Cuerpo-naufragio

Como carroñeros rescatan mi cuerpo
mal sepultado junto a las rocas. Les habla
de conciencias tranquilas que abandonaron
de padres que supieron amar
de hermanos cautivos aún en algún útero
remoto, pero
nadie escucha. Es porque las cicatrices nuevas
consienten.
Dicen que no hubo nunca un Gran Dolor y
oigo voces que cuchichean, los pescadores dicen
                                               no puede ser verdad
                                               no puede
                                               no
pero las heridas jóvenes insisten.
No fue nada ni hubo nunca un Gran Dolor
que atravesara a oscuras el pasillo, los
pulmones,
el desvariado amor que fue lo único
que sangró cuando la estaca.
                                               No fue
                                               no hubo
dicen las marcas ignorantes de dientes de leche.
Son brechas
descendientes de otras brechas
que no supuran por miedo o qué sé yo, por
puro agotamiento, pero que saben
y callan, que nacieron
del vientre frío de la guerra.

Querían, los pescadores, sacar
algo bello de mi cuerpo. Creyeron
haber hallado magia, mitología, y no hay sino
antigüedad comprimida, los restos
de una embarcación que osó
cruzar este Leteo
este destino naufragio del que
quisiera salvaros advirtiendo:
                                               no lo toquen siquiera
                                               no suelten amarras
                                               no se alejen del puerto
pero el aliento apenas escapa de los labios y
nadie escucha porque las heridas jóvenes
son siempre las más rojas, las más hermosas, y
ellas cantan que
no fue nada, no hubo un Gran Dolor
habitándome entre los huesos.

Y atraviesan la carne con un corte limpio
muestran
la competencia esperada
de quien lleva siglos alimentando a sus hijos
a base de los hijos del océano. Buscan oro, fuego
o el mismísimo Origen, el sentido de la vida, y
no hay sino
algas podridas que protegen la costra
sal apelmazada que protege la costra
fósiles de moluscos que protegen la costra
para que no se abra, para que no vuelva
a gotear la historia.
Las grietas selladas no se defienden, preferirían
permanecer enterradas
silenciar esa canción que sus herederas
ignoran, pero
nadie escucha y
las heridas jóvenes entonan
los pescadores las aman
nadie
nadie escucha.

Hay algo de redundancia en la estupidez
humana.

Carmen Juan



De modo que el discurso es el siguiente:

soy demasiado joven para agitarme en el aire
pañuelo de despedida blanco como las palmas
de las niñas blanco

soy
demasiado joven para no ser valiente
demasiado joven para no ser estúpida
demasiado joven para no estar maldita

soy
demasiado joven
para no dar de comer a la bestia
para no alimentar desde estas manos blancas la
psicopatía

Vendrán la enfermedad y el castigo.
Ella (yo) estará esperando

Carmen Juan



“La mayoría de adultos quiere recordar su infancia como el mejor momento de su vida, pero no está bien obviar la parte mala de la infancia.”

Carmen Juan


Las niñas eran niña
pudor
mujer
silencio.

Nosotras olfateábamos el proceso de
descomposición
de las sangres nuevas, limpias.
Por qué el cambio, por qué
los labios cerrados. Nos frotábamos la
adolescencia contra
los dedos, buscando.

Incluso entonces olíamos distinto.

Carmen Juan










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