ADEHALA EPILOGAL

¡Adiós! De colofón, esta adehala,
lector que no conozco. Mis estrofas,
para dar frutos óptimos, te piden
renunciar a la mera inteligencia.
Sumirte en la honda noche de los fuegos,
en razón que no sabe de sí misma,
en música ritmada y sin pedal,
en blanco resplandor de cielo raso.
Entero es el cantar que te dedico.
Debes amar la letra y el espíritu.
Hallarás un calvero en ese bosque
sentirás su temblor y calofrío.
Del color de las uvas sale el vino,
con el grado y largura del reposo,
y toma su regosto del tonel
donde diurnas quimeras transparecen.
Para ti su agua ardiente, embriágate,
no salgas del Edén de la memoria,
ten la fruta en sazón, prueba la imagen
y rinde tu inocencia a mi albedrío.
No es precio sino fina añadidura
lo que se agrega al gusto, a la medida.
Nada está por antojo o porque sí,
todo tiene su llave y cerradura.
No quieras entender como un teorema
lo que dice el hondor. Signos de magia
te ayudan a mirar ojos adentro,
color, sello, textura de vilanos,
apariencias del aire cuando llueve,
hallazgos del sonido que conoce,
silencios que preparan sus acordes,
sentido que en relámpagos florece.
Vuelve ahora a leer claros enigmas:
hallarás mis instantes preservados.
Eres hombre y te duelen las heridas:
verás que mis dolores son los tuyos.
Nos vamos tan desnudos al silencio,
nos queda únicamente lo que pasa.
Lo que escribo es del mundo, y para siempre;
lo que das, a la muerte se lo quitas.

Fernando González Urízar


La copa del amor

Ahora que el mar se hizo recuerdo,
juntos en el estío de las lágrimas
miramos otra vez el agua sola,
el agua del crepúsculo
caída sobre los ojos ciegos,
ay, inmóviles charcas
en el vacío de los cielos.
Sopla el viento la luz,
la ciudad es un ramo que titila,
escapan temerosas las arenas,
la copa del amor es alta y triste.
En el estruendo todo se sepulta:
la voz, luego el sollozo
y el adiós que se va con esas olas.

Fernando González Urízar








No hay comentarios: