Sin esperanzas

Desde los más profundos abismos de la vida
yo te invoqué mil veces; y mil veces mi afán
fue para mis anhelos la estrella bendecida
que fulguró un instante con dulce fulgurar.

¿Por qué no te levantas, flor de mis pensamientos,
y vienes con tus ósculos de esperanza y de fe,
a darme lo que en vida me dieron tus alientos
y a nutrir de ilusiones mis ansias del ayer?

¡Muerta querida, lejos de ti la vida mía
se deshoja cual mustia Rosa de Alejandría
sangrando gota a gota mi amante corazón!

Y en vano es que te implore, si no has de volver nunca.
El soplo de tu muerte dejó en mi alma trunca
la flor de la esperanza y el iris del amor.

Juan J. Geada


Yo no lo sé

Yo no lo sé. Me han dicho que te mueres
enferma de un dolor desconocido;
y que a la Ciencia un imposible res,
que no halla en tu dolor nada aprendido.

Que de todo te aburres al momento.
Y que el piano te hastía; y te sofoca
la lectura y el canto, que el contento
jamás lleva sonrisas a tu boca.

Que no puedes vivir. Constantemente
recorres las estancias, indolente,
como buscando en el andar consuelo.

Y que después, cansada y abatida,
cual queriendo pasar, a la otra vida,
dices mi nombre, suspirando, al cielo.

Juan J. Geada







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