Big Bang

Polvo cósmico, soplado por el Espíritu, insufla el alma de la bestia y de la vida.

Un ojo mira al mundo desde adentro y, en la entraña de la carne, reconoce el miedo existencial desde el origen del Ser.

Una nariz huele el paroxismo de feromonas impregnadas en los riscos / de la lujuria, y que mueren trasmutadas en vaho e-fer-ves-cen-te.

Una antena tubular,

bipolar, parabólica y diabólica capta los gemidos

en clave Morse y sin clave alguna. Perfectas cinceladas sonoras que remarcan los surcos del placer, abriendo nuevos causes en la memoria indeleble e inefable.

Terremoto, incendio / rayos y truenos; el conjuro total de todas las fuerzas.

Una boca escupe la simiente que repuebla al mundo, o sólo calma su hambre unos instantes, arrojando mendrugos

a los pobres.

Tibia y viscosa lava del volcán que nunca duerme, y que sólo erupciona cuando tú lo invocas. Estallido y polvo cósmico que penetra en cada poro, en cada recodo de la mente

y del alma.

Se renueva el universo cada vez, de forma igual y diferente cada vez.

Dedos, cinco dedos, once dedos. Cada uno es una nota de la escala, un peldaño / remontado en olas, en tsunamis progresivos, progresivamente agigantados, que bajamos de golpe con la resaca del éxtasis.

Polvo cósmico que se queda pegado para siempre

en el sudor del tiempo y el recuerdo de la piel que lo recrea a su antojo; en el aliento de la boca que lo traga y escupe,

sobreesdrújulo, esdrújulo, paroxítono y agudo

a la vez.

Y una lengua, dos lenguas,

cuatro lenguas, que se rajan nuevamente repasando los sabores de pliegues externos e internos, devorándose a sí mismos.

Se nos tapan los oídos, se nos despeja la nariz y entrecorta la respiración; retorcemos los dedos y blanqueamos los ojos.

Ojo, antena, nariz, boca; piel, sudor, pelos y entraña. Somos lenguas, sierpes enredadas / a punto de explotar, de ser expelidas / y volvernos polvo una vez más en éste,

nuestro íntimo Big Bang.

Frank Otero Luque



Con sus seis sentidos

Porque ella no huele,
sino percibe un aroma en la lejanía
y sabe si es mi poesía.

Porque ella no mira,
sino posa su mirada de soslayo
e ingiere el arco iris
donde me suelo sentar.

Porque ella no toca,
sino roza un plano
convirtiéndolo en volumen,
erizándome la piel.

Porque ella no escucha,
sino se alimenta de ondas,
de mis notas en trémolo
que le atraviesan el cuerpo
haciéndola vibrar.

Porque, sin probar bocado,
distingue lo dulce y lo amargo,
lo ácido y lo picante
de cada uno de mis versos.

Por que ella no piensa,
sino me intuye.

Frank Otero Luque



Decisiones

Cojeo.
Renqueo largamente mi pie herido,
por culpa de la piedra del zapato;
del zapato de tu indiferencia.

¡Sí!
Más dura grande / que la piedra misma,
más grande que la casa donde habitas;
donde yo / dejé de morar.

Eventualmente,
mi herida ha de sanar,
porque ahora
camino descalzo.

Frank Otero Luque


Domitila Runawarmi
(Domitila, mujer andina)

Wawa-imilla /
Niñita.
Phujllana-jugar
maki muqu,
muñeca bonita.

Llumppa-doncella
Warmi-mujer,
chura-coqueta,
kantuta tan bella.

Mama después.
Bondad consabida.
¿Qué más, pues?
Wawayux-Mama:
Santidad conocida.

Pachamama.
Muju-semilla / saphi-raíz,
tronco / sara-maíz;
fuente de vida.

Mamakocha también.
Pukio caudal,
amor manantial,
jarsuri de bien.

Es lecho / y es pecho.
No hiera a su crío
ni el hambre ni el frío.

La bruma no abruma.
De alguna manera,
rebusca el sustento
al revés y al derecho.

Puscana, Phitana /
Hilar, tejer.
Away, awakuy.
P'itay.
K'anti / rueca-phusca.
Y yapuy-arar
con taclla certera
son su elemento.

Wawita /
en lliclla-uijgsa cargado,
pasajero de primera,
nunca polizón /
asoma carita.

Leche materna, chucho-pezón.
Uyas tostadas,
Ojitos-ñawis rasgados.
Assina-ríe feliz,

Mama /
Wawayux-Mama /
Pachamama /
Mamacocha.

Siempre Domi,
Siempre nana.

Siempe Alba,
tuta-tuta.

Siempre...

¡Mama!

Frank Otero Luque





El real monarca

Soy un Rey
en perpetuo jaque,
flanqueado por la Torre de tu orgullo,
por el Alfil desbocado de tu ira
y por la Reina
de tu indiferencia lacerante.

Soy un Rey loco, delirante,
que, poco a poco,
regresa a la caja de su empaque,
lejos del alcance de tu mira,
y renuncia
al juego y al barullo.

Soy un Rey, mas no soy tuyo.
Reptando y sin ahínco,
dejé al Caballo dar un brinco
y echarme del tablero;
al recuadro
sesenta y cinco.

Cual mal Peón, peor obrero,
frente al cuadro y al espejo,
con horror
a otro Rey venero:
Es un viejo.
Está acabado.

Descubro, en un momento,
que en minúsculas soy rey
ante la Parca.
¡Un esperpento!

Pido perdón.
Pisoteado el corazón,
he hallado al corazón…
¡El Real Monarca!

Frank Otero Luque


Entre el sol y la tierra

En el Ande,
el Sol se casa con la Tierra
y guiña un ojo / a la Luna.

En grande ayllu se suman,
a las llamas de la puna,
Apu, viña y gente;
una sola mente
y un alma.

En el Ande,
la calma del futuro
no radica en el pasado
sino en el hoy seguro
de cada mañana.

Con pulso sereno
y firmeza hermana,
en el Ande iluminado,
en el Ande bueno,
el camino es trazado
por el cambio constante
del rayo y el trueno.

En el Ande me hallo
en Inti Raymi a cada instante /
y en galante homenaje
a la Pachamama.

Cuando deje este hospedaje
y parta a patria lejana,
seré cóndor, ichu y llama;
seré Apu, río y chicha;
y tendré la enorme dicha
de ser siempre / siempre Sierra,
entre el Sol y la Tierra.

Frank Otero Luque


Lagartija sin cola

Lagartija / con la cola cortada.
Botija embrujada / que nunca se llena.
Ola rompiendo / en marejada,
como ánima errante / y en pena.

Como cuarto menguante,
como sol eclipsado;
como queso mordido;
como sordo llamado,
como ahogado bramido.

Como beso volado,
como copa sin vino;
capitán sin destino
y navío perdido.

¡Cómo duele el olvido!

¡Cómo llena el pasado!

Frank Otero Luque














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