Cadena

En aquel monte hay un árbol.
En el árbol, una casa.
La casa está bajo un techo.
El techo tiene una antena.
Sobre la antena hay un pájaro.
Pica el pájaro una rama. En la rama
hay una flor. En la flor
está un insecto. Sobre el insecto,
un comino. En el comino
hay un hueco.
Adentro gira una esfera.
Esa esfera tiene un monte.
En aquel monte hay un árbol.

Francisco de Oraá


Casa del tiempo

Palmar que desando a ver,
sus tablas son viejas conmigo:
cabaña de hojas de la noche,
de su blando vientre he salido
que me vistió con vegetales:
no quiero ya su femenino
hueco viniéndose en palomas,
agua de imágenes, y estoy sufrido
de que su voz muerda mi espalda,
de que me brinde en su hoja a un niño
entre cordones, platos de agua,
el árbol en aguas dormido
considerando piel al tiempo
y meditando ojos caídos
y que ha pasado a espacios frescos
la soledad de que agonizo:
huyo la noche de la boca
del manso espejo detenido,
miedo a que su impaciente luz
pegue en la boca su vacío
—renuente gusto a muerte: sus
astutos ojos elegidos:
noche que llama con mi ser—;
y el tiempo en tablas sigue liso,
contados árboles en su sitio
ya con sombrero de cocuyos,
festejo de ángeles su anillo a
la imagen, nacimiento de hijo.

Francisco de Oraá


El ámbito y la arena

Adelanta tu ruido de luz por los cristales,
tu gruesa flor
en su delgado asiento, escondido de gracia,
y tu estandarte de centella azul,
tu dominio silenciador y tu cesta de ruidos:

Ténme bajo tus ojos en la estación de la tarde
con su luz jardinera, su miel
de color, su rocío
oscuro: todo
estante e infinito, para nunca moverse.

Francisco de Oraá


El ser imaginario

Entre papeles oscurezco, mis pasos envejecen hacia abajo, mi tiempo ¿dónde se ha escondido? Callo de ti, poesía. Pero en tus ojos no envejezco y guardo el tiempo fresco en el bolsillo. Pero respóndeme a esta
sola pregunta: Si tuve yo una vida imaginaria ¿también será mi muerte imaginaria?

Sea la realidad la casa de que partes y el parque adonde llegas, pero no sea tu camino. ¡Cuerpo que construimos con las palomas que un niño ha abandonado! Yo me alimento de palabras para responderme a esta sola pregunta: Yo y el mar, mis ojos en la noche, yo y el tiempo ¿qué hacemos en este huérfano mundo? Este mundo que veo mejor que nadie, porque los brincos son más hondos a la ventana de la fiesta.

Francisco de Oraá


Escrito sobre el mar

Tu transparente nombre escrito en aguas
como el mar no termina;
tu llameante nombre puesto en aguas sigue ardiendo
como una rosa sobre el mar; vigila en noche
y puede hallarse en ciertas piedras rojas,
oírsete llamar por aves solas
averiguando la soledad;
no mueve el viento tu joven espejo
que entre aguas piensa, se transforma,
recuerda entre aguas, joven como el mar;
y tu espumosa
sonrisa se abre con la luz; hásete visto
nacer en día siguiente, se te ha oído
con los pies del tiempo andar:
tu sueño nace cada día escrito
en los ojos del pueblo.
Pero el traidor cae enfundado en noche.

Francisco de Oraá
De Es necesario, 1964




"Quería salir del tiempo, abrí la puerta que daba al otro mundo y detrás se agolpaban los recuerdos: atropellándose, hacían por entrar. Recuerdo por recuerdo, de nuevo repasé toda mi vida, pero también las vidas de quienes conocí y hasta la infinidad de los no conocidos que entraron de rondón, de modo tal que recorrí la eternidad: había vivido, gota a gota, ya, todas las vidas, había sido incluso todas las plantas y animales. No me fue extraño ser el único que recordaba, pues todas esas vidas estaban dentro de mí, ni mi capacidad de contener una multitud tal de fantasmas, pues comprendí que sólo soy un fantasma que sueña. Y de pronto sentí que mis seres queridos habían sido sólo sueños. Que el único fantasma había sido yo. Y me angustió pensar que yo llegara a un único recuerdo, habido el cual y y todo el mundo cesaríamos, o peor, a partir del cual quizás todo recomenzara. Entonces me detuve ante un solo recuerdo, aquel que más me hacía llorar."

Francisco de Oraá



Varias veces, desde niño, se me repitió un sueño que me ha hecho sentir la más absoluta alegría.

Anoto una versión; es como sigue.

Estoy fuera, bajo la noche, en la esquina de casa, completamente solo. Arriba, estrellas de todos los colores se cruzan a gran velocidad, trazando estelas, como disparos de una gran guerra de los astros, Yo participo, en mi contemplación, en esa fiesta de los mundos.

Recuerdo otra versión:

Estoy bajo la noche, en el mismo lugar (que puede ser también el patio trasero de la casa). Pero esta vez las estrellas están inmóviles y de una a otra cruzan líneas que las unen, como en un inmenso mapa del cielo o la figuración de un laberinto celeste. Idéntica felicidad .

En ambos sueños, me siento alzado, yo solo en el cielo, y debajo la tierra no es visible.

Me he preguntado siempre: ¿Qué cosa vi en el cielo? ¿La fiesta donde quisiera estar después de muerto? ¿Yo mismo, muerto, ya ante lo que querría contemplar durante toda la eternidad, desde mi sitio, como una constelación invisible?

Cierro los ojos y termina el sueño.

“Son sueños de elegido”, dice el amigo a quien lo cuento.

Francisco de Oraá









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