Cuartos

Zonzos
de calor y noche,
pasan cuartos
            Cuartos...
            Cuartos...
Cuartos de la gente pobre
con sus chiquillos descalzos.
Cuartos donde no entra el sol,
que el sol es aristocrático.

Mujeres semidesnudas
están lavando en el patio,
y pregonando los fogones
un silencio
            cuadrilátero.
Cuartos donde necia da
la tos, funeral silbato.
Cuartos con sus caras mustias,
con su exposición de harapos.

La enferma se asoma y llama...,
la enferma se asoma y llama
al viento, que no hace caso.
Aprieta el zaguán oscuro.
Abofetea el tinaco.

y
zonzos,
            de calor y noche,
pasan cuartos.
            Cuartos...
            Cuartos...
Cuartos de la gente pobre
con sus chiquillos descalzos.
Cuartos donde no entra el sol,
que el sol es aristocrático.

Demetrio Herrera Sevillano


En La Esquina

Trémula ramita,
rítmico vaivén,
la hija del obrero
va para el taller.

Olvidó el colegio
por necesidad:
peligra la madre,
pequeño salario
devenga el papá.

Por los arrabales,
tronchador de sueños,
al Destino siempre
pasearse vi.

La hija del obrero...
en el labio, brasa;
en la ceja, hollín.

Demetrio Herrera Sevillano


Letania de las Calles

Para el licenciado don Angel L. Casís,
que también siente.

Conozco las calles. Las calles conocen
también mi infortunio, mi ensueño, mi voz.
Las calles son largas mujeres tendidas
que el hombre a martirio tenaz condenó.

Sujetas, prendidas por brazos terribles,
las hieren los coches, las tuesta el calor.
Las calles no logran quitarse la ruda,
la ruda y sañuda, lanzada del sol.

Tacones... Tacones... Con dura inclemencia
golpeando su alma, gozosos se ven.
No tienen quien cure su trágica herida,
quien borre su angustia, quien salve su ser.

A veces enroscan su cuerpo de piedra.
Ocultan, a veces, su pecho viril.
Las matan los golpes --gritón sonsonete--
que el mundo, perverso, las suele inferir.

En noches profundas las hallo rendidas;
las deja, cansado, el ruido voraz.
Las calles parecen, dormidas, los muertos,...
los muertos de alguna contienda brutal.

Quien sabe qué sueñan entonces las calles!
Quien sabe qué cosas sus sueños dirán!
(Tan solo pedazos hacer las cadenas,
aquel que las sufre, precisa soñar).

La bala: chispazo, corcel invisible
que corre la Muerte, que silba al correr,
su rostro empurpura con sangre del uno,
con sangre del otro, con sangre de aquel.

Oh calles cautivas!... Si al menos pudieran
gritar sus pesares, decir lo que ven!
Caifás pisa ufano su cuello deforme
y Judas las tiene de hogar y cuartel.

Anónimo errante, me acogen las calles!
Las calles conocen mi paso, mi voz.
Las calles me quieren, porque, como ellas,
sufro sin que a nadie le interese yo.

Valientes, soportan serenas el yugo;
indóciles, rugen atroz gravedad.
Yo veo en las calles el noble, ¡el magnífico
afán de pararse, de hablar y luchar!

Oh calles amigas!... Cadáver la fiebre
feroz de libraros, la pena es en mí.
Atadas, tiradas al suelo, ultrajadas,
oh calles amigas!, tenéis que vivir.

Yo sí, Yo sí puedo!... Que lúgubres miro
mi estrella soñada, mi sol, mi ideal?...
Poderosas alas, seguiré a la cima;
persistencia cruda, lograré llegar.

Mas no la victoria, la meta, la gloria,
hermanas en cuita, me envanecerán.
Que desde mi cielo,... ¡que desde mi cumbre!
como de costumbre, con vosotras, calles,
oh calles cautivas!, vendré a platicar.

Demetrio Herrera Sevillano


Trozo

Techo,
sombrero de zinc,
para el flamante palacio.

Se lo coloca el obrero.
Un sol capataz fustiga
el ángulo de su cuerpo.

(¡No te yergas..., no te yergas,
que vas a romper el cielo!)

¡Qué edificio...!
¡Si disfrutarlo pudiera
quien persistente lo hizo!

Demetrio Herrera Sevillano



Tú Siempre Dices Que Sí

Paisano mío,
panameño;
tú siempre respondes: «sí».
Pero no para luchar.
Que no para protestar
cuando te ultrajan a ti.

Paisano mío,
panameño:
tú siempre respondes «sí».

Si te dan un peso diario,
«Sí, sí, sí.»
Si te gobierna un tirano,
«sí, sí, sí.»

Paisano mío,
panameño:
tú siempre respondes «sí».

Aprende a decirle «no»,
aprende a decirle «no»
a lo que le dices «sí».

Pero no, que dices «no»
cuando necesitas «sí».
Y al decir «sí» cuando «no»
y «no» cuando debes «sí»,
resulta que tu «sí» es «no»,
lo mismo que tu «no» «sí».

¡por favor!
Que no se diga
Que tú no tienes conciencia.
¡No, no, no!
Ni que sólo dices «sí»
aunque necesites «no».
Ni que te gusta el ultraje.
¡No, no, no!
Ni vagar en la miseria...

Pero no, que dices «no»
cuando necesitas «sí».
Y al decir «sí» cuando «no»
y «no» cuando debes «sí»,
resulta que tu «sí» es «no»,
lo mismo que tu «no» «sí».

Tú siempre respondes: «sí»,
paisano mío,
panameño;
tú siempre respondes: «sí».
Pero no para luchar.
Y menos para ultrajar
cuando te ultrajan a tí,
paisano mío,
panameño;
tú siempre respondes: «sí».

Demetrio Herrera Sevillano


Una Canción Muy Frágil

Para República Aguilera,
chiquilla inteligente, quien
cumple hoy sus nueve años

Qué luce en las calles
la rosa más blanca
de todas las rosas
que vió la comarca?...

Por ese, por ese
motivo es que falta
allá en mis jardines
la rosa más blanca.
La rosa de nieve.
La rosa de nácar.

Ah sí, que tú eres!
Ayer que jugabas
con otras chiquillas
al pie de tu casa,
miré en tu terneza
la rosa que falta
allá en mis jardines...
La rosa que siente,
que grita y que salta.

Muñeca --te dicen--
ha tiempo escapada
de alguna vitrina
brutal, que atajaba
tus pies: azucenas
recién recortadas.

Muñeca que mira
por gotas de malva;
por dos aceitunas,
por dos esmeraldas.

Juguete, Florero
de seda, de nácar
do siempre surgiendo
se advierte una mata;
tu mata de pelo,
tu pelo de brasa.

Que digan. Que digan,
criatura de plata!
Mas eres aquella
feliz rosa blanca
que allá en mis jardines,
ha mucho que falta.

Te llevo. Las flores
--que son tus hermanas--
te quieren, te piden,
te piden, te llaman.

Ah sí!, que tú eres
y aquella es tu casa!
Lo cantan las aves...
Graciosa lo canta
la brisa que, inquieta,
buscándote pasa.

Por eso te llevo.
Por eso no escapas.
Por eso te buscan,
racimo de gracia.

Las flores más bellas
--que son tus hermanas--
te piden, te quieren,
te quieren...
te aclaman.

Demetrio Herrera Sevillano


Vida Pobre

He vuelto triste a mi tugurio. Triste.
Mi madre, perspicaz, ha comprendido
que nada he conseguido...
nada contra el dolor que nos asiste.

Está el fogón cual lo dejé: dormido.
Pero la pobre en ocultarme insiste
el hambre que su rostro ha deprimido,
y, "mañana, -me alienta- tú persiste".

Dúlcidas expresiones que comprendo!
No quiere -madre al fin- mirar conmigo, ...
conmigo el mal, sobre mi mal creciendo.

Y así marchamos, tras la misma estrella:
hoy ella riendo, y yo, porque consigo;
mañana sin reír, ni yo, ni ella.

Demetrio Herrera Sevillano


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