“A estas alturas ustedes ya habrán comprendido que el socialismo no es exactamente lo que nuestros enemigos y sus empleados de prensa nos presentan. Invariablemente, una de las primeras cosas que ellos dicen es que nosotros, socialistas, queremos abolir la propiedad privada; que no admitimos el “derecho sagrado” de la propiedad. Pero, al contrario, hoy es la clase capitalista la que confisca nuestra propiedad privada. Y es precisamente por que creemos en el "derecho sagrado" sobre lo que ustedes poseen, por lo que aspiramos a que tengan todo lo que hoy se les quita. Vimos en el discurso que hizo antes el doctor Aveling cómo toda la riqueza, todo lo que hoy llamamos capital se produce a partir del trabajo de ustedes. Vemos como, a través del trabajo no remunerado del pueblo una pequeña clase se vuelve cada vez mas rica y como queremos poner un punto y final a eso, aboliendo toda la propiedad privada sobre las tierras, fábricas, minas, redes ferroviarias, etc.; en pocas palabras, de todos los medios de producción y distribución. Pero eso no quiere decir abolir la propiedad privada, eso significa dar la propiedad a los millones y millares que hoy no tienen ninguna, los capitalistas abolieron la "propiedad privada" de la clase trabajadora y nosotros pretendemos que les sea devuelta, sólo eso. Entonces, todos los hombres tendrán el derecho a la "propiedad privada", pues, todos los hombres pertenecerán a una sola clase, la clase de los productores...
Le han dicho a ustedes que los socialistas no quieren ni ley ni orden. Realmente nosotros no queremos lo que hoy en día dicen que es orden, pues el orden de hoy, es desorden. La anarquía prevalece por doquier. Encontramos hombres millonarios, y hombres que mueren de hambre; mujeres que poseen millones y millones de mujeres que tienen que escoger entre el hambre o la prostitución. Para nosotros, eso no puede ser llamado orden: no nos parece orden que un hombre trabaje diez, once, doce, catorce o incluso mas horas por día y, al final de su vida, no tenga nada No nos parece que sea “orden” que las mujeres tengan que prostituirse. No nos parece que exista “orden” cuando por un lado existen fábricas y depósitos abarrotados con superproducción y, por otro, millares y millares de personas que necesitan de esos mismos artículos que se pudren en las tiendas. Todo esto es desorden, y queremos acabar con eso, y en su lugar instaurar un orden verdadero...
Ahora, con respecto a la ley, nosotros queremos ley; pero que sea justa, y justa para todos los hombres y mujeres. Y aquellos que gritan que no tenemos ley, ¿respetan las suyas propias por casualidad? No, ellos las desobedecen, incluso esas malas leyes. Leyes hechas por una clase en su propio interés, son desobedecidas por los hombres que las hicieron.”

Eleanor Marx
Extraído del libro “Eleanor Marx, hija de Karl”, Ediciones Txalaparta pp.75-76.


"Mi padre se casó con su amiga y camarada."

Jenny Julia Eleonor Marx conocida simplemente como Eleanor Marx



"Muchas historias se han contado sobre Karl Marx, sobre sus "millones" (en libras esterlinas, por supuesto, ya que no podía ser moneda de menor denominación), hasta una subvención pagada por Bismarck, al que supuestamente visitaba constantemente en Berlín en los días de la Internacional. Pero, después de todo, para los que conocieron a Karl Marx ninguna leyenda es más divertida que esa muy difundida que lo pinta como un hombre moroso, amargado, inflexible, inabordable, una especie de Júpiter Tonante, lanzando siempre truenos, incapaz de una sonrisa, aposentado indiferente y solitario en el Olimpo. Este retrato del ser más alegre y jubiloso que haya existido, de un hombre rebosante de buen humor, cuya cálida risa era contagiosa e irresistible, del más bondadoso, gentil, generoso de los compañeros es algo que no deja de sorprender -y divertir- a quienes lo conocieron.

En su vida hogareña, lo mismo que en las relaciones con sus amigos e inclusive con los simples conocidos, creo que podría afirmarse que las principales características de Karl Marx fueron su perdurable buen humor y su generosidad sin límites. Su bondad y paciencia eran realmente sublimes. Un hombre de temperamento menos amable se hubiera desesperado ante las interrupciones constantes, las exigencias continuas que recibía de toda clase de personas. Que un refugiado de la Comuna -un viejo terriblemente monótono, por cierto- que había retenido a Marx durante tres horas mortales, cuando se le dijo por fin que el tiempo urgía y que todavía había mucho trabajo por hacer, le respondiera: "Mon cher Marx, je vous excuse" es característico de la cortesía y la gentileza de Marx.

Lo mismo que con aquel aburrido señor, con cualquier hombre o mujer al que creyera honesto (y prestaba su precioso tiempo a muchos que abusaban lamentablemente de su generosidad), Marx fue siempre el más amistoso y bondadoso de los hombres. Su facultad para "atraer" a la gente, para hacerles sentir que estaba interesado en ellos era maravillosa.

He oído hablar, a hombres de las más diversas ideas y posiciones, de su capacidad peculiar para comprenderlos y para comprender sus posturas. Cuando creía que alguien era realmente honesto su paciencia era ilimitada. Ninguna pregunta le parecía demasiado trivial y ningún argumento demasiado infantil para una discusión seria. Su tiempo y sus vastos conocimientos estaban siempre al servicio de cualquier hombre o mujer que se mostrara ansioso de aprender."

Eleonor Marx
Karl Marx, notas dispersas 



"Por mi parte, de los muchos cuentos maravillosos que Mohr me contó, el más delicioso era «Hans Röckle». Duró meses y meses; era toda una serie de cuentos. ¡Lástima que nadie pudo escribir aquellos cuentos tan llenos de poesía, de ingenio, de humor! Hans Röckle era un mago al estilo de Hoffmann, que tenía una tienda de juguetes y que siempre estaba «a la cuarta pregunta».
Su tienda estaba llena de las cosas más maravillosas -hombres y mujeres de madera, gigantes y enanos, reyes y reinas, trabajadores y señores, animales y pájaros tan numerosos como los del Arca de Noé, mesas y sillas, carruajes, cajas de todas especies y tamaños.

Y, aunque era un mago, Hans no podía cumplir nunca con sus obligaciones ni con el diablo ni con el carnicero y por eso -muy en contra de su voluntad- se veía obligado siempre a vender sus juguetes al diablo. Éstos atravesaban entonces por maravillosas aventuras -que terminaban siempre en el regreso a la tienda de Hans Röckle. Algunas de estas aventuras eran tan tristes y terribles como cualquiera de las de Hoffmann; algunas eran cómicas; todas narradas con inagotable inspiración, ingenio y humor."



Eleanor Marx


“Su obra (la de Marx) debe conservarse tal como es y todos debemos intentar aprender de ella. Así todos podremos caminar con sus largas piernas.”

Eleanor Marx
Carta a Kautsky


"Vamos a lanzar tres bombas a las masas: inquietud, educación, organización."

Eleanor Marx


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