"Con el pavor con que se oprime el alma sólo al pensar en enterrados vivos cuando de noche, junto al camposanto se escucha algún gemido, debes temblar al escuchar el nombre de la prisión perpetua en donde gimo y orar por mí diciendo: ¡Desgraciado, si lo enterraron vivo!"

Adolfo León Gómez
La ciudad del dolor: ecos del presidio de inocentes


“Descendí a los infiernos, que nadie en la vida ha llegado a la ciudad enferma con más horror, más miedo, más repugnancia, más compasión y más tristeza que yo, ni nadie que haya sufrido con mayor intensidad al penetrar por primera vez en su temeroso cerco de alambre erizado. Dios me recompensó aquel heroico sacrificio, dándome la fuerza con que año y medio después ya penetraba impávido a los antros más horribles y me familiarizaba con el dolor humano en sus formas supremamente aterradoras”

Adolfo León Gómez
La ciudad del dolor: ecos del presidio de inocentes


"El dolor que tanto aterra al hombre, debiera ser apreciado en lo mucho que vale, como crisol purificador de la vida, como yunque donde se modelan las almas fuertes, como horno encendido donde se depuran los vicios y se aquilatan las virtudes. El dolor, lo mismo que el valor, es de dos clases: físico y moral. El dolor físico es común a hombres y animales. El dolor moral sólo es de hombres, y no de todos: las almas abyectas, estúpidas y materializadas lo sienten raras veces o no lo experimentan nunca."

Adolfo León Gómez
La ciudad del dolor: ecos del presidio de inocentes


“Huyeron de su cárcel vitalicia porque les debían ocho de las miserabilísimas raciones que la Nación les da para vivir, en cambio de todos los derechos, todas las libertades, todos los bienes y todas las garantías que les quita para siempre. Huyeron, porque además del alimento, les faltaba el agua indispensable aun para las más premiosas necesidades. Huyeron, porque careciendo de todo recurso para sostenerse, no tienen obligación de dejarse morir de hambre.”

Adolfo León Gómez
La ciudad del dolor: ecos del presidio de inocentes


“La queja es señal de debilidad y apocamiento. Los espíritus bien templados no se quejan nunca.”

Adolfo León Gómez


"―[…] Le perdonamos al destino
que nos parta el corazón
Y que nos destroce el alma;
pero no podemos perdonarle que nos humille,
nos encarnezca y nos ridiculice.
Horrible es que el dolor se vea forzado a truncar su dignidad."

Adolfo León Gómez











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