Hechicera nocturna

Sube hasta el alto cielo la torre del castillo,
y la luna se esconde tras la plateada nube
que tamiza la luna con fantástico brillo
y la muestra a mis ojos como un rubio querube.

Por la ojival ventana una corneja ronda
y una sombra silente por las almenas vaga,
que al mirarla la luna revuela hacia la fronda
¡porque la luna sabe sus hechizas de maga!

Va recogiendo ortigas de los altos aleros,
desciende hasta los fosos donde da lastimeros
alaridos que llenan el ambiente de espanto.

¡Es el ánima en pena de una vieja sibila
que en el aire cabalga y en la noche vigila
por las almas que sienten su fatídico encanto!

Graziella Garbalosa



Junto al espejo mírase las enigmáticas arrugas de la frente, único mentís a su presencia de jovencita precoz.
Terminado el examen que su coquetería exigiera, complacida del azogado cristal, corre junto al amante y muy
quedo le dice al oído estremeciendo con el aire de su voz
el pabellón de terciopelo. —¡Ya soy una anciana!–Y alargando sus brazos menudos y bien hechos por el cuello de
Oscar, deslízase hasta la alfombra entre las piernas del
amante, que desprevenido la estrecha.
Hablan mil tonterías ingeniosas. El en sus brazos la carga como si fuera un baby. Y ella entornando los ojos murmulla levemente:
—¡Cántame y méceme como si fuera tu niña! ¡Cántame un canto!
El, balanceándola en sus brazos igual que a una muñeca, murmura a media voz:

¡Duérmete mi niña,
duérmete mi amor,
duérmete pedazo

de mi corazón!

Graziella Garbalosa
La gozadora del dolor






















No hay comentarios: