"A mis personajes me gusta texturizarlos antes de formarlos en papel. Me gustan los personajes con fallas y contradicciones, porque entiendo que los hace más reales, aunque se trate de un traficante de afrodisíacos ilegales. Creo que siempre hay un sistema de valores -el que sea- que se activa tras los actos de las personas. Sucede que Brad Molloy tiene su propio sistema de valores, como sucede en el mundo del narcotráfico o en la academia, o en las esferas eclesiásticas. No hay diferencia. Al final, quería un personaje que en algún modo reflejara la afición que todos llevamos por dentro de lograr un estado de felicidad o plenitud, como un nirvana, ¿no? Pero eso si se alcanza, es pasajero. Ya pronto deducirás que detrás de ese tejido narrativo, hay mucho Heidegger. Hay toda una motivación filosófica, que es lo más cercano que hay a la poesía, de hecho."

Elidio La Torre Lagares



El capitalismo del desamor

acabas el café y te apresuras a nada
como si no hubiese vida antes o después,
hoy cuando los pájaros han amanecido
espléndidos y su canto de vidrio
te llena en una sordera acaparadora
como el deseo, justo en la ironía de recibir
325 felicitaciones de cumpleaños y ningún
abrazo, y sientes que quisieras llamarte
a ti mismo diez años atrás, tal vez,
cuando la costumbre carecía el usufructo
habitual de las palabras que no callabas
porque decían algo, aunque no te entendías
del todo, hasta que te quedaste sin voz,
quiebra o afonía que solo la mesa entiende,
porque escucha tu silencio en migajas
dispersas por la eternidad que empalidece
en la lesa manera que aprendes a olvidar
como si flotaras en el aire, hasta que comienzas
a olvidar cómo olvidar y las cuentas del desecho
parecen solo acumulación, y así entiendes
que los desamores son capitalistas:
se pagan con más de lo que cuestan

Elidio La Torre Lagares



Fragmento

VI.

La noche giraba como un vasto domo
sobre mi cabeza
donde la luna irradiaba como
un osario de platino.
Sombras poblaban las calles
cual fantasmas viajeros
por esta ciudad
de caricatura en carboncillo.

A final,
mi cáliz espera
una
vaga lepra del alma.

Una mujer pasó por mi lado
pero sus ojos estaban perdidos
en la enajenación de la soledad.
Su traje parecía flotar
sobre la acera.
Llevaba flores en las manos
que no despedían aroma.

Ella no me miró.
O no me vio.
No supe quién era el muerto.

Elidio La Torre Lagares



Fundamentalmente

Un hombre es dos cosas
lo que hace y lo que sueña,
no lo que dice.
Un poeta es cosa aparte,
porque sueña lo que hace,
dice lo que sueña…
aunque uno que otro, hace que hice.
En esto se parece al hombre,
que a veces dice que hace.

Pero un hombre es
un mero mortal que juega a ser Dios;
el poeta
simplemente es Dios.

Elidio La Torre Lagares



Las pérdidas desestimadas

las pérdidas se cansan del cuerpo
-Juan Gelman

creo perderme a tientas en la idea
de que vuelo en sueños.  ciego
como un murciélago por un cielo
inocuo. me confunde la cercanía simétrica
entre tiempo y poema. yace la materia
combustible que detona presagios
como cortaduras de papel que arden
en lo posible y lo constante. hace sombras

en mis sueños siempre escribo
el mismo poema. un bodegón atrincherado
en la oscuridad de mis alas. dos fósiles taciturnos
como el despecho tardío que amasa la memorias
hasta que caigo aparatoso en la imagen sonora
de mi corazón vacío. la soledad de una ciudad desleída, 
o un cuerpo hablado pero nunca dicho

al despertar, siempre llueve. la muerte me enamora
y cualquier otro desvelo es una verdad que tiembla
en huesos ante el espejo. naufrago infalible
mientras me miro en el letargo del agua. lamo
la mano del deseo. el error es enteramente mío

y las pérdidas, al cansarse del cuerpo, se sueñan en poema

Elidio La Torre Lagares



[mabón]

flamboyán de ceniza, eco del fuego,
leso misterio de la despedida::
flama boyante del viento que es viejo::
simetría inválida de mi cuerpo::
lacra mutuante del agua pasada::
la impedancia entre el entorno y el alma::
el fuego encrestado encora el canto
y en mi piel se apagan viejos luceros::
aquí se acaba la carne; se acaba,
pero la voz se criba entre los versos
avejigada en las grutas del tiempo::
el maná falaz desecho en mi boca
como mentiras de azúcar y hojaldre
se imposibilita entre las estrellas//

las constelaciones son jedas vacas::
las constelaciones, mi verbo en gueto::
piedra de ílice, alúmina y flúor;
amarillo alfeñique del mismo sol::
baile ritualista por los desiertos
de las palabras pronunciadas muertas
y arrojadas con estolidez fatal
para estiomenar el centro del pecho
como un responso clavado al aliento::
los días se ensanchan hasta reventar
como muertos solos a la intemperie,
el bilioso amargo de la imperfección::
el tiempo geminado en noche y día,
su gas desgastado en el largo viaje//

el mar embiste y desgasta la isla::
la isla se encoge, degusta el espacio::
el espacio se reduce y te ahoga::
la fe de despertar sostiene al hueso::
la niebla fecunda la curiosidad
y de pronto el corazón tiene alas::
mañanas irisadas por la ilusión,
como la blanca ceguera en los ojos//
por los fines y confines del sinfín
por donde se encenaga un hambre buena,
la misma hambre de las rosas//
el camino es largo y no, no se acaba::
pasos y versos, marcha y poema::
me levanto de un recuerdo, emerjo::

innominable ecuentro con mi sombra::
bajo una ingente lucerna de cos,
por donde pasea el otoño vago
mientras deshija la mansa arboleda,
como quitarle el vestido a una mujer
inoculada con tersas palabras,
a quien se le versan dulces encantos
para regalarle el temblor glorioso//
mi rostro intrágico no desfigura
sólo busca la serpiente de agua::
mi mirada navicular se arrastra::
la luna equinoccial se pluraliza::
la fiesta del maíz y el vino empieza::
revivo en la ánfora de una musa.

Dédalo, róbalo,
atardecer índigo-
la lluvia aplasta el rumor tácito
de las penas sin péndulo
vestidas de sándalo-
la soledad se ha puesto tu traje
y me hace un mendigo-
pétalo ácido-
vuelta sin círculo-
que a veces me besas
y a veces me salas-
me complicas en un páramo
dedal de ortigas-
veneno íntimo-
bésame a veces
cuando no, también-
¿quién campanea en tu crisálida? -
mi mar se muere a tu puerta-
lamiente libélua-
crápula y lívida-
esta tarde tísica
se fuga por un ojal-
tálamo pútrido-
tornasol vértigo-
has de mi risa un rosal de razones-
encuentra mi sombra
junto al árbol de ceniza-
soy el esqueleto
que en espera de tu verbo,
se quedó sin carne-
soy la fe de parafina-
soy la ostia mustia
y un arco iris asesina mi corazón.

Elidio La Torre Lagares


Santurcesutra

somos los incomprendidos, los subestimados
los fronterizos que llevamos muertos a pasos
para adoquinar la fatiga (el futuro una vez
estuvo en nuestras manos, hasta que nos salieron
cayos de sostener tanta nada)— y nos dijeron
que no había cabida, que la casa estaba llena
y nos dejaron sin techo para cobijar la
esperanza por ser unos locos, ser tan locas,
(Manuel Ramos Otero, exiliado y sin irse, se
venía en sus rostros, con la horrible ternura del
amor no correspondido pariendo fantasmas
rosados y malcriados) mientras tragábamos
la leche y el herrumbre de la patria avejentada
y en sotana— somos la constancia, la carencia:
los que esperaban el mañana todos los días
en camisetas del Che, entre humo, cervezas,
y conversaciones truncas sobre Sartre y Camus,
comiendo humus isleño y deshojando pretextos—
somos la palabra inmóvil como barro seco,
entre sombras de baba dormida en convenios con
la patria inventada— somos los versos perdidos
de un poema, somos la cizaña que estropeó el
trigo y llevamos la mirada agotada por el
horizonte enrojecido que se desgasta en cada
aliento venido a menos— somos la posibilidad
negada, la antología censurada, mitad
del gusano que se queda en la guayaba— somos los hijos
deformes de la oscuridad, la polifonía nominal
del interior silenciado que paseamos por la Ponce de León,
-allí estaba José María Lima, peregrinando con boca amarga,
alucinándonos, y nos preguntaba «¿Por dónde anda mi nombre?»-
esquinando duro con incertidumbre narcótica—
somos sombras muertas y grises que lamen grafitis
y orinan el aserrín de la promesa podrida—
somos cosas viejas profanadas y maltrechas de juventud
somos así, llenos de ambigüedades, amplios
e incompletos, discontinuos y defectuosos:
y conocemos este sutra porque sabemos
que es así, porque llevamos la legaña del
desvelo, faltos de amor, promiscuos en la igualdad
y en la forja del sueño mirando atardeceres
derretirse en Santurce entre los esqueletos
del país que nunca fuimos

Elidio La Torre Lagares













No hay comentarios: