El cráneo de la selva

En el hueco de un cráneo carcomido
que el hado, cual corona funeraria,
puso sobre la peña solitaria
de una selva, hizo un pájaro su nido.

Vagando yo, en mis sueños embebido
por aquella región hospitalaria,
llegué a la agreste peña cineraria
y vi aquel cráneo, emblema del olvido.

Y cuando entre las ráfagas del viento
esperaba escuchar el triste acento
del grito postrimero de su inerte

boca, o con el alma estremecida,
salir de aquel despojo de la muerte
el trino placentero de la vida.

Francisco Sisto Piedra


Homenaje

Un cofre es tu violín de musicales
joyas que se derraman a torrentes,
como aquellos tesoros sorprendentes
de los antiguos cuentos orientales.

Se oyen en sus armónicos raudales,
aleteos de pájaros nacientes,
risas de ondinas en serenas fuentes
y trinos de canarios y turpiales.

Al poder de tu magia transformado,
se agiganta mi numen desmayado,
subo a las cumbres del excelso Pindo,

y en esta hermosa fiesta de las almas
las copas de esmeralda de mis palmas
de estrellas lleno ¡y por tus glorias brindo!

Francisco Sisto Piedra


La Molienda en días de esclavitud

Raudo y sonoro los espacios hiende
del ronco pito el imperioso acento,
y al chasquido del látigo sangriento
la humilde tribu su faena emprende.

El húmedo bagazo se desprende
del conductor pautado al giro lento,
y el pobre siervo a su labor atento
por el ancho batey al sol lo extiende.

Entre las férreas mazas comprimida
cruje la caña; la gigante torre
como humeante volcán se ostenta erguida,

dulce guarapo en los canales corre,
y en su oleada de miel no logra al cabo
endulzar la amargura del esclavo.

Francisco Sisto Piedra


Labor constante

Nada en el mundo en su quietud extraña
yace en estéril ocio; allá en el llano
forma el árbol futuro el seco grano,
y el átomo de polvo la montaña.

El aura tenue la floresta baña
de fecundante polen; del pantano
surge la nube, y tórnase en océano
y crea el pez dorado en su honda entraña.

La flor labora en su cerrado broche
su aroma; llena el pólipo escondido
de bosques de coral la mar sombría,

y el ave gigantesca de la noche,
cubriendo silenciosa en su amplio nido
su áureo huevo de sol, incuba el día.

Francisco Sisto Piedra


Paisaje

I
Arriba, un áureo sol que de un celaje
en el lecho de nácar se reclina,
y abajo, una vivienda campesina
como el nido de un ave entre el follaje,

Cerca, un hojoso y pálido boscaje,
y allá, a la falda de gentil colina,
una sonora fuente cristalina
y un pájaro que riza su plumaje.

Doquiera, como signos de esperanza,
verdes mantos de fértiles praderas,
y en alegre y risueña lontananza,

extensa guardarraya de palmeras,
semejante a un ejército que avanza
desplegando a los vientos sus banderas.

Francisco Sisto Piedra



Un consejo

Cuando llegue a tu asilo algún viajero
con la luz del placer en la pupila,
si no sabes quien es, con voz tranquila,
antes de abrir, pregúntale primero.

Pregúntale quien es al que, altanero,
al llamar a tu puerta no vacila,
al que en su porte y apariencia estila
los modales de un rico caballero.

Pero al que débil tu favor reclama
y ante tu hogar, jadeante, se detiene,
al que triste sus lágrimas derrama,

al que te pide un pan porque hambre tiene,
no preguntes jamás como se llama,
cuál es su patria, ni de donde viene.

Francisco Sisto Piedra






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