Ahora que la noche crece...

Ahora que la noche crece
bajo tus párpados,
regreso a casa
abrumado por la horma y los zapatos.
Mis ojos deshojan
una alegría lenta y buena.
Es el amor extendiendo
sus regios manteles de paciencia.

Sobre la mesa,
la naturaleza muerta
de una cena en fría espera.

Tú estás dormida.
Desnuda.
Un sabor a mármol
me deshace la boca
y junto a tu sien
de laboriosa paloma en reposo,
silenciosamente coloco
la encendida espada
de tres lirios rojos.

Edgardo Nieves Mieles


Inclina hacia mí tu oído y escucha la voz de mis ruegos
cuando clamo a ti, oh, Dios;
cuando alzo mis manos hacia tu santo trono.
Sacia de bien mi boca;
pasa carbón ardiente por mis labios
para que, con tu sabiduría,
pueda siempre expresarle a mi esposa
cuánto le amo; cuán virtuosa, inteligente,
noble, buena y hermosa es como ninguna otra
ante el agua que tiembla
en mis enamoradas pupilas.

Edgardo Nieves Mieles




Persistencia de la memoria

Te veo venir hacia mí,
balanceando tus dones
mientras desnudo
la piel de una mandarina
y el calor derrite
los helados de los niños.

Edgardo Nieves Mieles



Quiero con vehemencia
comunicarme con ustedes.
Es muy importante.
De no lograrlo,
moriré sin pájaros en los ojos
aunque esté prohibido
suicidarse en primavera.
[…]
Recorro la ciudad
con los ojos en la mano.
Con la boca seca.
Me sumerjo en la ternura vegetal
de las palabras.
En el blando corazón del almanaque.
En la quietud sosegada de los helechos.
La sílaba en la piel
urde el crucigrama de mi voz.
El hallazgo de su transparencia
inunda toda la calle
por donde pasean la niebla y el desamor.
La incansable artesana del néctar
ronda mis tinteros.
Mi sonrisa descarga su tibio imán.
Su[s] cascabeles.
Al fin seré mi nombre y otros nombres.
(Dormiré una larga siesta)”

Edgardo Nieves Mieles
“Moriré sin pájaros…”, El remalazo de semen en la mejilla ortodoxa, 93-95




“Un(a) poeta sirve para hacer el amor (y la guerra) cabalgando cinturones de castidad a baldes llenos. […]. Para verlo todo con diccionaria claridad. Para que el fuego de la memoria arda como una pira de sacrificios. Para bebernos el universo con los sentidos. Para que nos pellizque la eternidad. Para que la mano retome su ciega faena de armar tigres de papel. Para que la artrítica máquina de hablar, de vivir y de soñar siga siendo nuestra almohada mejor. Para que esta avispada rabia perfumada de clavos nos reserve un lugar en la vigilia por la Estrella Solitaria. Para que los pequeños alboroten todo en casa con sus 4 dientes de leche Klim. Para ponerle los pies en la tierra al científico. Para sabotearle los esquemas al funcionario que no funciona y al cura que no es la cura. Para que siempre regresemos con los bolsillos llenos de deliciosas acerolas e irrepetibles canicas. Para que un par de enamorados públicos y silvestres novien el lugar, se besen y acaricien perfectamente apáticos a la selva de ojos que les espían desde el otro lado del parque. Para que el mar nos colme los dedos de esmeraldas. Para que le nazcan alas a la silla de ruedas y, cual metálica golondrina, sobrevuele parques alfombrados de niños y violetas. Para que algún niño le pase los dedos por encima a las ilustraciones de un libro como si pudiera leerlas en Braille."

Edgardo Nieves Mieles


Yo no nací un día que Dios estuvo enfermo,
Sino aquella magnífica tarde
En la que una ramera, pura como el misterio,
Derramó sobre mi aliento,
La súbita guadaña de sus pechos.

Edgardo Nieves Mieles





















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