Para unas voces

En la penumbra incierta del historiado coro
disuélvese un perfume como de castidades,
y de la nave inmensa las blancas soledades
invade un leve soplo de virginal decoro.

De los erguidos cirios la lágrima de oro
tiembla al errar el vuelo de espiritualidades
que emana de las voces del coro, en suavidades
flexibles, tenues, leves, como hálito sonoro.

la vibración postrera se extingue de las voces,
y aún se perciben vagos, como sedosos roces
que pueblan el silencio de los sitiales almos;

y el único interroga, si en la alta sillería
expira lentamente la santa melodía
o inícianse en el alma desconocidos salmos.

Federico Uhrbach Campuzano


Quintín banderas

Domina, es su dominio la arena del combate,
la libertad su culto, su fe la rebelión;
forjado fue su espíritu que el miedo nunca abate,
en fragua de titanes, con alma de león.

La cólera divina, cual bélico acicate
que hostiga los gloriosos impulsos del campeón,
arma el potente brazo que a los tiranos bate
y rudo abre una senda de fuego a la Invasión.

El viene del Oriente; lo vieron las montañas
en sus enhiestas cumbres grabar fieras hazañas
con ímpetu soberbio, con fuerza colosal;

él viene del Oriente diezmando el vilipendio,
y en medio de las llamas, en medio del incendio,
deslumbra a la asombrada región occidental.

Federico Uhrbach Campuzano


Los aguinaldos

Al poeta Félix L. Campuzano

Los aguinaldos! Flores de pascua, los aguinaldos 
de caprichosas constelaciones visten los prados 
y hay en la nieve de sus guirnaldas, tiernos reclamos 
como de vírgenes, con sus corolas de tonos cándidos. 

Con el encaje maravilloso de sus estrellas, 
van simulando del azul cielo la comba inmensa, 
y cada brote traza un remedo de la áurea selva; 
toda la Lira, toda la Virgen, todas las Pléyades. 

Conquistadores, su escala tienden hasta la cima 
de agrestes palmas, donde columpian sus campanillas, 
que con sus vuelos breves transforman y glorifican 
los viejos troncos en camapanarios de alma infinita. 

En los fugaces deslumbramientos de la mañana, 
al desprenderse de las corolas chispas de agua, 
sueña el encanto que se desprenden de las arcadas 
como repiques interminables de alegres dianas. 

En el ambiente vago de ensueño con que la tarde 
finge á los tristes que la persiguen abandonarse, 
los aguinaldos con su perfume llenan el aire 
como de un soplo de languideces crepusculares. 

En las penumbras embalsamadas de suaves noches, 
cuando el silencio, sólo el silencio flébil responde, 
riman un salmo de opacas notas las lbancas flores, 
como suspiros, como sollozos, como oraciones...
En las laderas reverdecidas de los caminos 
ó en los remansos llenos de sueño de claros ríos, 
mandan sonrisas como de tiernos labios amigos 
que tranquilizan las inquietudes del peregrino. 

Los aguinaldos con sus ruiseñas alternativas 
de verde y blanco, tejen idilios de frescas rimas, 
lo verde dice de églogas suaves de griega lírica, 
lo blanco dice de madrigales y eucaristías. 

Hay en el fondo de cada cáliz todo un poema 
de épicas rimas que desconoce la primavera, 
y que refiere rudas estrofas de la leyenda 
sólo entonadas por los bordones de las abejas; 

Cuando la sangre tiñó los campos de hirviente púrpura 
y sólo horrores iluminaba la absorta luna, 
fué de la abeja murmuradora la ronca música 
quien á las flores narró la historia de nuestras luchas; 

Y compasivos, los aguinaldos, de lo reveses 
que soportaban heroicamente las fieras huestes 
rindiendo el alma que oculta llevan sus castas nieves 
á nuestras huestes con las abejas, mandaron mieles. 

En las llanuras que fué sellando la cruda guerra 
con rojos signos que tributaban patricias venas, 
sobre la grana, cada aguinaldo, como una estrella, 
copiaba al astro, blasón y orgullo de la bandera. 

De la tragedia guardando altivos la hazaña heroica 
ó en la tragedia simbolizando misericordias, 
¡no hay una cumbre donde no canten alguna gloria 
ni hay una breña donde no infloren alguna fosa! 

Los aguinaldos! Flores de pascua, los aguinaldos 
de caprichosas constelaciones visten los prados, 
y no han logrado pasar gloriosos bajo sus arcos 

las primaveras, ni los otoños, ni los veranos.

Federico Uhrbach Campuzano





Siempre tú

Ya lejanas, mi amor, muy lejanas
nuestras horas de dulce embriaguez,
he pedido al recuerdo sus alas
al pasado soñando volver.

He anhelado, cautivo, de nuevo
tu amoroso dominio sufrir,
y en la malla fugaz de un ensueño
estar cerca, muy cerca, de ti.

He querido, sediento, en mis labios
que aun conservan la dulce obsesión
de tus besos, sentir el engaño
de tus húmedos labios en flor.

Con el haz de tus crenchas sombrías
mi cadena de nuevo forjar,
y otra vez depender de tus risas,
Y otra vez con tu llanto llorar.

Nuevamente rendirme al influjo
que mi vida a tu vida enlazó,
y ampararte en el dulce refugio
que al regreso te dé el corazón.

Bajo el claro fulgor de tus ojos
redimir mi tristeza en la luz,
y sondear, prisionero en su fondo,
sus abismos velados de azul.

Evocando en la gracia de un vuelo
nuestras horas de dulce embriaguez,
he implorado su auxilio al recuerdo
al pasado queriendo volver;

y has tornado, mi esquiva adorada
amorosa y sumisa a mi voz,
que he sentido cruzar por mi alma
melancólicamente al dolor...!

Federico Uhrbach




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