A la Virgen María

Yo sé que la faz tranquila
vuela más allá del ruego.
Cauce de la voz, el fuego
que apacienta tu pupila.
Entraré donde rutila
el rayo. No estaré en venta
porque tu voz acrecienta
el pálpito de las flores.
Y en la cima, ruiseñores
abrirán la luz sedienta.

Francisco Matos Paoli


Mi verso

Mi verso es un misterio indefinible
un enigma sagrado e inmortal,
el ensueño de un amor imposible
el suspiro de un tímido cantar.

Es cual el ave que cruza impasible
por el cielo azul y el zafir del mar;
tras quimeras y sueños asequibles
y fantasías de un opiado soñar.

Envuelto en una niebla de dulzura
desgrano los cantares de mi verso
para el consuelo y ocio de mi ser.

Y sigo el sendero de mi ventura
esparciendo por todo el universo
las notas de mi verso rosicler.

Francisco Matos Paoli
Signario de lágrimas, 1931


Mi voz

Porque el montón la paseó en el cieno,
bulle en la vena comunal y pobre.
Porque la vida le vedó la vida,
ella es motín de cruentos corazones.

Motín del corazón que es pulpa amarga
fenecida en un llanto de ilusiones.
Motín del pecho hirsuto
y de la carne deshauciada,
y del semblante tajeado
de ardores.

Ella es motín
y no
bienvenida de pájaros
y flores.

Canta el delirio gris
y el remolino gris
que desolla la frente de unos hombres.

Lleva sayal de hambre por los pobres.
Y repudia la feria trajeada
donde la luz se compra por dinero
y la paz en un cielo de ladrones.

Mi voz se hace grieta
en las bocas
que son hostias de hiel,
y balido de niebla
y rigidez de cobre.

Porque el montón la divorció del ocio,
es sangrienta su cuna,
cuna de la montaña,
cadáver verde,
páramo de temblores.
Y ésta mi voz será la mecha
que asustará la seda
y quemará la melodía
de los seráficos señores.

Por ella los relapsos
y las sombras honradas
encontrarán albergue
y yantarán un pan de resplandores.

Francisco Matos Paoli


Poética

Flor silvestre que busca dúctil llama,
sencillez pulsada en armonía.
No el misterio sufriente que confía
negar la lumbre abierta al panorama.

Tampoco el claroscuro que, sin trama,
queda exánime y torpe en la poesía.
Tal vez el árbol con fluencia ansía
mudarse al cielo donde se proclama

la inocencia selecta con fervores.
Ese traje tupido en sinsabores
no me menciona ya, no me pelea.

Yo vibro en consonancia decidora
con el ángel virtual que se colora
dentro del arrebato de la idea.

Francisco Matos Paoli




¿Por qué desaparezco?

Después de la sutil locura
se agranda mi Dios en los lirios,
empiezo a darme luz en las esquinas
y se paraliza el polen de los muertos
en lo que de mí está sellado.

Me llaman.
¿Qué hacer si los brazos ahuecados
aún repiten el aroma?

¿Qué hacer si la desnudez no es completa
y los narcisos vuelan
desde el gozoso ocaso
hasta mi humilde aurora?

Francisco Matos Paoli


Porque soy el poeta

Porque soy el poeta,
befa mayor de la palabra,
debo tener el cielo dispuesto al mundo vano.

Y cuando chocan los seres,
qué impasible evasión, qué pábilo de lumbre
enterrada,
qué decisión baldía
hacer que todo poema se levante del ruido
y pueda representar la idea,
el fantasma infinito de los vuelos,
la eucaristía que se reconoce
en el modo de partir el pan.

Sé que el vecino hace un esfuerzo
grande
por ser hombre,
sé que debo hablar con armonía,
apaciguar el león que se come el crepúsculo.

De momento me enternezco,
me suelto en la corriente noble,
apabullo los astros con la mano y digo:
es mejor el silencio cuando se está tan muerto
y no podemos mejorar el día
común
prendido a nuestra lágrima.

Pero tengo que luchar y luchar.

Luzbel es la incomunicación,
el fácil deletreo que idiotiza,
el sedicente que
por abundancia de atmósfera
echa a perder el llanto,
ese tatuaje del olvido
que aún queda al encarnado.

Yo quisiera vivir
sin tener que ser profeta,
estar abierto en el agua como la flor de loto,
perder la huella de la noche,
no sostener más la perla del abismo,
huir hacia el cafeto florecido
que en simplicidad alaba.

Pero es imposible, Dios mío.

Si no enloquezco ahora,
¿qué será del semen de la imagen?

¿Para qué deseo el tieso
símbolo de los grandes congelados de la historia?

¿Para qué soy el patán
que se desvive en la memoria inasible,
todo rodeado de orillas,
todo poblado de insustancia,
todo clamante en el desierto?

Francisco Matos Paoli




¿QUÉ VOY A HACER CON EL HECHO, con el praxista desconsiderado
que no cree en mí?
Alguien desea ardientemente acortarme las alas,
seccionarme en el objeto desnudo,
volcarme en la refriega del que empieza siempre
a no interpretar . . .
No es tan válido el útil que me ofreces
a cambio del suicidio de los astros.
No insistas, camarada,
yo no debo callar ante la madrépora gigante
cubierta de algas. No debo callar ante los corales primigenios
que conocí cuando era niño,
no debo callar.

Francisco Matos Paoli


Verdor que salta

Inminencia, celeste inminencia
de días que son pájaros,
de pájaros que son venas.
Frescas corolas que se imantan
más allá de mi abismo.
Un ritmo aparte que mitiga
la ausencia en que me hallo.
Algo como un dolor que acorta
la distancia del cielo.

Tendré un nuevo ser.
Un ritmo cenital que me hace libre
de todos los augurios de la tierra.

Verdor incontenible.
Verdor que salta
hasta alcanzar el triunfo
de lo que ha sido en mí
la noche plena.

Francisco Matos Paoli









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