De lidia
               
Gimes, y en vano a la cerrada puerta
llamas de Cloe, que al divino ruego
de amor nunca ha cedido.
Duerme,  y no la despierta
ni el más vehemente ruego,
ni el más hondo gemido.

Vete: cual Cloe fría
está la noche; y en la niebla bruna,
ya su disco de plata
tiende a ocultar la luna.

Huye  de Cloe dándola al olvido,
y busca otra deidad menos ingrata...

¡Ay!, yo también herido
fui como tú: también de Cloe el daño
lloré; pero va un año
que de Lidia me tiene el talle airoso;
siervo de Lidia soy y soy dichoso.

Fácil Lidia me ama,
fácil al ruego y al amor se inflama;
¡y es, en las frías noches, más ardiente
Lidia, que el oro en el crisol candente!

Enrique Fernández Granados


El vino de lesbos
               
Si queréis de mi lira
oír los sones,
dadme  vino de Lesbos
que huele a flores.

Y si queréis que dulces
amores cante,
venga Lelia a mi lado
y el vino escancie.

Pero no en cinceladas
corintias copas,
¡porque el vino de Lesbos
se liba en rosas!

El Amor  nos lo brinda,
y el que lo bebe,
¡arder en sacro fuego
feliz se siente!

Es suave  como el néctar
que, en los festines
del Olimpo, Ganímedes
alegre sirve.

¡Que  venga Lelia hermosa,
y sus hechizos
celebraré en mis cantos
bebiendo  vino!

Veréis cómo la niña
si oye mis coplas,
me da vino de Lesbos,
pero en su boca...
¡Porque el vino de Lesbos
se liba en rosas!

Enrique Fernández Granados













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