Antítesis

No sé si confesarte que te quiero
o mis odios profundos confesarte;
ni me atrevo tampoco a despreciarte
ni a ofrecerte mi amor, grande y sincero.

Que te amo y que te odio es lo que infiero,
lo único que puedo asegurarte.
Tanto te amo que llego ya hasta odiarte,
tanto te odio que sin tu amor me muero.

Me dejas y te busco por mirarte,
me buscas y me escondo por no verte;
nuestro amor es un gran antagonismo,

un amor que no puedo yo explicarte,
y no sé si olvidarte o poseerte
pues te amo y te odio a un tiempo mismo.

Juan Enrique Geenzier


La torre de Panamá la Vieja

Frente a la playa y cerca al mar, a solas,
semeja el torreón, ya todo en ruinas,
un anciano que oyera las marinas
canciones turbulentas de las olas.

Ya no escucha en las horas vespertinas
el rumor de las tiernas barcarolas,
ni, aromadas de incienso, las estolas
puede ver en las prácticas divinas.

¡Pero, a pesar de su abandono y duelos,
eleva todavía hacia los cielos
sus cuatro paredones colosales;

y a la luz de las diáfanas estrellas
parece que evocara cosas bellas
de los místicos tiempos coloniales!

Enrique Geenzier


La Voz De La Soltería

Un amigo, dos mujeres,
cuatro copas, buen licor;
perfumes, besos, placeres,
ni una pena, ni un dolor.

¿Y después? ¡Después, olvido,
reposo y dulce soñar,
para evocar lo que ha sido
y volver a comenzar!

Juan Enrique Geenzier


La Torre de Panamá La Vieja

Frente a la playa y cerca al mar, a solas,
semeja el torreón, ya todo en ruinas,
un anciano que oyera las marinas
canciones turbulentas de las olas.

Ya no escucha en las horas vespertinas
el rumor de las tiernas barcarolas,
ni, aromadas de incienso, las estolas
puede ver en las prácticas divinas

¡Pero, a pesar de su abandono y duelos,
eleva todavía hacia los cielos
sus cuatro paredones colosales;

y a la luz de las diáfanas estrellas
parece que evocara cosas bellas
de los místicos tiempos coloniales.

 Juan Enrique Geenzier


Libertad y Patria

Augusta Libertad, antorcha ardiente
cuyo esplendor el Universo alumbra!
tú guías al esclavo en la penumbra
mostrándole otra vida y otro oriente

Como un sol que se oculta en Occidente,
tinto en rojo, mi mente te vislumbra;
cometa indefinido que deslumbra
y deja por doquier su luz fulgente.

El hombre más cobarde, el más medroso,
si te pierde conviértese en atleta
y alegre lucha en la contienda horrible;

Pues tú alumbras cual faro esplendoroso
la inmensa multitud de este planeta
y en posible transformas lo imposible!

Juan Enrique Geenzier


Patria

Soy de una patria donde altivo crece
el árbol Libertad con lozanía;
patria que tiene la razón por guía
que en su pecho de virgen resplandece.

Tendida entre dos mares se adormece
con la dulce y salvaje sinfonía
de las ondas; y una Venus se diría
surgiendo del abismo en que se mece.

Acariciada por las brisas, sueña,
bajo la glauca luz de sus montañas,
con un futuro resplandor de gloria;

Y, dando al aire fraternal enseña
desgarra, como madre, sus entrañas
y engalana con lauros nuestra Historia.

Quiero una patria cuyo nombre santo
repitan las lejanas potestades
y lleve a las dormidas soledades
de sus proezas el sonoro canto.

Quiero una patria que no inspire espanto
con infames oprobios y maldades;
una patria que aplaudan las edades
en la lengua del Manco de Lepanto.

Patria eternal cuyo baluarte sea
el verbo sacrosanto de la idea
que arrulla a las naciones con su beso;

Patria feliz por cuyas ricas venas
circule el gran torrente del progreso
y el triunfo evoque de la sabia Atenas!

Tal es la Patria que en mis sueños miro
fuente de luz que en mi dolor invoco;
patria por cuyo bien mi anhelo es poco
poca la gloria por quien yo suspiro.

Esa es la patria que en silencio admiro
y la contemplo hasta volverme loco;
porque es de América esplendente foco
de un futuro de paz con que deliro.

Por ella sigo en pos de la alta cumbre
do surge la visión de mis ensueños,
sin que me arredre la traidora muerte.

Porque quiero abrasarme en esa lumbre
que encendieron ilustres panameños
al darnos Patria libre y digna suerte.

Juan Enrique Geenzier












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