Adiós

¿Recuerdas? Era así. Césped de alfombra
florecía en colores dulcemente,
y en la vibrante y tibia y clara sombra
era verdad tu cuerpo adolescente.

Dorados, rosas, blancos, tus vestidos:
gaviotas de aquel cielo, extenuadas
por adioses inmensos, sólo oídos
en mis remotas playas deslumbradas.

¡Adiós, amor! Tu fuego ya en mi pecho.
¿Dónde el mundo y su forma, luz gozosa?
¡Huye, cintura breve, astro deshecho,

opaca ya en tu piel la luz hermosa!
Nada quedaba, boca. Así fui hecho
a la furia: besar un ascua rosa.

Eugenio de Nora




Canción sin destino

Tú, nunca encontrado,
sólo a quien busqué.
¿Siempre he de seguirte
sin llegarte a ver?

Amor prometido
en rosa y en luna,
en toda belleza
que quede o que huya...

Tú que me naciste.
y el amor nació;
unidad completa,
soledad, amor.

¡Amor sin amada!
¡Fantasma de fe,
nostalgia, recuerdo
que nunca miré!

¿No eres tú quien mueve
la buena pelea,
tú, a quien se va siempre,
y nunca se llega?

Si eres en mi alma
flor de eternidad,
¡florécete y huye,
no me des la paz!

Pero, no: en el mundo
me naciste un día;
pues en ti soy hombre,
déjame que viva.

Estoy: una vida
es la eternidad.
Jamás tendré otra,
te quiero alcanzar.

¡Sí, quiero alcanzarte,
y tenerte, sí;
vivir un destino,
vivir y vivir!

¡Yo quiero tus ojos,
tu voz y tu boca,
y tu alma y tu carne
toda, toda, toda!

¡Oh, amor prometido
que nunca he de ver;
si eres como un sueño,
bella debes ser! 

Eugenio de Nora



Canto al demonio de la sangre

Una vez más tu látigo de fuego,
¡déspota de la sangre! , y adelante.
Tu música brutal de mar furioso
que el mundo toca, ¡y adelante!
¡Oh Capitán! Tú sabes que en la sombra
velé y velé mi guardia, cada noche,
y que nunca cedí. Que el medio día
no sonó a calma para mí. Que siempre
que tu voz me llamó, presente estuve,
pronto a mí guerra. Que la primavera,
rosa o mujer, no adormeció mi anhelo:
tú sabes, Capitán, que el mundo es breve
para tu voz Y para mi destino.

Y, por eso quizá…

Es madrugada,

Y un divino claror inunda el aire:
era violeta, es rosa. .., dime, dime,
¿dónde está lo que fue, quién lo sostiene?
Yo miro los colores que suceden
en el aire sereno, ahora que salgo
vencedor de la noche. ¡Alerta, alerta!
Miro el matiz aquél: oro entre rosa,
y siento así temblar mi vida leve.
Mi Capitán, mi espléndido Tirano,
¿cuál es tu voz; serás cuando yo huya?
¿O eres quizá inmortal?…
Pero tu sangre
es mi sangre, tu voz mi voz, tu impulso
es sólo mi apetencia.
Y yo he de irme.
Lo sé, bien sé: como el dolor violado
abandona esa tenue, tenue nube,
como el agua que fluye entre los juncos,
o el racismo cumplido en el otoño…
Un día me iré. ¿Cuál es nuestro destino?

¡Oh Déspota, tú apremias el mandato,
tu alto azote de mar, tu ardiente tralla!
¡Hay cumbres a escalar en donde el viento
ciñe de gloria la irradiante frente!
¡Guerras en que esgrimir, como una espada,
la voluntad de amar a hachazos ciegos!
¡Apetencia de ser! ¡Amor! ¡Los labios
aún vírgenes al beso donde el rojo
no es color, sino vida! ¡Criaturas
de belleza mortal! ¡Perenne gloria!
¡Ser! ¡Y ser más!
Tu látigo, Tirano,
restalle bien. Eso es la vida. ¡Sigue!

Eugenio de Nora



Carmen de unos recuerdos

Hermosa,
sólo hermosa.
Estrellas tibias en tu pelo suelto
que el aire combatía;
prados floridos, cielos
en el agua, curvados
animales ligeros cuerpo abajo, ladera
abajo; pechos
gacelas; áureas
caderas con caballos. Todo, fuego
en un río de espacio musical, cauce de astros
infinito.
Sí: bella,
hermosa. Sonreías
como cálida nieve; mirabas pasar ríos;
concedías labiales
claveles oprimidos, auroras
vacilantes, luz negra,
hiedras ardientes cuerpo adentro.

¡Oh rosa
hija del tiempo, agua
del tiempo, floreciente
lago de tiempo!
Junto a tus orillas
he soñado la vida, y he mirado
anchos los cielos. Aunque todo pase,
yo amaré siempre.
Poso mi cabeza
sobre la roca, muevo el horizonte,
y oh sollozado ramo de palabras, golpeo
el agua clara. ¡Fuente,
luz del ser, con tu imagen!
¿Te soñaba? Tenía
una estrella en el pecho.
Y tú eras
hermosa, eras
hermosa; sonreías…

Eugenio de Nora


Carmen del amor implacable

Está lejos el mar, pero recuerdo
el musical chasquido de las olas
-oh cima, oh prados de agua florecida-,
corona de la fuerza melodiosa.

Está lejos el mar, pero recuerdo
la luz del sol en mil alfanjes rota,
la intensidad feroz, la luz de fuego
reverberando, primavera honda.

Oh, la visión alegra y embellece
la tristeza infinita de las horas
en espera; el azul innumerable
acoge al alma innumerable y sola.

Está lejos el mar, pero ¿quién ama
sin recordar las implacables olas?
La Fuerza insoportable hiere, rapta,
y de palabras bellas nos corona.

Eugenio de Nora



Carmen del éxtasis

Distraída del mundo,
más, lejana como un vuelo de pájaros,
tú existes dónde el silencio empieza,
dónde el alma, dónde las avenidas misteriosas,
de árboles altos y de sombra extraña
nos llevan a la pena más hermosa,
dónde la noche llora,
constelada frente a sí misma,
porque todo es poco,
porqué los mundos brillan en la nada,
como nosotros, dónde la belleza suspende el tiempo,
dónde canta mi voz más sola,
en mi reducto último, allí estás tú, silencio, alma.
Alza los ojos, tienes la cabeza de una imposible luz aureolada,
quieres, querrías, pero no te sientes,
porqué eres sólo noche, noche clara.
Ah dame ese silencio, rompe esta belleza que nos mata,
y en tu infinita noche, álcese un viento dulce, despertando ramas.

Eugenio de Nora



Elegía a la belleza exterior

Quiero cantarte hoy, amor mío,
con voz de cielo bajo el agua.
Tú me estás arrancando con la vida
esta canción, ay, ésta, la más tierna y amarga.

Tú me estás enseñando con la y ida
un paraíso de rosas y manzanas;
por tu mirada niña y tu voz sola
la primavera más antigua canta.

Aquí me tienes queriéndote tanto,
llorándote como una flor sin alas,
porque te vi, y ya no podré quejarme
si no encontré lo que buscaba.

¡Yo te busqué! Pedí al mundo y al sueño
una forma que me expresara,
y anhelé, sobre todas las cosas,
conocer la verdad de mi alma.

¿No existe nada, amor, que nos exprese?
¿Tu eres también desesperanza?
Aquí estoy otra vez sin respuesta
mientras todo es tránsito y sueño y distancia.

Pero ya no podré quejarme
aunque me cieguen la mirada.
He visto en ti lo deseado
bajo la luz de la esperanza.

Ya te miré. No sólo el cielo
de lejanía inviolada,
el misterioso país de las formas
que enseñan ensueño y distancia.

No sólo ángeles y diosas
en la niebla azul de la fábula.
¡Sino también lo bello aquí,
la tierra hermosa y su abundancia!

Cada vez que la vida agita
como una brisa la pradera mágica,
miro pasar la belleza sangrando
música y besos y palabras;

entonces, amor mío, llega
la primavera casi extenuada,
y hace nidos en tus cabellos
para mis palomas y palmas;

entonces, amor mío, entonces,
todo en el mundo se prepara
para cobijarse en tus ojos
como un anillo en el fondo del agua

y surgen vivas en tu boca
todas las flores que esperaban.
¡Oh, noche de mi corazón
llena de pájaros que cantan!

¿Quién no querrá llorar de fuego
amordazado por mil guitarras?
¡Amor! ¿Quién no te verá entonces
durmiendo en brazos de la nada?

Cuando dos horas de flor joven
van a juntarse o se separan,
cuando la última pared se rompe,
nos asomamos otra vez al alma.

Hemos llegado ya a la cima,
desdoloridos y sin ansia.
Pero esperamos descanso y respuesta
y vemos sólo otra vez distancia.

Aquí me tienes aún mirándote,
soñándote con la nostalgia
de no haberte visto en la vida.
Aquí tienes mi herida esperanza.

¡Ese soy, sobre nuestra muerte!
¡Roto en la luz de tu mirada!
¡Llorando, soñando por ver
a través de tu forma mi alma!

Voy a sentarme junto al río,
y miraré pasar el agua.
Te vi. Ay, de mí. No diré
que no encontré lo que buscaba.

Eugenio de Nora



Futuro envejecido

Los niños, muchos niños, piden techo,
lloran alma, tiritan sin rencor.
Acaso está lloviendo, acaso hubo
la naranja que no alcanzó su mano,
o el frío, o las muchísimas estampas
que no vieron jamás. O los zapatos
que están rotos…

La letra jota de jugar, jardín,
las letras de alegría que arden solas,
¿dónde yacen? Quisiéramos saber…

Los niños quieren recobrar su edad.

Una concha y un pan, un monigote,
bastan, mas ¿dónde están? No veo el rostro
de esos niños debajo de su cara:
veo un disfraz registrador que suma
tiempo, y tiempo de adultos, tiempo y duelo,
dolor y hasta un final. ..que escaparíamos, oh Dios,
qué hacer, qué haríamos, esto
es demasiado, esto no puede ser!
Nosotros, antes, indudable, muchos
ya no tuvimos casi juventud; había
sin Instituto tanto que aprender,
tanto que ver en serio, ojos redondos;
y además qué más da, si era estupendo
vivir ya de verdad. ..Cumplidos hombres
de doce años entonces… Nos mataron
al muchacho. Fue triste, pero un niño
está siempre en nosotros.
Esto ahora…
Qué extraña la vejez si no hubo vida.
Qué edad terrible, adulta sin edad.
¡Qué hacer, digo; qué hacer! Rebotan, vuelven,
aun con rumor de guerra, tierno César
Vallejo, las palabras de aquel llanto:
¡Ah! iDesgraciadamente, hombres humanos,
hay, hermanos, muchísimo que hacer!
Mucho, mucho, ¡así es!

Eugenio García de Nora


Honda es la herida del amor al verte

Honda es la herida del amor al verte
en mis ojos mortales reflejada;
pero la daga más apasionada
la hunde el recuerdo, España: poseerte

es mirarte en el alma, hecha ya suerte
entrañada y total frente a la nada;
pues en ti está mi vida sustentada,
y en ti mi sangre ha de vencer la muerte.

En el recuerdo y en el pensamiento
cumpliendo voy mi vida y tu memoria.
¡Roca inmortal, límite al mar y al viento:

hecha mi sangre verbo de tu gloria,
arrástreme tu cauce violento
hasta fundir mi sino con tu Historia!

Eugenio García de Nora




La noche

Comprobándome estoy cómo es herida
ya, toda nuestra carne. Y que consiste
el alma en el dolor. Y el tiempo existe
para alejar la libertad perdida.

Porque al pensar las cosas de la ida,
la fe en derrota, el entusiasmo triste,
la virtud muerta... el corazón resiste
apenas, ay ¡a penas! la embestida.

Cuando me paro a contemplar el mundo;
cuando sin verlo dejo arder mi fuego,
¡qué amargo siento el corazón profundo!

¡Y ni un dios breve, ni un destino ciego
podrán salvarte!... ¡Trágico errabundo!
¡Tanto penar para morirnos luego!

Eugenio de Nora



"¡Seguid, seguid ese camino,
hermanos;
y a mí dejadme aquí
gritando!"

Eugenio de Nora


"Tal es el triste cuerpo de la patria.
Tal es nuestro paisaje día a día. Y sobre esa miseria enardecida
la casta de parásitos se extiende."

Eugenio de Nora



"Y no canto la historia que bosteza en los libros,
ni la gloria que arrastran esas sombras de muerte.
¡España está en nosotros! Y su estrella sonora
en la dura oleada de la vida que viene."

Eugenio de Nora








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