Fe

Dios existe
me lo dicen tus ojos
este amor que es eucaristía
espíritu encarnado
en tu cuerpo de diosa diminuta

Dios existe
lo saboreo en tus besos húmedos
cáliz de salivas
río desbordado de pasiones

Dios existe
lo encuentro entre tus labios
los otros
cuando me aprietas largo
intensamente
y esa muerte momentánea
deseada irresistible
funge de juicio final
de resurrección anticipada
de eternidad posible
localizada
en el mero centro
de tu cuerpo perecedero

Enrique Viloria Vera


Iniciación

Descubrí el sexo
en el primer brotar
de mis ramas
cuando aún mis letras eran
adverbiales
y las frases poseían
una simetría involuntaria
Era el tiempo de Adviento
Pentecostés había pasado
escondido en copones de eucaristía
Supe de enredaderas humanas
de húmedas intersecciones
de hendiduras septentrionales

Conocí el canto del roce
el trino de los cuerpos
bebí aguas
coloras
gustosas
y saboras
al tiempo
que crespos jardines
se abrieron
para permitirle paso franco
a un huésped desconocido
que llegaba desde lejos

Enrique Viloria Vera



Maldición
               
Soñarás siempre
con campos devastados
el invierno
teñirá tus pupilas de tristeza
Pasarás efímero
confuso
por el mundo
como huella
que también
pertenece a otro
De la belleza
no tendrás noticia
anidarán en ti
las ruinas de un amor
destruido por el olvido
De tu infancia
conocerás sólo
una heráldica de ausencias
que te convertirá
en fugitivo y perseguidor
de un recuerdo inaccesible
que yace protegido
en la memoria de tus muertos

Enrique Viloria Vera
De: Mapas del camino (2002)



Silencios
               
                                                  para Julio Pacheco Rivas

¿Dónde están las voces?
¿Qué pasó con la mirada?
del amor
¿Qué noticias tenemos?
La ciudad vive para sí misma
Plazas edificios avenidas
objetos sin uso
y sin denominación
carentes de alguien que los nombre
ejercen un señorío
parecido a la muerte
cercano a la indiferencia y al olvido
Un silencio largo
de autopista deshabitada
se suma al coro de mudeces
que aturde restaurantes y mercados
La palabra no existe
se la comió el color
el espacio la luz
el peso de la ausencia
vuelve sobre sus pasos
el tiempo
va y viene transcurre solícito
marcando horas sin destinatario
en ciudades privadas de prisas y contemplaciones

Nadie respira ninguno jadea
se perdieron los latidos
el calor del cuerpo
las apetencias de la carne
el sabor del beso y la saliva
el orgasmo de humedades compartidas
sólo nos queda un recuerdo esta muerte
que también se va diluyendo

Enrique Viloria Vera







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