Amor dulce

Intima y frágil, suave y temblorosa,
reclinada a mi lado, así te pienso
como una vez te vio mi amor intenso, 
con el frescor lozano de una rosa.

El brillo en tu mirada luminosa
calmó mi ardor y me dejó indefenso,
y entraste en mí como oloroso incienso
purificando mi alma tenebrosa.

Tú disipaste toda incertidumbre,
y me arrancaste espina tras espina,
e hiciste gozo de mi pesadumbre.

Ahora mi pie junto a tu pie camina, 
tras haber alcanzado la alta cumbre
donde mi amor hacia tu amor se inclina.

Francisco Álvarez Hidalgo


Ante el espejo

Me ha engañado el espejo, dulce engaño,
devolviendo una imagen que no es mía;
mi desnudez le ofrezco cada día
envuelta sólo en el vapor del baño.

Nunca me devolvió un reflejo extraño,
sólo a mí, en mi tristeza o mi alegría,
pero hoy vi que tu rostro aparecía
bajo mi pelo de color castaño.

Y al mirarme tus ojos fijamente,
mi piel mojada te sintió presente,
y me abrazó un ligero escalofrío.

Y no sabré decir si mi delicia
vino de tu caricia o mi caricia,
mías tus manos, y tu rostro mío.

Francisco Álvarez Hidalgo


Desnudo

Desnuda al pie de la vetusta encina
alza los brazos en ofrecimiento,
y el arroyo se acerca, claro y lento,
roba sus formas y se arremolina.

Desierto está el paisaje. En la colina
rompe el amanecer, y en un momento
invisibles tentáculos de viento
la envuelven en espira clandestina.

Oh, libertad del cuerpo despojado
de vestimenta inútil, que ha logrado
revestirse de luz y de color.

Belleza de los senos descubiertos,
de temblorosos muslos entreabiertos,
y en los ojos azules el candor.

Francisco Álvarez Hidalgo


En ti

Quisiera ser tu propio pensamiento,
la inseparable sombra que te siga
si no ya como amante, como amiga,
en sol, en luna, en luz de apartamento.

Quisiera ser el vaho de tu aliento,
la inquietud afectiva que te intriga,
de tu edificio columnata y viga,
de tus heridas oloroso ungüento.

Tanto quiero ser tuya, hacerte mío,
que dejaré mi espíritu vacío
para que lo satures de tu esencia.

Remolca mi silueta en tu sendero,
sombra adherida a tu vagar ligero,
y absórbeme en tu piel y en tu existencia.

Francisco Álvarez Hidalgo



Hiedra

Trepa la madreselva a tu balcón
en ansiedad de abrazo, mensajera
rehuyendo el caracol de la escalera
por más directa, exótica ascensión.

La barandilla es clara invitación,
los barrotes, reclamo, no barrera,
y a su piel inflexible de madera
el ramaje se adhiere en confusión.

Mi espíritu en la savia se desliza,
soy el impulso escalador que riza
sus finos dedos que al cristal apuntan.

Mis ojos por las púas aparecen,
en las hojas mis labios se estremecen
y en tímido rumor por ti preguntan.

Francisco Álvarez Hidalgo


Juntos

Por cauce horizontal y paralelo,
mi mano, cabalgando en tu figura,
baja de la cadera a la cintura,
ronda los senos y ensortija el pelo.

Tu intimidad sensual levanta el vuelo
descubriendo vibrante una estructura
con ansiedad de entrega y de aventura
y la agresión de una leona en celo.

He de hacer de tu cuerpo una mordaza,
y formarán tus labios un camino
de humedad, arrastrándose en mi piel.

Verás mi círculo de amor que abraza
tu temblor en furioso torbellino,
y plantaré mi flor en tu vergel.

Francisco Álvarez Hidalgo



La Sonrisa

Ha muerto una sonrisa en mi ventana;
¿no has visto a su alma levantar el vuelo?
Murió por tí, tendida sobre el hielo,
Cansada de esperar cada mañana.

Qué calidez, qué calidad humana
Exhibió en la antesala del recelo,
Sin permitir que el hondo desconsuelo
Oscureciera su ilusión temprana.

Asomóse a la noche hora tras hora
Con su visión de tí esperanzadora,
Y a la luz de la aurora se asomó.

Pero en la paz del campo mudo y triste
No se oyó tu pisada, no viniste,
Y dulcemente se desvaneció.

Francisco Álvarez Hidalgo


Quédate

Oigo sordo fragor de cristalera
en el fondo nocturno de tu ausencia,
como si el alma, ciega en su inocencia,
diera un traspiés mortal en la escalera.

Hoy tus brazos no son la enredadera
trenzadora de firme dependencia;
son otoño grisáceo que silencia
lo que bullicio fue de primavera.

Nubes rotas, estrellas apagadas,
y un dolor, asesino a dentelladas,
interponiendo angustia entre los dos.

Tú, que fuiste requiebro en mis auroras,
tú, que tal vez si lloro, también lloras,
quédate en mí, no digas aún adiós.

Francisco Álvarez Hidalgo


Regeneración

Déjame penetrar en tu memoria
para arrancar de cuajo con mis manos
los recuerdos crueles, inhumanos,
que oscurecen el cielo de tu historia.

He de restablecer toda la gloria
de los tiempos felices, tan lejanos;
y en tus jardines crecerán lozanos
árboles de pasión, gozo y euforia.

Entrarás en la tierra prometida
libre de soledad, dolor y llanto,
y mi mano estará siempre tendida.

Te cubrirá mi amor bajo su manto,
y cuanto tengo y soy en esta vida,
tuyo será, porque te quiero tanto.

Francisco Álvarez Hidalgo


Sólo un beso

Beso indeleble, beso insuficiente,
compendio de inseguras realidades
y perspectivas de fugacidades,
entre ayer y mañana estrecho puente.

A tu vida amarrada, dependiente
de tan inciertas eventualidades,
y víctima de mis perplejidades,
por no hacerme en tu vida permanente.

Hacia ti van mis aguas encauzadas,
con fuerza torrencial, o sosegadas,
pero siempre abocando a lo imposible.

Cómo duele en el alma esta distancia,
cómo me duele ser tu circunstancia,
amor de lejanía, inasequible.

Francisco Álvarez Hidalgo


Sueño despierto

Tu nombre tañe en mi soñar despierto,
pero enmudece siempre su tañido
en la quietud de mi soñar dormido;
si pienso, vivo estoy; si duermo, muerto.

Pero abrázate a mí cuando no acierto
a pensarte en mi sombra sumergido;
tu recuerdo se habrá restablecido
cuando al alba mis ojos haya abierto.

Será tu imagen esperanzadora
mi primera visión en cada aurora,
y estarás a mi lado, aunque no estés.

Tan real es el sueño que me inspiras
si no duermo, que siento que respiras,
y oigo a mi espalda el eco de tus pies.

Francisco Álvarez Hidalgo


Tu sombra

Sin vacilar, tu sombra fugitiva
desliza imperceptible su figura
bajo mi puerta, cada noche oscura,
abrazándose a mí, tensa y lasciva.

Indiferentemente insensitiva
al sueño de mi esposa, me procura
el raudal de placeres de locura
de esta pasión fatal que me cautiva.

¡Qué deliciosa, ardiente mensajera,
vibrante cual redoble de campana,
yaciendo junto a mí la noche entera!

¡Qué plenitud de sentimientos mana
de esta sombra gentil, al irse afuera
con el primer albor de la mañana!

Francisco Álvarez Hidalgo



Tus manos

Ah, las manos, tus manos, cómo extraño
la suavidad, la firme contextura,
su roce de caderas y cintura,
y los sondeos íntimos del baño.

Intento duplicar cada peldaño
trepando palmo a palmo mi estatura,
y al ver que no eres tú quien lo procura
me siento causa de mi propio engaño.

Vuelvan tus manos, ráfagas febriles,
a alborotar mis senos juveniles,
a suscitar sobre mi piel temblores.

Toca, acaricia, explora, roza, exprime,
que el cuerpo clama cuando el alma gime,
y mis gemidos son desgarradores.

Francisco Álvarez Hidalgo









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