Amanece: hay agua en el vaso...

Amanece: hay agua en el vaso que espera ser bebida.
La misma viga soporta, como siempre, el peso del techo.
Sobre el techo, el cielo: bandadas y, más abajo, enjambres.
Bebe, de a pequeño sorbos, y decide que es hora.
Es hora – se viste y calza y abre la puerta y sale.
Por la hierba mojada, sin rumbo fijo.
A su paso, el sol le transmite parte de su fuego a la piedra.
Medio ocultos, la luna y el escarabajo contraen nupcias.
Aquí el poema se escribe solo.
Aparece, de a poco, de a poco adquiere consistencia y medida.
No hay necesidad de mano, de papel en blanco, de larga vigilia.
Se escribe, sin palabras, mientras el paseante se mira en un charco.
Y divaga entre troncos y tallos, y ya es mediodía.

Carlos Barbarito


Anida sobre una rama breve...

Anida sobre una rama breve,
contiene la fugacidad del resplandor en el agua
y, sin embargo, una voz me dice
que la habita de algún modo lo eterno
o algo próximo a lo eterno. Me acerco,
y me besa, y al ser besado
comprendo porque se tensa el músculo del león
en carrera tras el ciervo.
Me retiro. Dejo atrás un país tan leve
como denso, muslo recto que se curva
e invoca, entre ciencias, al milagro;
dejo de ser lo que fui por un instante, el descubridor,
para ser sólo –otra vez- el cartógrafo.

Carlos Barbarito


Arco iris de sucesivos grises hasta el negro...

Arco iris de sucesivos grises hasta el negro:
¿quién que da muerte podrá darte la vida?
Ése camina sobre el agua, ¿para qué,
si sabiendo nadar no nada
y si no, no se ahoga? Se avecina
lo esperado, lo inesperado,
el gallo canta después del alba
para anunciar que, pese a la luz,
sigue siendo de noche. ¿Quién
comprende, abre los ojos,
entiende el porqué del golpe seco
del amor como látigo
contra el espejo? No
logro darle un nombre
a todo esto, una talla,
una fórmula; sólo con aire
no es posible lograr
que alguien respire,
pero ¿qué otra cosa?
Ahora estoy desnudo ante el silencio.
Estás desnuda y el silencio
te lleva en sus brazos
más allá del número y su borde;
no queda casa, plato, camisa,
apenas cenizas de padre,
que el viento, cruel o piadoso,
ya dispersa.

Carlos Barbarito


¿Cómo es ahora el mar?

¿Cómo es ahora el mar?
¿Y el salto del delfín?
¿Y el niño afiebrado,
el miedo a las arañas, la carcoma,
la piel de la culebra, la mujer desnuda
frente a la mujer vestida que la contempla?
Hay un terreno vacío
donde hubo mediodía y una casa.

Carlos Barbarito



Hummingbird

Forma que adopta un pensamiento,
madera de sueño, vida ingrávida;
al alcance de la mano, siempre lejos,
entre las ramas del árbol plantado
y, en el aire blanco y denso, una mancha.
Señal de que el mundo aún es próspero,
húmedo, mágico, que en la grave música
se cuela un tono menor, infancia
en cuanto se repliega y mengua:
nunca inmóvil, ágil, tras el perfume,
metáfora que cambia y permanece.
¿Quién muere ahora y quién llora?
¿Quién sabe de lo que se hunde en la tierra
o asciende al cielo sino ése?
Ése que, sin artificio, todo vértebras y plumas,
hace del eterno adiós su viento y una casa.

Carlos Barbarito


No todo lodo viene...

No todo lodo viene de la lluvia
ni toda desnudez supone deseo.
Una sombra no significa presencia de luz.
La luz se rompe cuando parece más fuerte.
¿De qué lado sopla el viento
cuando alguien pisa las hojas secas
y no se entristece por ellas?

Carlos Barbarito



Respira. Apenas eso...

Respira. Apenas eso. En la veloz
evaporación del milagro, de ceniza a ceniza.
Del bromo, algo que roba poco a poco el aire.
No hay testigos; en lo que queda de mundo,
los perros se disputan pedazos de cartón,
algún hueso torcido, los restos de un disfraz de marino.
Respira. Nada más. En un aire que se agota
y la vida que se hunde
como se hunden la piedra en el agua, los imperios.

Carlos Barbarito


Tu dolor

No es un precio módico…

No es un precio módico, un leve rasguño;
la caída es tan cierta como lo que toca
la mano: el fruto sin su pulpa,
la espuma y no el agua marina,
el muro, húmedo y despintado.
¿Qué ilumina la memoria ahora,
porción a porción? No
surte efecto la conversación,
el ave suspendida en el aire
no aporta al aire primicia alguna;
¿qué va entonces más allá de la piel,
del mazo que machaca,
de la luz que en la vela languidece?
Hasta aquí. Hasta este sistema de soles
sin conjunción, puntos fríos
que no animan a los amantes;
la página refracta todo nombre,
se sumerge en una calma falsa,
que esconde el fracaso, la derrota.

Carlos Barbarito





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