Abril me dice Amor

Abril me dice Amor. Me lo repite
constantemente, Amor Amor..., mil veces,
y yo escucho su voz y tú pareces
desear que mi aliento resucite.

Me dice Abril, amor, que te recite,
Amor Amor Amor..., que así floreces,
que todo el corazón y el alma ofreces
a quien de viva voz a amar te invite.

Y yo escucho su voz reconfortante
y escribo Amor Amor..., lo escribo tanto
que de tanto escribir mis manos lloran.

Abril me dice, amor, que te lo cante
y yo digo que sí, que te lo canto,
y mi voz y tu ausencia se enamoran.

Esteban Granado


Estrellas

Parte la luz dorada de la estrella
y alcanza, de tus ojos, la ensenada
—espíritu y sustancia iluminada
fundidos en qué límpida centella—.

Su oficio de color no arrastra huella
hasta que no se vuelca, deslumbrada,
sobre el encaje de tu piel rosada,
besada y renovada para ella.

En la albura esencial de tu sonrisa,
porticada de espléndidos rubíes,
sólo la claridad del alma impera.

¿De cuántos soles —cuánta luz— precisa
el fulgor que despierta apenas ríes
que a la galaxia en resplandor supera?

Esteban Granado


Llámalo sueño

Llámalo sueño. Un pájaro en el pecho,
en el lugar del alma una paloma,
en el del corazón sólo un aroma
del olivo a la flor, del suelo al lecho.

Del olivo a la flor, un corto trecho
para el vigor que a tu palabra asoma,
toma la pluma tú y escribe, toma
vuelo en mi frágil voz, suelo en mi techo.

En lugar de un lugar, la nada y nada
más que un sueño en tu ausencia perfumado
iluminando el inmortal vacío.

Una paloma, ¡llámala!, que entrada
la noche y en tu lecho, a tu costado,
su corazón de viento será el mío.

Esteban Granado


Teosofía

Que no soporta la melancolía
y que los días grises la iluminan del todo.

Resbalan las estaciones por su pecho envueltas en papel de calendario:
el hielo de febrero se parece a los cántaros de abril,
la transparente placidez que junio recupera disfraza sus arrugas en noviembre.

Ella, con su ropa barata y su peinado casual, estimula el resurgir del tiempo.
Ella dice que el tiempo es universo,
por eso viaja tanto en las noches de invierno y nunca lleva un paraguas en la maleta
(y nunca lleva un paraguas en la mirada).

Ella es el universo que ha nacido en su mente.
Se mueve por el tiempo y transforma el ayer en porvenir
de manera que solo le suceden los recuerdos.

Las mañanas de otoño sale a la calle con los ojos claros
y si vuelve mojada sus ojos son dos pozos de petróleo.

El viento apenas modifica su peinado de artista,
aunque insista en soplar con furia redomada
(algún mechón rebelde cae sobre su dorada frente sin estrépito).

Cuando la primavera se pronuncia, desecha otras fragancias
y se guarda la suya, inconfesable, su ración de pureza,
se hace fuerte al empuje sordo de la acedia,
domina el rasgo eufórico que desata el calor.

Y cuando ya hace calor y los pájaros reinan

convierte su equipaje en una alforja pobre para el pan.



Esteban Granado





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