras
este arenal desierto de mi huida.
¡Déjame ya!... ¡Se está tan bien a solas!

Pilar Paz Pasamar



"... No nos pudo la pena, y de tu mano
corrió la sombra y se apagó en mi río,
corrió el dolor y se agostó en mi vena..."

Pilar Paz Pasamar



"No soy ambiciosa, salvo en que quiero hacer lenguaje con la palabra. Tengo los dolorcillos normales de la lucha, y aunque estoy fuera de la batalla literaria, a veces hay cosas que te duelen. Lo mismo pasa con los hijos o la familia, ¿verdad? Y ante eso sólo hay un sistema: apartarse, no por arrogancia, sino por necesidad. Ver correr el tiempo y pensar que uno no se ha equivocado con el camino escogido, comprobar que te lleva a donde tú querías."

Pilar Paz Pasamar


Retorno

Si un verso olvido nunca me devuelve su cita.
Volver es tan difícil como morir de veras,
por eso son distintas todas las primaveras
y esperamos en vano que un sueño se repita.

¡Y tú quieres llegar! En mi mano vacía
tu presencia se vierte reducida y oscura;
se pudren las raíces y el brote no me dura
lo que dura el deseo bajo el golpe del día.

Si hay para cada instante una voz diferente,
ni hay silencio que envuelva por dos veces mi frente,
ni ola que desdoble repetida en la orilla,

¿cómo vas a llegar sobre tu propio paso
si el camino es distinto, y hasta Dios tiemble acaso
al besarnos dos veces en la misma mejilla?

Pilar Paz Pasamar




Río del olvido

A la sombra del árbol del olvido,
a la orilla de Guad-El-Letheo,
allí hicimos los hoyos para clavar la tienda
y vivir esa tregua que el destino nos daba.

Por el cielo, las blancas palomas,
por el río, las pausas del agua,
de tu mano a la mía un olor transferible,
el efluvio del liquen entre cantos rodados.

Contaba. Contaste. Supimos al fin qué decirnos.
Un pacto inaudito, sonoro, vibrante,
tal el fuego que apaga las brasas al tiempo
de hacerse humo y ceniza en la sombra insaciable.
Y el color amarillo y supremo,
el color del color que se extingue,
que devora el ocaso apetente de tonos,
plenitud de lo efímero el recaudo en la luz vespertina,
y un solo quejido. Y un paso de ala.

A la sombra del río comenzaba a escindirse
en mitades el todo que fuimos.
El agua mostraba su rostro implacable y solemne,
la luz despaciosa, las manchas rodaban en cuestas abajo,

Supimos, supiste de mí lo que hubo,
lo que hubiera podido ser otra la forma de vida...

¡Ay, que fuese el adiós quien pudiera
descifrar el sentido de aquello que no comprendimos!

¡Que un instante, una tregua tuviera respuesta,
diera sentido a todo, creara mil lenguajes!

¡Ay, que todos los besos fueran un solo beso
y uno solo -este último- el amor condensara!

A la sombra del árbol del olvido,
a la orilla de Guad-El-Letheo,
tu mano queda y oigo la voz innumerable,
la eternidad que al otro lado clama.

Pilar Paz Pasamar


Solo me queda el corazón

Solo me queda el corazón. Palabras
ya no me bastan. Sobra el pensamiento.
Solo me queda el corazón, más grande,
cada vez más amargo y más sediento.
Hablo con él, le digo: ten cuidado,
te has lastimado muchas veces. Pero
yo bien sé que me puede y que se crece
con cada asombro y cada desaliento.
He nacido con él y no hago nada
por emerger en otro clima. Pendo
como la luna más desamparada
en un vaivén de luces y de vientos.
Voy buscando señales en los ojos,
en las calles aparco mi desvelo,
me arrimo por las sombras de otras voces
y cuelgo mi pregunta en los aleros.

Cuando llega una tarde como éstas,
una tarde sin prisa ni deseos,
una tarde de pena, una de tantas
tardes oscuras del aburrimiento
puedo oírle mejor. Late despacio,
tremendamente solitario. Puedo
sentir el corazón en cada vena,
está casi en la punta de los dedos.
Casi puede romperse de tan frágil,
de tan crecido casi se escapa. Quepo
mejor yo en él que en mí cabe el latido...
¡Le viene grande el corazón al cuerpo!

Pilar Paz Pasamar


Unidad

Madre, tu eres ya no tuya sino mía.
Te has ido dando como la luna sobre el agua.
Toda tu claridad se han reflejado
inmensa, sobre mi alma.
Madre, ya no eres tú,
tu risa no es tu risa.
Soy yo quien te sonríe, quien te mueve las manos.
Quien te vive y respira por ti. Ya no eres tú,
madre mía. Has fijado
tu claridad lo mismo
que la luna en el lago.
En mí tu imagen flota, reposa, duerme, gira,
en una simbiótica unidad que nivela
tu carne con mi carne, tus ojos con mis ojos,
tu pena con mi pena.
Y tu fin - extinguirte sonriendo - es el mío.
-¡Tu fin !- Allá en lo alto te esperará una estrella.
Yo te sujetaré con mis manos (¡tan jóvenes!)
más arriba del mar, más arriba del tiempo.
Y nos daremos juntos, madre mía, tan juntos
que Dios no sepa nunca distinguir si eres una
o somos dos a una los que nos hemos muerto.

 Pilar Paz Pasamar


Ya me tiene mi Dios. Me ha señalado...

Ya me tiene mi Dios. Me ha señalado
el pecho y la razón con su caricia,
y ya siento el empuje que se inicia
en forma inmaterial. Me he levantado

sedienta de confines y, logrado
mi afán, he de buscarme la sonrisa
y al despertar, entre la nueva brisa,
veré mi corazón enajenado.

Porque ya voy a Ti, con esta entrega,
déjame despedirme de la rosa
y saludar la luz en su carrera.

Antes de comenzar mi dulce vuelo,
el árbol prestará toda su sombra
a la fiebre encendida de mi anhelo.

Pilar Paz Pasamar














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