El regreso

Implorando el perdón de aquel desvío
que abrió en mi pecho tan profunda herida,
volviste a mí, cuitada y abatida
por los males, el mundo y el hastío.

Tu acento de dolor movió mi pío
espíritu al perdón, y conmovida,
la honda ansiedad en tu alma contenida
vertiste entonces sobre el pecho mío.

Y fue rotundo tu arrepentimiento...
Sobre el miraje de ancestral tormento
esparció claridad tu desagravio.

Y tu llanto, no obstante su amargura,
como un licor de amor y de ventura
gustó con loca exaltación mi labio!

Eugenio Rebaque Thuillier

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