El beso

Se iluminó la estancia de una venusta gracia
cuando acerqué a tu boca la mía temblorosa,
mientras por tierra y cielo relampagueó mi audacia
cortándole a la vida su más intacta rosa.

¿Qué jugo, di, qué jugo el corazón invoca
tiene como tus labios tan íntimos dulzores?
Mujer, dime: ¿Qué abejas buscaron en qué flores
las mieles trasegadas al panal de tu boca?

¡Oh, beso! con la gloria de tu emoción celeste
–comunión de alma y boca, brasa y diafanidad–
abriste en el más puro de los espasmos: Este,
a nuestro barro efímero rutas de eternidad.

Tu labio, jardín donde la fiebre es jardinera;
botón de calentura mi labio nunca ahíto,
fundiéronse en las llagas de la inmortal hoguera
para beberse juntos de un beso el infinito.

Flavio Herrera



El lago

Entre rústico estuche de montañas
como una gema duerme la laguna
y pule su cristal en donde baña
su clorosis romántica la luna.

Cerca del tul que el céfiro enmaraña
hunde su red un pescador. Es una
colosal y nerviosa telaraña
donde truncan los peces su fortuna.

A veces por la húmeda ribera
pasa ondulando un tren como serpiente
que a sumergirse en las aguas fuera ...

Vibra una imploración en un silbido;
un brazo de granito tiende un puente
y pasa el tren sobre el cristal partido.

Flavio Herrera


"En una antiquísima ciudad, había una vez un hombre que miraba las cosas a través de una lente; pero he aquí que la lente era opaca y todo a sus ojos parecía empañado.
Por aquel tiempo, que fue el tiempo de los magos, acertó a pasar por allí uno de ellos y el hombre, que buscara remedio a su mal, fue tras el mago y le dijo:
-Tengo una lente para ver las cosas: pero mi lente es opaca, y no adquiere así la perceptiva clara de lo que miro.
A lo que el mago le repuso:
-Conozco tu lente. Es una lente milenaria, que a través de mil generaciones te legara un ancestral común de todos los hombres. La llaman Dolor...
-¿Y cómo he de limpiar mi lente?
El mago le dijo:
-Con tu corazón.
Y desde aquel instante vio el hombre, o creyó ver, que en la penumbra de su anteojo se filtraba un hilo de sol."

Flavio Herrera
La lente opaca


"—...Tengo miedo... Qué cosa más terrible me sucede... ¿Por qué la vida me reservaba aquí, en este rincón insospechado tal sorpresa?... A este hombre acabo de conocerlo... No sé quién es; aunque usted dice..., sin embargo, ya me domina, me subyuga, casi me posee... Con un gesto rige mis actos. Con una palabra suya vine a tierra... Con una súplica suya... ¿Iré al abismo? ¿Qué demonio hay en mi ser, que le obedece? ¿Qué ponzoña hay en mi sangre, que mata mis propósitos y agota mi resistencia?... Una, diez y cien veces en este solo día he intentado salvarme. Huirle, abrumada por no sé qué cosa tremenda que presiento y que humilla mi recato de mujer honesta... Sí, me siento azorada, humillada, humillada ante mí misma; azorada ante ustedes, los que me conocen..., otros del pasaje... Sé que antes que haya ocurrido nada, se hicieron ya de mí supuestos indecorosos... Desde a bordo, cuando empezaron con sus bromas... La aviesa sonrisita de esos maniquíes que me han venido asediando en el viaje. No sé qué rictus burlón, no sé qué mueca furtiva cuando me saludaron esta mañana, como diciendo: “¡La mosquita muerta!”... Me vine a tierra por..., porque a bordo me siento en una falsa postura, en una tensión embarazosa... Primero quise huir, salvarme y me escondí en el camarote... Fue cuando usted, capitán, con él y con otros de aquí, me buscaban por todo el barco. Los oía pasar y repasar por el pasillo y jugué al escondite largo rato; pero cuando temí que regresaran a tierra sin hallarme, algo ciego como el instinto me impulsó a salir, me arrastró fuera. El corazón se me salía del pecho pensando que se habían ido sin mí..., que ya no lo vería más... Luego, aquí en tierra, comenzó la lucha igual."

Flavio Herrera
Poniente de sirenas








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