El oficio

Tengo una mesa.
Puedo escribir tengo una mesa.
Tengo una silla.
Puedo escribir tengo una silla.
Aún más:
Tengo papel y tinta.
Puedo escribir sobre el papel y con la tinta.

Pero la poesía me dice
que ella no está en lo que ya tengo.
La poesía me dice
que está en lo que me falta.

Eduardo Langagne


Ella

Ella está hecha a semejanza
de las cosas que amo.
Se parece a la noche,
o mejor: a una noche sin ausencias.
Ella es exacta.
Cuando la noche escurre,
su cuerpo se humedece.
Me permite trepar por mis temblores
y agitar su nombre desde la oscuridad.
Ella es irrepetible.
Nació en las piedras donde
empieza mi desorden.

Eduardo Langagne



La memoria

La materia del canto es la memoria,
no lo que viste, pues el ciego entonces
no cantaría jamás.
Y no es lo que escuchaste, pues el sordo
no hubiera escrito dolorosamente
aquella sinfonía con los coros
que hacen estremecer tu corazón.
Y el tacto, que es efímero,
decide trasladar a la memoria
lo que ha convenido que se toca.
Hoy puedes aromar la sopa de habas
que solía recordar López Velarde:
No hay plato alguno y nadie guisa,
pero el sabor se guarda en tu memoria
y lo degustas siempre, silencioso.
No debes olvidarlo. Es evidente:
la materia del canto es la memoria.

Eduardo Langagne



Mutilaciones

En el Talón de Aquiles podían clavarse las flechas enemigas, los
dardos y calumnias con que provee la inquina. Van Gogh mutiló su
oreja y nadie sabe si fue en el altercado con Gaugin una tarde de
hambruna y perros flacos. O si era una manera de decir: no se
requiere de la oreja para mirar un desquiciado girasol.
La pierna de Mariátegui no le impidió caminar hacia el futuro. De
Cervantes, la mano, a un tiempo sostenía la adarga y el lanzón,
ilusiones del hombre en la batalla. De Díaz Mirón era el brazo
enfurecido que manoteaba hacia el orto para alcanzar desnudo sus
reflejos de plomo. El de Orozco quería pintar incendios, el de Jesús
F. Contreras esculpía ese sueño malgré tout.

Eduardo Langagne


Palabras que se deslizan

La palabra serpiente se desliza en mi página.

Es una palabra, no es una serpiente.

Si escribo cobra, sierpe, 
una imagen se arrastra hacia el lector,
la sensación se desliza.

Si escribo víbora,
si añado la palabra cascabel, 
no es una víbora de cascabel la que se arrastra por la página,
es mi escritura que se desliza entre el silencio.

Ya suena el cascabel;
el peligro se aproxima,
la víbora se acerca:
tengo miedo de que me aplique su ponzoña,
temor a esos colmillos que me impidan respirar.

Si doy vuelta a la página el peligro termina.

Eduardo Langagne


Piedras

no tenemos la casa todavía.
tenemos piedras; algunas.
trozos de pan, algo de vino tenemos
pero la casa no;
sin embargo tenemos oscuridad,
porque luz no tenemos todavía;
tenemos algunas lágrimas y besos.
otras cosas igualmente ridículas tenemos,
pero la casa no. quizá
paredes que se levantan muy despacio,
mas no tenemos casa todavía
donde encontrar el frío, la soledad,
la lluvia,
pero arriba,
un cielo como sábana tenemos
y abajo un infierno delicioso
por donde deambulamos
recogiendo piedras.
“hoy no me llevas, muerte, calavera,
no me voy, no quiero ir.
hoy no voy ni entrego mi barco de papel,
mi brazo, mi guitarra, hoy no,
hoy solamente tiro piedras,
poemas,
muchas piedras contra tu rostro
—no niego, dulce rostro—
tiro piedras, 
me arranco el corazón y te lo arrojo.
hoy no, muerte, hoy no voy, no quiero,
necesito hacer la casa.”
y estoy vivo
cuando arrojo palabras, muchas palabras.
fuego.

Eduardo Langagne


Poema del ciego amor

El amor es ciego
Palpa las paredes del laberinto
para encontrar la salida
Toquetea con su bastón
los bordes del camino
y arrastra los pies
por un sendero de arena
O sobre un papel
amarillento y sucio
las puntas de sus dedos
buscan descifrar
los códigos del ser amado
El ciego amor por fin decide
ser feliz a pesar de todo
Pero cuidado
La felicidad es más ciega que el amor

Eduardo Langagne


Prestidigitación

Voy a jugar a ser un insólito mago
que adivina las cartas que están sobre la mesa
al tiempo que la mano se vira y muestra un as
desparpajado y cómico con corazón bermejo.
O saca de la manga el conejo de Alicia
y el espejo de Alicia con bisel bermellón
y un jardín de locuras, extravagancias, néctares.
Como a un mago atroz, capa negra y chistera,
que trae un amuleto entre las mancuernillas,
las voces vilipendian, injurian, y proceden
a colocarte máscaras, disfraces que no tienes,
que tú no usas jamás, porque tienen oscuras
sensaciones de acoso que no te corresponden.

Eduardo Langagne


Testimonio

a Paola

Aun si supiera 
que el mundo
explotará esta noche,
hoy también te diría 
con un beso
“hasta mañana”.

Eduardo Langagne






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