A veces es preciso
escapar del encierro, someterse
a la hora del gozo,
cuando la luz se sienta y nos contempla,
invadiendo el espacio del ojo que desnuda;
esperar que el declive perfecto de su espalda
de andrógino se curve
y dejarse caer, ser arrastrado
pasto de su deseo.

Carmen Rubio López



Canto de abril

Ponme escollos y vientos para ensayar mi fuerza,
búcaros y angosturas para afinar mi talle.
Ofréceme una rosa,
recién amortajada para que yo la asista,
bocas con mucha sed para ser solidaria.
Regálame una nube
que me beba despacio y me derrame
una tarde de sol.
Y para cuando quiera
cantar, dame una fuente –si puedes, de alabastro–
y pájaros que entonen las notas que yo olvide.

Eso pregona el agua
que pasa bajo el puente.

Carmen Rubio López



Es culpa de la lluvia de otoño, de esta lluvia
que te inunda la casa
en ese gotear de la inconsciencia,
cuando tu cuerpo toma el trazo de una nave
y en tu diario de a bordo queda escrito:
"Llevo el mar en la boca
y una premonición de islas en el vientre:
quién puede discutir
mi condición de ahogado"

Carmen Rubio López



La casa

Nos muestra su fachada con residuos de cal.
Desde sus ojos ciegos,
cela la intimidad de su vacío.
En el cerrado espacio de la sala en penumbra,
se ha instalado un gran bosque
de sombras y raíces.

La casa, en su apatía,
se deja acariciar por las voces del agua,
del surtidor que trae noticias del jardín.
Es vieja. Ya no puede
relatarnos su historia antigua como el aire;
su historia,
mas oculta que el fuego de la tierra.

En la primera grada que da paso al jardín,
se le ha dormido el tiempo.
Despierta, como el búho
que se alumbra en la noche,
recorre las estancias con su traje de novia,
y corre las cortinas para que ningún rayo
irrumpa en su silencio
y así quedarse sola como un bulto
a quien nadie interesa.

Parece que esta casa,
como superviviente de un naufragio,
viviese recluida en su mudez,
tendida como noche en los aleros
para contar estrellas.

Carmen Rubio López


Patio andaluz

Un patio de baldosas.
En las tapias, la espuma
de un limonero en flor.
Una descolorida mecedora
que, sin vaivén, acuna a un anciano dormido.
-Una raya de sol que se inmiscuye,
a través del ramaje, la señala-
En el portón, un lienzo a guisa de cortina.
Paz y sombra. Geranios.

Por la ventana -casi- asoma el rostro
de una mujer que corre los visillos.
Todo lo que fluía, calla ahora.
Arriba, cielo o lumbre,
bate graciosamente su azul monotonía.
Tic, tac. La tijereta rural de la chicharra
va mordiendo
el mantón amarillo de la siesta.

Carmen Rubio López


Un fósforo encendido delante de tu rostro
te recuerda que has vuelto.
Intentas retener lo que te trajo
el viento de la tarde,
un aroma de agua o ropa puesta al sol.
Tus ojos se entretienen en la llama
mientras das unos sorbos de tu taza vacía.

Fuera sigue el diluvio:
"Buenas noches tristeza".

Carmen Rubio López






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