Al hijo que no nació

Ya tenías un nombre cuando aún no eras forma
y estabas en la savia vital de mi congoja.

El instinto jugaba llenando mis pupilas
de realidades plenas, con tus pupilas vivas.

Mi vida había cambiado, un horizonte abierto
presagiaba en mis sienes el eco de tus besos.

Mas ayer sin un llanto, sin tu forma acabada
en mi cuerpo dejaron de moverse tus alas.

Y hasta de sollozos hoy me siento vacía
derramada ya, en vano, la sangre que era mía.

Yo iba a tener un hijo, y el coágulo fue estrella
que vierte en los espacios luz dilatada y yerma.

Ester de Izaguirre


Despertar

Sentí la angustia como un ala viva
al regresar del sueño jubiloso,
y palpé en la penumbra compasiva
un despertar vacío y soledoso.

En el sueño, mi amor adolescente
escuchó, entre rumores de una plaza,
toda tu voz, volviéndome creyente
de un ídolo de piedra y argamasa.

Desperté: el mismo otoño suspiraba
en las rendijas su canción de viento
y sus tristes llamados en la aldaba,

mas no encontré tu voz en el acento,
ni respondió el silencio que rodeaba
la quebradura del encantamiento.

Ester de Izaguirre


Dónde estabas

Dónde estabas
que la vida se fue sin que te viera,
en qué resquicio sórdido del tiempo,
en qué mentira gris,
en qué apariencia.
Si volviera el verano
y una señal del viento.
Si todo fuera igual
y descubriera en la arena
alguna huella.
Dónde estabas
que la vida se fue sin que te viera.

Ester de Izaguirre


Frustración

Todo al pasar es brillo de lucero,
cansancio de clamar palmas arriba
y adivinar apenas lo que quiero
cuando la tenue sombra, vuela esquiva.

Oigo sin tregua resbalar la arena
como a través de inútil varillaje,
en este instante gris que me condena
a no saber usar de mi lenguaje.

Siento el batir de un ala columbrada,
mas de un ave que muere pavorida
tras el brillo primero en la alborada:

la palabra en belleza revelada,
la exultante confianza inadvertida
y en la búsqueda ardiente derramada.

Ester de Izaguirre


Palabras

Para que no mueran las palabras yo no quiero la muerte.
Sólo esta móvil boca las pronuncia.
Estos orbiculares se pliegan redondeados con gestos de bandera.
Sólo esta lengua obliga a la nostalgia que le deja la tierra.
Sólo estos dientes marcan sedientos de perfiles
las celdas que me encierran.
Habla todavía, manantial de la voz,
socavón de plegarias.
Habla todavía, sedienta e insaciable,
impotente y cobarde,
humana boca mía.

Ester de Izaguirre



Puerto

Las luces de los buques anclados en la rada
desmenuzan mi sombra sobre la piedra impávida;
la Cruz del Sur, inútil, señala solitaria
un flanco dolorido y una ruta quebrada.

Se adhieren mis deseos a los barcos lejanos
y dividida entera me veo desde lejos:
vislumbro a mi silueta que no agita pañuelos
ni libera a los besos que mueren en sus manos.

Y persisto clavada como a la cruz deicida,
acuñando en mis brazos la doble desventura
de brindar a los otros mi adiós de despedida,

cuando quisiera hacerse mi nave a la ventura
aunque en umbrosas playas naufrague, sometida,
y el viento despedace su audaz arboladura.

Ester de Izaguirre











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