Acerca de arte de bien partir

Desearlo tristemente a destiempo.
Invocarte e incinerar mariposas negras
cuando las nubes anuncien la desmemoria
o la demencia cada que los prados de tus pechos
anhelen un cielo de relámpagos que yo no te di.

El dilema de mis tardes que aguardan silencio:
Naufragar en mi barca o aprender a nadar.
Tu cuerpo entrega sus diluvios desde lejos
Remaré contra la rutina para decirte
o para callarme esta ternura del adiós.

Eduardo Villegas Guevara


El monigote del bosque

Fulana aparece en una leyenda del bosque:
junto al vagabundo de los sesos chupados.
Quieto es su nombre y Tristeza su apellido.
En invierno se acerca al pueblo con una palabra
que se le ahoga en la boca y permanece inédita.
La historia habla de un galán vuelto al revés:
se culpa a la bruja de ello, pues dejó de amarlo
y lo abandonó en el bosque a su triste suerte.
Fulana, ¿son ciertas esas murmuraciones?
Se carcajeó y en una pausa comentó: ese hombre
jamás tuvo sesera buena, pero siempre resulta más fácil
culpar de la estupidez masculina a las hembras.
Yo pensé en poner mis barbas a remojar,
pero Fulana adivinó mis pensamientos.
No te preocupes por esa historia y bésame toda:
besar intensamente es una gran aventura
y el primer síntoma de la inteligencia —dijo—.
Yo seguí sus instrucciones, sin pensar siquiera
que me convertiría en el monigote de Villa Tollocana.
La besé toda, pues todo en ella era besable,
y las dudas que una vez tuve jamás volvieron

Eduardo Villegas Guevara


"El negro es el misterio, la sabiduría de Quetzalcóalt el gran dios oscuro, y, el rojo, el sol. Es el símbolo del coyote."

Eduardo Villegas Guevara



La llamaron bruja, siendo hada del bosque

El bosque le guarda un sitio y, hermana de las raíces,
también pierde las hojas y luego reverdece.
La he visto flotar sobre la corriente de los arroyos,
cuando suele ser agua fresca para el sediento.
¿Por qué danzas con los pies desnudos?
Acaricio la tierra —dice—; jamás voy a pisarla.
Las aves equivocan el vuelo cuando sale del bosque
y los perros de la villa ladran porque huele a hierba.
A pesar de las ramas quebradas de sus piernas
tiene otro bosque adentro, con su pubis de manantial.
Como hada que es, me brinda sombra y dulces vientos.
Esta misma fortuna les otorgó a otros villanos,
pero les retiró sus dones y ellos la maldijeron
y la dotaron de esta perversa fama en la comarca,
donde suelo ser el único bastardo que la ama sin recato.

Eduardo Villegas Guevara


“no hay deseo que valga cien lágrimas
ni cuerpo que no lo cumpla.”

Eduardo Villegas Guevara














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