A esa mujer que amo

A esa mujer que amo,
la que me afina cada día el diccionario
y aguarda en cualquier esquina
a que ponga del revés el alfabeto.

Si. A esa.
La de la segunda fila
empezando, desde luego, por la izquierda,
o la que está al fondo,
oculta tras la columna;
la que lleva el alma en cabestro
y acaricia entre sus sueños
la misma sien cóncava del aire;
la que muerde la vida
como un gorrión en celo
y, a menudo,
se queda preñada de poemas.

A esa mujer
la quiero no sólo para mí,
sino también para ti,
y para todo aquel
que aspire a sentir
el galope veloz de la pirámide
cuando juega a borrar desiertos.

A la misma que viste y calza
o se desnuda en cada verso;
la que siempre grita con voz temprana
y se asoma entera al filo de una letra
o se aferra a la pata del tintero
como si éste fuera un chaleco salvavidas.

A esa le daré siempre
toda mi existencia
cada vez que la encuentre
prendida al alfiler de un momento.

Fernando Luis Pérez Poza



A las nubes

Frías, blancas, desnudas procesiones,
que de sueños pobláis el firmamento
y los cielos surcáis sin desaliento
para llenar el aire de rincones.

Libres, claros, húmedos girones,
vaivén de espectros mudos en los vientos
que llena el alma de pálidos lamentos
y preña de tristeza las razones.

En invierno florece vuestro encanto
con el agua que la tierra rechaza
y resbala por la falda de los montes.

Vuestra pena inunda el mundo de llanto,
lleváis la gris tiniebla en vuestra raza,
humedad sois, mojáis los horizontes.

Fernando Luis Pérez Poza



Diosa del Macchu Pichu

Alas sobre el cielo,
sobre la niebla, sonrisa
vertical de las alturas
dominando el aire,
el éter, diosa
que camina sin zapatos
por las nubes
y dilata el  corazón.

Mi voz se vuelve llanto,
cuando te pienso,
mi abrazo, viento
que se adhiere al sol
cuando te abraza,
mi boca lluvia de azul
cuando te besa
desde más allá del firmamento.

Tu cuerpo enhebrado a la roca
como un mágico vestigio
que destila el universo,
cometa sin hilo que atrapa
la corriente de mi sangre,
enredadera astral
por la que trepan
todas las esencias
y se hunden los abismos.

 Fernando Luis Pérez Poza
Del libro "Poemas para Miriam". Pontevedra, El taller del poeta, 2005.




La marea del ritmo

Después de la penumbra y la tiniebla
vino la vida, la vida fecunda:
vino la chispa fértil del relámpago,
en cuya selva ardían las palabras,
vino la luz y la esperanza, el verso
sin plumas, la utopía literaria.

El ritmo ebrio vino, de las mareas,
del fondo del océano, del mar,
como una ola gigantesca que trepa
por la espuma a la cima de los cielos;
del reino de neptuno vino, blanco
como la nieve y hondo como la luz
a rescatar del silencio pedazos
amargos de mi volcán interior.

A la boca se asomaron sus pétalos
abiertos de flor radiante y sincera,
sus pétalos de abismos transparentes,
sus pétalos de sueños y serpientes.
A la boca fluyeron desde dentro
de las venas, en la sangre que corre
río abajo tropezándose en las piedras,
en la sangre cubierta por el musgo
del olvido como si fuera tierra.

El ritmo vino dentro de la bruma,
escondido en la piel de los sonidos,
de la rima, del metro, del acento,
rebosante de brillos y latidos.
Vino como un deseo ineludible,
como un río salvaje y turbulento
que estalla su caudal contra las rocas
y bebe las esencias del rocío
en la sabia despensa de la aurora.

Su aroma espeso me trepó a las venas,
llenó mi alma de resplandor marino
como si fuera espuma del océano,
trepó por las enredaderas hondas
de mis nervios como si fuera hiedra
en la que hierve el sol fértil de la vida,
la estrella luminosa del destino,
el barro de la tierna alfarería.

El ritmo nació inmenso del silencio,
de los golpes de voz que da el acento
al llenar de palabras cada verso
y de versos la espiral donde se arma
la cadencia secreta del sonido.
El ritmo nació así, como un suspiro,
como mana una fresca melodía
del más hondo volcán de la garganta,
de las letras, del viejo crucigrama
donde se forjan febriles los sueños
y se fragua el vértigo de la danza.

Fernando Luis Pérez Poza


Te oí venir

Te oí venir. Llegabas de todas partes jugando a la nada, a ráfagas deshojadas y jeroglíficos transparentes, a estrellas construidas con palabras húmedas y gélidos grumos de llanto.

La noria del éter giraba dentro tuya con aspas de guillotina inútil y una mariposa absurda llenaba tus ojos de falsas agujas y relojes de moho. Olías a sótano encerrado, a ventrículo oxidado, a escalera rancia de caracol desnudo que lleva a todas partes menos al cielo.

Era tu forma de tratar de escapar por el techo, sin capar la memoria de las truchas; tu manera particular de hacerle nudos al aire y estrangular el cero. Mordías con dientes de sal y encías de humo dislocado y gritabas vitrinas ciegas de soledad y desierto sin saber que la vida es solamente la distancia que te arrastra del pañal a la mortaja.

Fernando Luis Pérez Poza


Todo, todo me parece plástico


Todo, todo me parece plástico,
el absurdo confeti de una nada
que estruja en los dedos la idea
y ahoga la tinta en palabras
y en hielos de númen solitario.

Ayer se escribe con letras que duelen.
Una "a" estúpida que recuerda el antes.
Una "y griega" tonta que rememora el cáliz
y se bebe el poco tiempo que nos queda.
Una "e" que espanta y es espasmo
escondido en esa especie de efigie ebria
que exuda extrínsecos extravíos.
¿Y qué decir de la "erre"?
Esa rémora que rueda
y recuerda a un rabo de rábano retorcido.

Todo, todo me parece plástico,
hasta el azúcar que sorbe
el intestino del agua
y atraviesa el éter de una tarde homicida.

Hoy se escribe con hache de humo
y de heno y de hueco muy hondo
y de hilos que hunden al hombre
en humedades de herrumbre heterodoxa.

Todo, todo me parece plástico,
hasta los besos blandos de tu boca barata
y buhardilla borracha que buscan barrancos.

Fernando Luis Pérez Poza





Verás

Verás,
hay algo en ti que me subleva.
Tal vez sea ese horizonte cortado
que revelan tus ojos
cuando el gris asfixia demasiado.
O la púrpura teñida
que te envuelve el corazón
y lapida el alma
cuando te pones
a contar estrellas
y la "x" vale menos que la "y".

No sé.
Es algo raro que me sucede.
Te miro
con ojos de huevo frito
y jabalí asustado,
con ojos de ventanilla
y funcionario a las dos,
con ojos de nube
que no va a llover,
y entonces...
sólo se me ocurre:
echar a correr.

Fernando Luis Pérez Poza










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