A una morena

Tienes ojos de abismo, cabellera
llena de luz y sombra, como el río
que deslizando su caudal bravío,
al beso de la luna reverbera.

Nada más cimbrador que tu cadera,
rebelde a la presión del atavío...
Hay en tu sangre perdurable estío
y en tus labios eterna primavera.

Bello fuera fundir en tu regazo
el beso de la muerte con tu brazo...
Espirar como un dios, lánguidamente,

teniendo tus cabellos por guirnalda,
para que al roce de una carne ardiente
se estremezca el cadáver en tu falda...

Carlos Pezoa Véliz, nacido como Carlos Enrique Moyano Jaña



Al amor de la lumbre

A la señora Dolores Endeyza de Silva.

Junto a las grutas de las quebradas
donde las aguas alborotadas
charlan de asuntos si ton ni son,
hay una casa de corredores
donde hay palomas tiestos con flores,
y enredaderas en el balcón.

Es una casa de tres ventanas
donde la madre luce sus canas
como argumento de algo gentil,
y unos modales llenos de gracia
que hacen más grave la aristocracia
del aire místico y señoril.

Si fueran cosas de tiempo antiguo,
más de una oda de metro exiguo
hubiera escrito Fray Luis de León,
sobre la dama de blanco pelo,
sobre las dichas que allá en el cielo
tendrán los buenos de corazón.

Y en verdad digna es de verso y prosa
la blanca mesa, la blanca loza,
la porcelana de albo matiz,
los cuchicheos, los tenues corros
y el agua alegre que salta a chorros
por una enorme llave matriz.

Es una dicha que causa pena...
La broma alegre, la charla amena
y allá en el piano, la, si, do, re...
Los besos largos, las risas claras
y el tintineo de las cucharas
sobre las blancas tazas de té.

Unos comentan el cuento charro;
éste que piensa fuma el cigarro
mirando el humo subir, subir.
Hace proyectos mientras bosteza
y ve en las brumas de su pereza
las alegrías que han de venir.

La madre cose; la joven piensa;
la chica enreda su oscura trenza;
los grandes hurgan temas de amor.
Y si a la larga se ponen tristes,
el más alegre cuenta unos chistes
que a todos ponen de buen humor.

Mientras, las flores pueblan la mesa
y la bandeja de plata gruesa
y las cajitas donde hay café,
en cuyas clásicas etiquetas
hay unos chinos que hacen piruetas
sobre cajones llenos de té.

En los jarrones de porcelana
hay una torre y una campana
que casi, casi repica ya...
un cuadro antiguo, colgado al muro,
y en él un gesto grave y seguro
sobre el retrato del buen papá.

Si allá un piloto maniobras manda,
los chicos todos en la baranda
piensas: ¿a dónde va el bergantín?
...Y sopla el viento del mediodía
y una brumosa melancolía
vacía en el aire vahos de esplín.

En las heladas tardes de invierno
se leen libros de arte moderno
o alguna charla de Pedro Gil;
oye la dama de pelo cano,
callado el viento, callado el piano,
y Paderewsky sobre el atril...

Cuando en las noches hay aguacero,
niños y gatos junto al brasero
oyen La lámpara de Aladín;
cuentos de negros duchos en bromas,
niñas que un hada volvió palomas
o gigantones con piel de espín.

...Suenan las doce; la madre reza;
hay en los cielos mucha tristeza,
abajo un vaho sentimental
mientras que enfermas de hipocondría
cantan las ranas su letanía
allá en la orilla de un manantial.

Sueñan los niños que allá en la gloria
hay una inmensa preparatoria
donde Dios hace de preceptor;
y que en las clases, de traje blanco,
a cada uno pone en el banco
una corneta con un tambor.

Carlos Pezoa Véliz

Alma   chilena
(fragmentos)

Todo calla, todo calla…
Sólo desde el mar, del dique
llega un resplandor de hornalla
y redobla la metralla
del martillo junto al pique.
……………… 

Son los trabajos del dique…
Es el formidable cántico,
el clarinazo, el repique
del martillo junto al pique
en que se halla el trasatlántico.
……………… 

Son los rotos de alto rango.
¿Son de dónde? Nadie sabe:
uno recuerda que en Tango
hundió el cuchillo hasta el mango
por cierto asuntillo grave…
……………… 

Y el maipino Juan María,
Juan José, Pancho Cabrera,
huasos que fueron un día,
hoy ya en la secretaría
de un Centro de Unión Obrera.
……………….

Todos temple de machete.
Cada uno un buen muchacho
con el buen humor de siete,
que arroja como un cohete
la pulla o el dicharacho.
………………... 

Y era del mar, de la sierra
si la suerte era reacia,
de la patria allá en la guerra;
en paz era de la tierra
y del pobre en la desgracia. 

Que, desde Ercilla a hoy, caso
no hay de aventuras o éxodos
en que, misérrimo o craso,
el pan del indio o del huaso
dejara de ser de todos.

Carlos Pezoa Véliz


Bohemios

Te encontré esta noche
ebrios de recuerdos,
somos dos amigos
bebamos, charlemos. 

Soy Carlos, me dices,
respondo, ya te conocía,
pues leo tus versos
que sí; es poesía,
siempre tan hermosa,
antes como hoy día,
deba ser que tienen tanto
de tu vida. 

¡Qué bueno! Respondes,
los hombres no cambian,
alegres o graves siempre soñadores,
buscan una amante, toda su alegría
su cuerpo y pasiones. 

Locos y bohemios
embriagados en ellas,
jugándose enteros en una ilusión
ardiente y quimera. 

Qué grandes recuerdos
los llevo por siempre
aunque ya no viva. 

Traiga el vino su delirio de pasión,
que las risas carmasí
besen nuestras copas ,
ésta es noche para nuestros sueños
habiendo una niña
no existe hombre cuerdo.

Brindemos por ninfas-placer-fantasía
amor de un instante
que pronto se olvida,
es lo más hermoso
alegrando noches;
que se hacen días.

Carlos Pezoa Véliz


Cuerdas heridas

Semejante al fulgor de la mañana,
en las cimas nevadas del oriente,
sobre el pálido tinte de tu frente
destácase tu crencha soberana.

Al verte sonreír en la ventana
póstrase de rodillas el creyente
porque cree mirar la faz sonriente
de alguna blanca aparición cristiana.

Sobre tu suelta cabellera rubia
cae la luz en ondulante lluvia.
Igual al cisne que a lo lejos pierde

su busto en sueños de oriental pereza,
mi espíritu que adora la tristeza
cruza soñando tu pupila verde.

Carlos Pezoa Véliz


Fecundidad

A Guillermo Labarca Hubertson.


El porte grave, el porte de esta robusta vaca
de cuernos recortados, el aire distinguido
de ésta que es corniabierta y ésta que es tan retaca,
manchan el pasto alegre donde rumia el marido.
Sopla un aire robusto. ¡Salud, señor paisaje!
¡Es usted tan potente! ¡Y es usted tan salvaje!

El toro de ancha testa contempla en la pradera
La encantadora carne de la esquiva ternera
que hacer saltar la brizna, buscando, hocico al aire,
no sé qué encanto nuevo que ha soñado..., el desgaire
de los gallos erguidos, de los polos de estacas
que hacen rueda a las pollas de floreados pompones,
entre el aire seriote de los toros y vacas
y el chirrido tedioso de cien mil moscardones.

Las moscas acrobáticas se buscan. Y los pavos
empiezan ademanes de lujuria en los rabos.
abiertos a la inmensa gloria de un sol lascivo
que torna obscuro el gesto y el ensueño agresivo.
Los peones cuchichean en los ranchos agrestes;
las hembras escudriñan los espacios celestes,
como soñando un hombre superior, un mancebo
de formas endiabladas, un macho ardiente, un nuevo
peón que viniera a brincos por las viviendas de ellas,
violando a las esposas antes que a las doncellas.

Por el abierto campo las manadas tranquilas
alargan los lamentos de las tardas esquilas,
mientras un venerable camero de agria testa,
salta por sobre aquella borrega o por sobre ésta.
Más allá un potro bayo de musculosos pechos
baja a brincos los quiebros de los bruscos repechos,
mueve la cola, mueve las orejas nerviosas,
salta, piafa, relincha; las patas temblorosas
se levantan, se doblan. El sol cae en el anca
y hay relampaguilleos de oro. Esbelta potranca
vine dando corcovos. Ansía que la violen
Sopla un viento de fuego que arrastra polen, ¡polen!

Oiga usted, buena moza que las vacas ordeña,
más blanca que la leche de las vacas la sueña
mi juventud. Sus pechos deben ser aún más blancos.
(El pastor le echa el ojo por los mórbidos flancos)
Oiga usted, buena moza. Mire el sol: una brasa...
¿Ve usted a la potranca? ¡Pues ella se solaza!
¿Y nosotros? ¡La sangre se me enciende, pastora!
Dame un beso. ¡Otro beso de tus labios! Ahora.
mira cómo en los campos la carne de las frutas
tirita; cómo corren oleadas disolutas.
Mira cómo la vida revienta. Mira cómo
el viento ama a las tierras y les araña el lomo...

La pastora se calla. El pastor tiembla y mira;
luego se va acercando. La pastora suspira...

Carlos Pezoa Véliz


Nada

Era un pobre diablo que siempre venía
cerca de un gran pueblo donde yo vivía;
joven rubio y flaco, sucio y mal vestido,
siempre cabizbajo... ¡Tal vez un perdido!

Un día de invierno lo encontramos muerto
dentro de un arroyo próximo a mi huerto,
varios cazadores que con sus lebreles
cantando marchaban... Entre sus papeles
no encontraron nada... los jueces de turno
hicieron preguntas al guardián nocturno:
éste no sabía nada del extinto;
ni el vecino Pérez, ni el vecino Pinto.

Una chica dijo que sería un loco
o algún vagabundo que comía poco,
y un chusco que oía las conversaciones
se tentó de risa... ¡Vaya unos simplones!

Una paletada le echó el panteonero;
luego lió un cigarro; se caló el sombrero
y emprendió la vuelta...
Tras la paletada, nada dijo nada, nadie dijo nada...

Carlos Pezoa Véliz


Tarde en el hospital

Sobre el campo el agua mustia
cae fina, grácil, leve;
con el agua cae angustia:
llueve

Y pues solo en amplia pieza,
yazgo en cama, yazgo enfermo,
para espantar la tristeza,
duermo.

Pero el agua ha lloriqueado
junto a mí, cansada, leve;
despierto sobresaltado:
llueve

Entonces, muerto de angustia
ante el panorama inmenso,
mientras cae el agua mustia,
pienso.

Carlos Pezoa Véliz


Teodorinda

Tiene quince años ya Teodorinda,
la hija de Lucas el capataz;
el señorito la halla muy linda;
tez de durazno, boca de guinda...
¡Deja que crezca dos años más!

Carne, frescura, diablura, risa;
tiene quince años no más... ¡olé!
y anda la moza siempre de prisa
cual si a la brava pierna maciza
mil cosquilleos hiciera el pie...

Cuando a la aldea de la montaña
con otras mozas va en procesión,
su erguido porte, fascina, daña...
y más de un mozo de sangre huraña
brinda por ella vaca y lechón.

¡Si espanta el brío, la airosa facha
de la muchacha!... ¡Qué floración!
¡Carne bravía, pierna como hacha,
anca de bestia, brava muchacha
para las hambres de su patrón!

Antes que el alba su luz encienda
sale del rancho, toma el morral
y a paso alegre cruza la hacienda
por los pingajos de la merienda
o la merienda de un animal.

Linda muchacha, crece de prisa...
¡Cuídala, viejo, como a una flor!
Esa muchacha llena de risa
es un bocado que el tiempo guisa
para las hambres de su señor.
Todos los peones están cautivos
de sus contornos, pues que es verdad
que en sus contornos medio agresivos
tocan clarines extralascivos
sus tres gallardos lustros de edad.

Sangre fecunda, muslo potente,
seno tan fresco como una col;
como la tierra, joven, ardiente;
como ella brava y omnipotente
bajo la inmensa gloria del sol.

Cuando es la tarde, sus pasos echa
por los trigales llenos de luz;
luego las faldas brusca repecha...
El amo cerca del trigo acecha
y le echa un beso por el testuz...

Carlos Pezoa Véliz


"Vivo en un pueblo donde es peligroso demostrar talento. Se le envidia brutalmente. El medio es infernal. No hay con quién conversar de arte."

Carlos Pezoa Véliz














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