El Himno

¡A las Villas valientes cubanos:
A Occidente nos manda el deber
De la Patria a arrojar los tiranos
¡A la carga: a morir o vencer!
De Martí la memoria adorada
nuestras vidas ofrenda al honor
y nos guía la fúlgida espada
de Maceo, el Caudillo Invasor.
Alzó Gómez su acero de gloria,
y trazada la ruta triunfal,
cada marcha será una victoria:
la victoria del Bien sobre el Mal.
¡Orientales heroicos, al frente:
Camagüey legendaria avanzad:
¡Villareños de honor, a Occidente,
por la Patria, por la Libertad!
De la guerra la antorcha sublime
en pavesas convierta el hogar;
porque Cuba se acaba, o redime,
incendiada de un mar a otro mar.
A la carga escuadrones volemos,
Que a degüello el clarín ordenó,
los machetes furiosos alcemos,

¡Muera el vil que a la Patria ultrajó!

Enrique Loynaz del Castillo



Es muy tarde… Tal vez es demasiado
tarde para vivir. Apaga ya tu lámpara.
Yo sólo necesito beber como si fuera
un vino negro tu negra mirada.

Enrique Loynaz del Castillo




La estrella

La estrella se ve a lo lejos
y  yo sigo todavía sonriendo…
La estrella está ya muy cerca
y mi cara todavía está serena…
La estrella se ha detenido
a mi espalda y voy sintiendo mucho frío.
La estrella me toca y tiemblo…
La estrella me abraza y muero…

Enrique Loynaz del Castillo


La oración del crepúsculo

¡Mi Dios, quiero ser algo inmaterial!… Quisiera
no haber jamás nacido y no morir jamás;
ser tan sólo una fuerza: un color, un sonido,
una luz… Ser un claro de luna sobre el mar.

Ser un ardiente rayo de sol. Dar de mi fuego
y mi lumbre a la Tierra, ignorando que allá
en su seno, se agita como un sueño perenne,
como un misterio torvo, la ciega humanidad.

Ignorando sus vanos ideales, sus luchas
por las terrenas glorias y el error ancestral
de juzgarse a sí misma –grande– aun no sabiendo
por cuál causa ha nacido ni por cuál morirá…

No quisiera estar hecho de algo; no quisiera
existir, solamente para luchar, ¡luchar
sin que el estéril río de la vida, me lleve
dulcemente a un remanso de beatitud y paz!

¿Con qué divinos dedos liberar mi materia
de la prisión del mundo donde encerrada está?
¡Cómo podré diluirme todo!, todo en la nada,
en la luz, mi Dios, ¡quiero ser algo inmaterial!

Enrique Loynaz del Castillo



Tú también tienes mucho miedo; en tus ojos ebrios
he visto pasar un
reflejo -pena sospechable- de otra vida
y de otra insospechable juventud.

Enrique Loynaz del Castillo




















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