Caballo de fuego

Porque el padre es el padre y el hijo, un hijo, el caballo es llama oscura que se mueve, un misterio que lleva al agua del arroyo, al centro de aquel jardín violáceo donde el padre y el jamelgo presienten la fogata junto a la que duerme, en paz, el hijo.

Alma Karla Sandoval
Vaga forma de acercarse a la luz para quemarla


Náutica de Coatetelco

Porque el agua cobró un favor dorado
nos llevaste a navegar sobre el castigo
de la diosa de corazones en el cuello.
Se movía esa balsa como el perdón,
a veces brusca, a veces lenta.
Avanzaba sin llegar al resto de la luz sin frío.
Te daba miedo ese dolor de anguila,
esos peces grises debajo de nosotros,
triste ramo de nísperos sin rumbo,
unos cuantos ojos brillando
para la ofrenda de noviembre
después del sacrificio,
de lo que trae oscuridad y las serpientes
si el odio es una laguna,
maldición de algas saladas,
haz del ocaso también muerto
por órdenes de la Coatlicue.
Tú nos decías que con ese dolor crece la leyenda
y en los ojos de mi hermana la disputa
por el cañaveral se abría en su mente,
en sus manos con anillos rojos,
también en el corazón colgando como dije
que escondí en mi pecho.
Ahí, sobre las aguas
que perdían el oro y se volvían argentas,
aprendimos el poder de las faldas de serpientes.
Cuando desembarcamos,
éramos un par de espejos con melenas,
una historia de agua dulce
que te quitó la sed de un día.

Alma Karla Sandoval
Vaga forma de acercarse a la luz para quemarla



Plazo fijo

Acá está tu soledad, te la devuelvo.
Perdona que la haya torturado
antes de descuartizarla.
Fue presa fácil.
No hubo que esperar entre los lotos,
no hizo falta adormecerla.
Te la entrego por partes,
salada con el sudor
de las mujeres que te amaron.
Te la doy cruda.
No disfruté cazarla.

Alma Karla Sandoval
Vaga forma de acercarse a la luz para quemarla


Sol de Pandora

Esos pequeños mundos en mis manos,
globos de vidrio,
de ojo de gato bueno,
esfericidades que cambiábamos por dulces.
Ah, ese papel metálico azul,
aquella convicción de ángel con que
hacíamos chocar nuestras canicas.
Quien se quedaba con la negra
era tocado por un don,
un sino, una encorvada forma de caminar
en el futuro o una cadencia inalcanzable al hablar,
un ser de ala rota, pero digno.
Jugaba en la feria a no perder ninguna
y la luz con su acorde
y la música con sombras
me alejaban de aquellos universos
que me acercaba al ojo como queriendo
encontrar una razón,
una palabra, un maullido.
Entonces, todo el silencio era mi propiedad
en el patio de agua muerta,
en el corredor de vecindad con frutos
pudriéndose en el piso.
No sabía que estaba jugando al azar
o a ser el sol de mi sistema;
deseaba una canica oscura por encima
de todos los abrazos,
pero era mi cabeza la que tenía el cabello negro.

Alma Karla Sandoval
Vaga forma de acercarse a la luz para quemarla


Tzompantli

No puedo escribir, sencillamente no,
porque un niño está cazando mariposas
con dos cuerdas de hule,
con sus manos de pequeño asesino,
en Chichén Itzá.
Porque tiene de fondo el Templo de los Guerreros
y ha aprendido a matar con la inocencia
de los pájaros que devoran una lombriz
a la mitad de todos los jardines,
de todas las naciones de este mundo.
Yo no puedo, acá no,
cantar algo sin sangre,
sin trampas ni niños,
celebrar una herencia donde el cráneo
de los otros es una razón que decora el universo.
Yo no, más allá de lo que gritan los altares,
me regreso,
le hablo al niño,
le espanto las mariposas amarillas.

Alma Karla Sandoval
Vaga forma de acercarse a la luz para quemarla












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