Canción en blanco y en rosa

Mujer blanca, mujer rosa.

Se me acerca o se va lejos.
Por virtud maravillosa,
se me vuelve mariposa
en un mundo de reflejos.

Mujer blanca, mujer rosa.

Se me acerca o se va lejos.
Incendiándose, se endiosa
en la luna misteriosa
del país de los espejos.

Evaristo Ribera Chevremont


El jíbaro

En su casa de campo, que es sencilla y pequeña,
veo al jíbaro nuestro. Triste es, como su casa.
Gris, cae sobre su frente, que es rugosa, la greña.
Su cuerpo es amarillo, de escasísima grasa.

Enfrente de la casa brilla un fuego de leña;
y, al calor de la brasa, plátano verde asa.
Mísero y dolorido, con lo más puro él sueña.
El es una gran forma de la más pobre masa.

Amante del terruño, con el terruño muere.
A un bienestar sin honra, pobreza honrosa quiere.
Su hierro, que es templado, dice de su bravura.

Su lengua es rural, pero muy abundante en tinos.
Barro dan a sus plantas los peores caminos.
Y es su deleite único la amarga mascadura.

Evaristo Ribera Chevremont



El negro tumba los cocos

Tumba los cocos, negro; tumba los cocos.       
Túmbalos, túmbalos, túmbalos, negro.           
                                               
Tumba los cocos, tumba los cocos.             
Verdes por fuera, blancos par dentro.         
Dulce es la pulpa del coco de agua.           
Dulce es el agua del coca, negro.             
                                               
Tumba los cocos, negro; tumba Los cocos.       
Túmbalos, túmbalos, túmbalos negro.           
Danza en el aire, con los pies prontos         
al salto sobre los cocoteros.                 
Danza en la vasta y azul hoguera               
del media día caribe, negro.                   
                                               
Tumba los cocos, negro; tumba Los cocos.       
Támbalos, túmbalos, túmbalos, negro.           
Empolla el coco que estás tumbando.           
Empolla el coco que tumbas, negro.             
Unos tras otros, los vas tajando.             
Unos tras otros, los tajas, negro.             
                                               
Tumba los cocos, negro; tumba los cocos.       
Túmbalos, túmbalos, túmbalos, negro.           
Tumba los cocos. Ralla los cocos,             
ralla los cocos con rallos, negro.             
Ralla los cocos; hazlos cachipa:               
leche, manteca, pasta, refresco.               
                                               
Tumba los cocos, negro; tumba los cocos.       
Támbalos, ti7imbalos, támbalos, negro.         
Entre los plátanos y los limones               
la isla se mece, blanda de sueño,             
mienttas el blanco, gordo de anillos,         
goza su nada, rumiando tedios.                 
                                               
Tumba los cocos, negro; tumba los cocos.       
Túmbalos, túmbalos, túmbalos, negro.           
Cañaverales y bambudales.                     
Mueve la palina de cocos, negro.               
Mueve la palma, mueve los cocos.               
Mueve los cocos, túmbalos, negro.             
                                               
Tumba los cocos, negro; tumba los cocos.       
Túmbalos, túmbalos, túmbalos, negro.           
Tumba los cocos, tumba los cocos.             
Túmbalos, tájalos, rállalos, negro.           
Tumba los cocos, hazlos cachipa:               
leche, manteca, pasta, refresco.               
                                               
Tumba los cocos, negro; tumba los cocos.       
Túmbalos, túmbalos, túmbalos, negro.           
Tumba los cocos que estás tumbando.           
Tumba los cocos que tumbas, negro.             
Dulce es el coco que estás tumbando.           
Dulce es el coco que tumbas, negro.

Evaristo Ribera Chevremont


Ellos

La tierra de las cumbres en su barro los cuaja.
Esplenden por el sobrio valor de sus figuras.
Muestran líneas del río, del matojo y la laja.
Ajustan sus espíritus a sus musculaturas.

Huelen a hierbas propias del solar. ¿Quién los guía?
¿quién los defiende? nadie. Pero, ¡qué resistencias
las de estos hombres! tienen intacta la energía.
Sanas, como sus cuerpos, mantienen sus conciencias.

Como en la altura moran, de altura es su legado.
Dan lo que recibieran de los mejores cielos.
La precisión gozosa del día soleado
se capta en sus pupilas, que excluyen los recelos.

Suavizan su asperezas las sabias mansedumbres.
Bajo la piel quemada la sangre es generosa,
como es de generosa la vida de las cumbres,
donde la luz alcanza tonos de blanco y rosa.

Evaristo Ribera Chevremont



Espuma

De lo ligero de la madrugada;
de lo sutil en lo fugaz –neblina,
vapor o nube– queda en el mar fina,
fluyente y tremulante pincelada.

De lo que el mar en su extensión afina
–perla en matización, concha irisada–
queda un halo brillante en la oleada.
Halo que en pulcra irradiación culmia.

Los petalos del lirio da la tierra
al mar, y el mar los tiene. El mar encierra
gracias, y gracias a sus gracias suma.

Y va mostrando, cuando la aureola
de la belleza ciñe, en mar y ola,
el blancor indecible de la espuma.

Evaristo Ribera Chevremont


La forma

Alcánzase el estado de ventura
cuando se cumple la elevada forma,
la cual ha de lucir, en su factura,
tal como el pensamiento que la informa.

Por ímpetus y llamas interiores,
se vuelve cuajo milagroso el brío
de los extracomunes cuidadores
del verbo, de inmancable poderío.

Y es por el pulcro y esencial secreto
de la creación suprema, que el vocablo
es, en silva, en romance o en soneto,
como el Niño divino en el establo.

En los blancos pañales de la rima
se envuelve el nuevo y virginal poema;
y la expresión, que en ritmos se arracima,
es flor y astro, manantial y gema.

Evaristo Ribera Chevremont


La palabra

Palabra que te niegas a mi empeño;
palabra esquiva, más ardiente y pura,
cede al milagro de mi antiguo sueño
y entrégame tu amor y tu hermosura.

Yo sé que eres resumen y diseño.
Yo sé que eres espíritu y figura,
y que, si al dios de tu metal desdeño,
nunca podré tener tu arquitectura.

Sé para mí columna y también arco.
Sé para mí la flecha que del arco
hacia la luz del infinito parte.

Sé, por dominio creador, la cima
en la que, por empuje de la rima,
he de gozar la excelsitud del arte.

Evaristo Ribera Chevremont
Creación, 1951


Lengua castellana

La lengua que arropara de vocablos mi cuna
es la lengua brotada del solar de castilla.
Del romancero a lope, sin dejadez ninguna,
ofrécese en romance, soneto y redondilla.

Ni un átomo en mi forma corporal es reacio
al toque rutilante, musical y perfecto
de la lengua que en libro, cuartilla o cartapacio
le da, por su pureza, vigores al concepto.

Levántase la lengua de clásicos sabores
en los pergeñadores ciertos de la belleza.
Los doctores del canto, los puristas mayores,
me la sirven en cláusulas de altitud y justeza.

La lengua -voz de siglos-. A mi verbo se enlaza.
No habrán de destruirla, porque es la mejor parte
-lo substancial, lo eterno- del todo de mi raza.
Y mi raza es, en todo, fe, dolor, amor, arte.

Evaristo Ribera Chevremont












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