A Scévola

Tiende la mano Scévola arrogante
sobre el carbón en ascua convertido,
y no exhala su boca ni un gemido,
ni oscurece una sombra su semblante.

Lleno de fuego el pecho palpitante,
a un combate glorioso decidido,
es un volcán que brota enfurecido
la hirviente lava de su ardor triunfante.

Tiembla a su aspecto el mísero tirano,
y su futura suerte comprendiendo
cobarde rompe el cetro soberano,

y allí, entretanto, Scévola sonriendo
le muestra altivo su abrasada mano,
al monarca y al mundo confundiendo.

Francisco Javier Balmaseda



El ruiseñor y su compañera

Tenía Fílis bella
prisionero en su jaula
un ruiseñor que triste
por morir suspiraba.
Su dulce compañera,
sus hijos, su enramada,
todo lo había perdido,
¡oh dura suerte infausta!
Mas la sensible Fílis,
al ver su pena amarga
volvióla compasiva
la libertad amada;
y rápido volando
halló a su esposa cara,
que el soplo de la vida
el dolor le arrancaba.
Ni al bosque había salido
en ausencia tan larga,
ni escuchó sus canciones
la plácida mañana.
Entonces con ternura
le dijo así arrullándola:
¡Cómo te amo,
pues te tengo probada!
¡Felices pajarillos!
Las pruebas espontáneas
del amor ¡oh, qué dulces,
qué dulces son al alma!

Francisco Javier Balmaseda













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