Amo a veces las cosas sin palabras

 Amo a veces las cosas sin palabras,
la cristalización de la tormenta, Moisés temblando,
abscesos en las piedras, sangrantes cuarzos,
geodas de la ley incandescentes. 

Aguardo ansiosa la leva de los ejércitos bárbaros.

Amo a veces en cambio las palabras sin cosas,
el soplo de la brisa que susurra tu nombre
al borde de mi nombre
y es casi nuestro nombre.
Las estructuras vacías de la luz y de la sombra,
los pozos a los que no nos asomamos
pues somos a la vez visión y pozo,
cosa y palabra,
el filo entre la culpa y la inocencia. 

Espero que frunzas mi destino sin rozarlo siquiera.

Carmen Palomo Pinel


Ciencia exacta

Huérfana del recuerdo del poeta,
negador de la aurora que en ti anida,
que ignora que eres canto y fe de vida,
que eres del infinito la pirueta,

que eres reloj de sol y no veleta,
que eres estrella a la verdad prendida,
impulso vertical que nos convida
a medir el amor de alfa más beta.

Aunque el verso fugaz te desherede
la belleza en tu seno es un axioma,
una palpitación de lo enigmático

y el canto de un poeta nunca puede
descomponer la perfección que asoma
por tu limpio horizonte matemático.

Carmen Palomo Pinel




Letanía imposible

 Letanía imposible: quiero que un tiempo vuelva.
Me recompongo en vértigo para desaprenderme
me hundo en libros sin fondo para desaprenderme,
piscinas donde nadan fluorescentes sirenas.
Este, este es el tiempo de la desolación.
Y daría mi vida porque me desnortara
un despiste de golondrinas
o el furor de la guerra y de la caza
con su sangre olorosa
que me alivie esta necesidad de esferas.
Una doncella viene hacia mí con los brazos cortados,
su abrazo de carencia me acordona la vida.
El concepto es un sepulcro confortable para una tarde sin hojas
y amo a veces
sus dientes blancos que devoran sin daño
y otras veces los odio
y busco que inhibir mi sangre sea, en la tuya,
el rugido de una recreación.

Carmen Palomo Pinel



 Malos encantadores: el mar que niega el mar...

 Malos encantadores: el mar que niega el mar,
la mañana que oculta la mañana, tatuajes
de sombra en que sobre mi propia espalda estoy escrita
al borde del brocal en que velo mis armas
y tú velas –terciopelo- mi gigante sin noche,
sin aguijón, luciérnagas.
Nuestra cordura vale la moneda incendiada
de cuánta locura la limita,
pesa lo que dos tórtolas,
se adorna como altar del sacrificio.
Tu pluma es el amor de una génesis sin mitos:
el fuego es nuestro, memoria, molino,
Europa en la ceniza. El fuego es nuestro.
Candeal será el vientre, lomo de clavileño
la balsa que nos alcance el puerto.
Vetas y nudos el entramado de nuestra salvación.
Pero nuestro es el Dios de la triste figura,
y el alma nos la envuelve en Dulcinea
que bien merece un lance,
y el cuerpo lo enjaeza como corcel de agua y de berilos.
Miniatura del hombre, inmensidad.
Míranos, Dios, con ojos de Quijote,
cuando arañemos bárbaros los tornos de este mundo
y el último afán de la noche sea una muerte de encaje
sin honor, sin batalla.

Carmen Palomo Pinel







No hay comentarios: