A primera vista

Un destello terrible, delicado,
peligroso, cortante, sin motivo;
hijo de los deseos, posesivo,
seguro, palpitante, soterrado...

Relente claro, tenue, descarado,
pompa de un manantial inofensivo,
padre de la pasión, pétalo vivo
que vuela de sus ojos descuidado...

Se enreda en la mirada de regreso,
celestial y lascivo como un beso
que marca el nacimiento de un conjuro.

Invita la mirada a la mirada
–diciendo todo sin decirse nada–
al embrujo silente del futuro...

Enrico Espino es el seudónimo de Henrry Di Spirito



El mapa

¿Intuyes esa imagen de espejo fragmentado
que cifra los silencios de este país de lluvia?

Vengo de donde el grito tiene el color del trueno
y tiene un número social el nombre,
donde son golondrinas unos pájaros
y no ese transitar en los adioses
de los amantes,
el cielo es cielo
y el hambre
comunismo
o economías de mercado
pero nunca un papel que acepta a la esperanza
en forma de metáforas, o el cifrado silencio,
y exige saciedad.

Quiero quemar los mapas y las rutas
que llevan, sin piedad,
a la estatua que rige a las palomas
o al banco de una plaza que se queda
cada vez
más sola.

Es mi país
una bandera
color del viento,

disuelta geometría.

Enrico Espino


Existe una mujer en un poema

Existe una mujer en un poema
que mira siempre el mar y que su rostro
es un enigma desnortado
caído del crepúsculo.

Ella no sabe
de días ni de noches ni de lluvias
y escarba el horizonte impresionista
como quien ve partir a la esperanza
o espera la llegada de cargueros
venidos desde el puerto sucedáneo
de la melancolía.

Nadie sabe si llora
 o su sonrisa es vuelo de gaviotas de niebla,
si sus manos se enlazan o son cuenco
que espera a que una lágrima de nubes siempregrises
caiga, como las horas caen en un reloj,
si el mar es mar o esbozo de una promesa áspera
y atardecida,
y nadie le confiere potestades
de andarse en las arenas
con un dejo de morbo en la cintura
o un ademán de sangre entre sus labios.

Una mujer en un poema
atrapada entre el blanco de una página
y la metáfora de las libélulas
que se miran bailar en un estanque;

mujer
que se nace palabra del ocaso
mientras pronuncia un nombre hecho de sombras.

Así la he visto, escrita en versos,
y me tendrán que permitir, amigos,
ahora que atardece la memoria
y el mar es mar apenas bosquejado,
que diga, simplemente, en el poema
que nace en vuestros ojos, sin permiso,
 que la amo.

Enrico Espino


Hubiera sido suficiente

Hubiera sido suficiente amar
sin invocar leyendas suburbanas,
extender la mirada y no mirarte,
quedarme en el insomnio y en el vino,
escribir un poema en un cuaderno
y exiliarme en la lluvia y la palabra
para entender que la memoria
es como un cáliz de cristal
palpablemente lleno
de olvidos.

Enrico Espino



La cerveza

Como buena cerveza de Baviera,
rubia o morena, fría o destemplada,
capaz de conquistar la delicada
razón de la razón con voz ligera

o como la burbuja que subiera
ingrávida y sutil la balaustrada
desde el borde del vaso hacia la nada
con la pasión del que la nada espera

o como la visión del que la gusta
cual sueño regalado por la vida
que la alegría bávara reclama,

puede ser el poeta en liza justa
de verso, estrofa y letra enfurecida
si no le falta el lúpulo y la llama.

Enrico Espino


Yo te quiero mujer...

Yo te quiero mujer de ardiente aliento
poblada con la sal de la marea;
propietaria del sol que espolvorea
su dorado conjuro sobre el viento.

Te quiero compañera y alimento,
el néctar del Olimpo, miel hiblea
y delicada ondina que aletea
en la pasión febril del sentimiento.

No te quiero lejana en el ocaso
sombra de soledad sin una estrella,
cruz de silencios en el mar del alma.

Y es que soy, en la playa del acaso,
las olas de las ansias donde sella
tu polisón de espuma sueño y calma...

Enrico Espino










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