"El pesado cuerpo se extiende a través de la silla, detrás del escritorio. A un costo, él insiste en levantarse.
Para abrazarme, para agradecer la visita.
Su mirada se pierde en esa habitación tan llena de recuerdos, historias, historia.
Las palabras salen con cierta dificultad, casi automáticas, siempre amables.
Plantea los temas que lo movilizan, las emociones y las últimas certezas que le dan vida, pero también la tristeza que lo abruma.
Elijo bien mis palabras, pero no sé si son las correctas.
Recuerdo momentos comunes, pero no estoy seguro de estar siempre siguiendo.
Busco temas que lo hagan reaccionar, agarrar algunos, dejar que otros pasen en silencio.
Los nombres lo eluden, ya vive con esa realidad, organiza su discurso en torno a estos espacios vacíos.
Pregúntame sobre la vida, más por orientación que por interés real.
Te doy noticias que, recientemente, serían trivialidades para él.
Las pausas, que son cada vez más largas, tienen lugar entre nosotros.
Estoy muy triste, sin saber qué decir.
Me despido con la certeza de que este es nuestro adiós."

Francisco Seixas da Costa 
01-01-2017
(Escribí esta publicación el 4 de agosto de 2015. El amigo, a quien no nombré en ese momento, era Mário Soares. Murió recientemente. La reunión que informé fue nuestra despedida)

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