A veces

Si siempre me viví
como tosca,
durísima madera,
¿por qué desear ahora,
a veces,
ser sólo un flojo tallo?

Ah, me someto a juicio.
A la hora del ruido
y del hervor,
suelo volverme,
con el fervor ileso,
aire suave,
humo claro,
aroma tenue.

Anhelo andar entre todos
como un sueño
que no pueda contarse
por impreciso.

Quisiera dar,
tan sólo,
cantos mínimos, vagos.

Y todo,
apenas entreverlo.

Enriqueta Arvelo Larriva



Destino

Un oscuro impulso incendió mis bosques
¿Quién me dejó sobre las cenizas?
Andaba el viendo sin encuentros.
Emergían ecos mudos no sembrados.
Partieron el cielo pájaros sin nidos.
El último polvo nubló la frontera.
Inquieta y sumisa, me quedé en mi voz.

Enriqueta Arvelo Larriva


El cristal nervioso

Es clara e inquieta.
Es clara e inquieta 
y ahueco hoy las manos para brindarla.
¡Cuánta contienen mis manos 
de esta dulce agua!
La cojo cuando ágil y naciente salta
 —plena de fragancia, de frescor,  de iris—
mojando el follaje de mis ansias.

Vértice de mi alma, en ti nace el agua.

Tomad cada uno prolongado sorbo,
los que váis sedientos de un cristal nervioso.

Impaciencia lucen mis manos delgadas,
vaso que palpita sintiéndose colmo.
Bebed, que se apagan las burbujas pronto
y será agua muerta
el agua bullente que en las manos porto.

El agua está viva. ¿Tenéis sed de alma? 

Bebed, que casi oigo 
música, si acerco las manos al rostro.
El agua está viva, y es para nosotros, 
los que váis sedientos de un cristal nervioso.

Enriqueta Arvelo Larriva


El río

El río está tibio
como mi piel
y sabe bañarme el alma.

Juega conmigo a ahogar mi hondura,
nervudo de culebras de sol.

No se parece el río
a aquellos ojos quietos que no quise.

Enriqueta Arvelo Larriva


Explicación

¿Por qué dices espinas?
Al oírlo, oh sorpresa,
vi volar unas aves extraviadas
y seguí las campánulas que se iban a la tierra
a ensamblarse en raíces invisibles.
¿Espinas? No.
Son mis graves espigas.
Espigas de mis plantas
tostadas por los soles.
Son espigas que brotan en el bien
y se baten rigentes
en función de verdad y de armonía,
acaso de ternura.
Son ásperas espigas, nunca espinas.
Y es fácil esquivarlas. 
No son mudas ni guárdanse en la selva.
Son espigas que arrollan el silencio
y se dan en los claros.

Enriqueta Arvelo Larriva


Insomnio

Cuando toda la casa está dormida,
vienes tú, mi arbusto de entresueño;
mas el hacha
va dejando astillas en la almohada.

Y en el reposo nulo,
salto de flautas y delgadas cuerdas
a salvajes tambores:
de persianas en frescura
me llegan miradas de imposibles espías;
y el aroma más puro me flagela.

La noche, estremecida,
llena de repiques pasados,
de mis guardados duendes
y de lejanas bestias, hermosas, resonantes,
cava en su negra tierra
y crea llamaradas en los hoyos profundos.

Mis ojos, abiertos o cerrados, son ojos incapaces.
Inquiero en los rumores
voces de ángeles o de réprobos.

Lluvia de espinas cae
desde antigua sonrisa.
Los que sufren, tan míos,
se abrasan en mi mente encendida.
Y afanados martillos practican en mis sienes.

La madrugada es lisa, sin vecindad de alba.
Y en su laja se abaten mis caballos.

Enriqueta Arvelo Larriva



Invitación para crear una música

Vengan los barcos que aguardan la hora de salir
y la flor que pinta logradas etapas en su día.
Las fragancias gustables de los aserraderos
y los aviadores que se sientan inseguros en tierra.
Los obreros que no derrumben su domingo
y los ganados adelgazados que siguen sin descanso un rumbo húmedo.
Ven tú, si aún sigues sorprendiéndote.
Crearé una música unida
en pentagramas astillados.

Enriqueta Arvelo Larriva


“La soledad no fastidia. Mi soledad desde luego, es maravillosa. Un amplio  subterráneo lleno de estalactitas y estalagmitas como quien dice (…) por el que no ando perdida. Además me gustan muchas cosas que no son soledad. Los periódicos, el béisbol, la política de todas partes. Y sobre todo la gente de mi pueblo que siempre está en mi vida.”

Enriqueta Arvelo Larriva


Llegas

Llegas. Tus ojos vienen firmes.
Gallardos, con las armas de los internos fuegos.
Yo quiero ser sencilla como el hilo sin perlas,
ágil como en la copa es la gota del borde.

Yo quiero ser sencilla, pero tú me complicas
alzándome a una estrella trémula e invisible.
Yo quiero ser sencilla. Y me colmo de quiebras,
y soy un laberinto y mi clave se pierde.

Quiero el ritmo sereno y mi inquietud florece.
Y la flor indecisa, con hojas asustadas,
desploma tu firmeza.

Y descanso en la fuga de tus ojos vencidos.
Y soy ligera y simple, como el hilo sin perlas;
ágil como la gota del borde.

Enriqueta Arvelo Larriva



Marcas en el espacio

Un rebaño de manchas
o brochadas sin vínculo.
La mañana les fija.
Su derivo es la noche.
¿Servirá su color
para marcar mi polvo?
¿Será gama durable
o relámpago?

Enriqueta Arvelo Larriva


"Nací y vivo en el pueblo del Llano (Barinitas sin historia, Barinitas sin construir, pero que cuenta más habitantes que Barinas) que está al pie del Ande, casi en sus últimos contrafuertes, pueblo que tiene mucho de ambas zonas. He estado así, abastecida en punto a naturaleza, pero a pesar de mi curiosidad y mi ternura por ella, y aunque ella ha sido mi refugio, no puedo clasificarme como delirante enamorada. Me interesa más lo humano, lo vibrantemente humano. Eso sí, lo límpidamente humano. En veces, sin pensarlo he querido hacer humana la naturaleza. ¿No lo capta así, por ejemplo, en mi breve poema “El río”?"

Enriqueta Arvelo Larriva



"No me labré intelectualmente en ninguna parte, “designorantándome” un poquito sólo por la influencia de mi hermano, la que muy temprano dejó de ser inmediata, pues él dejó estos lugares siendo muy joven y cuando yo estaba en plena adolescencia. A esto se agrega la carencia absoluta de viajes, si no contamos uno que otro paseo por la sabana (…). A la capital de la República no fui nunca siendo muchacha. La vida ha sido dura con todos mis anhelos, por lo que es un hallazgo no sentir que me haya vencido del todo."

Enriqueta Arvelo Larriva


Prométeme

A veces tengo miedo...
No de la tiniebla inmediata,
sino de que se apague mi faro lejano.
Miedo
de que se entierre en la sombra mi guía distante,
de que mueran sus claras señales
en el horizonte que yo vislumbro...

Optimismo: consérvame esa luz
que luce adelante,
el faro que radia en la zona del tiempo virgen.
Recuerda que nunca pedí nada
para la hora presente,
que hilé dulce mi serenidad
sobre el carecimiento que agita.

Sin tu bien, optimismo,
se oxidaría mi quimera
y mi corazón se haría intransportable.

Optimismo, engáñame.
Haz que lejos, frente a mí,
alumbre la luz guiadora.

Prométeme, prométeme, prométeme...
No pido sino fuerte aptitud
para divisar el faro de las promesas

Enriqueta Arvelo Larriva


Respuesta

Te hablo, oh antena temeraria,
con la armonía de mi río profundo
y de mi lago sin copia de palmeras.

Quiero saber, hombre lejano que me llevaste
por una ribera muy tuya para mí desconocida,
si en un paso de insomnio
tus pájaros briosos y relucientes
picaron en las moras zumosas de mi soledad.

Si me sentiste allí,
en la espesura de tu bosque sumido,
como hoja soterrada,
como liana sin anillo,
como brisa curiosa
castigada en cárcel vaporosa y oscura.

Si me aspiraste en el último humo de la tarde
o si pasé despertándote por tu más raro amanecer.

Dime si le nací a tu sentir en nube de promesa
o en volcán impaciente y a punto,
o sobre hierbas ya pardas.

Dime si me tomaste como canción de sueño
o como lengua de fuego en extravío dichoso,
o si sólo amaste en mí una arena apagada.

Quiero saber si tu pulso de fiebre
imaginó el candente lejos de mi sangre
o si fui la mancha casta de tu medianoche.

No sé si me invitaste a ver dolores esforzados,
a beber ráfagas de trastornados vientos,
a vivir contigo una hora noble en que luce morir.

¿Probaste mis panales sin destino?
¿Entraste a mi huerto de manzanas incorpóreas?
¿Quebraste la redoma de mi esencia desurcada?
¿O se rompieron en mis muros
tus suspiros magníficos?

Di si pensabas que te dejaba cruzar mis abismos
con embriaguez espoleante,
derramando mi ungüento en tus raíces
o que ordenaba sobre tu pecho
que fueses mi inflexible guarda en la noche de ausencia,
o que me hacía a un lado en el desfile de tus llamas.

Di si me entregaste con delicia
una dádiva única y tremenda
y si de mí obtuviste una espiga vacía.

Si en tu penumbra fui rosa somnolente
o a tu luz ala austera y sacudida.

Si mi voz, rama andante de mi vida,
se te dio como ser,
como suelto corazón cálido,
como humana viajera
que hoy regresa con sus pedazos de camino
y puede darme tu valle y tus breñales.

Me pediste mi distante secreto.
Da el tuyo a mi curiosa lejanía.

Quiero saber qué funda mi poema
en tu mar, en tu playa, en tus jardines.

Enriqueta Arvelo Larriva



“Una de las más puras y especiales satisfacciones que los venezolanos tuvimos el 23 de enero de 1958  fue reconocer que el efectivo bien de liberación debióse a la energía motriz que generara la perfecta unificación de todas nuestras fuerzas  bien intencionadas (…) Porque se saborea miel sobre hojuelas al comprobar que el ambiente de libertad ha sido procurado y mantenido por el esfuerzo conjunto de todos los venezolanos  de buena intención patriótica. Y del tal comprobación se deriva, pujante y clara, la convicción de que, dentro de esa libertad y ese vínculo es posible llegar, al fin, con plena consistencia, a la recuperación que nuestro país reclama.”

Enriqueta Arvelo Larriva

















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