Amor antiguo

Amor antiguo, cuya sombra empaña
Mi cariñosa propensión de ahora,
Eres como una sombra de montaña
Sobre el encendimiento de la aurora.

Amor antiguo, cuya pesadumbre
Traba la agilidad de mi alegría,
Eres la tiranía de la cumbre
Contra la libertad del mediodía.

Amor antiguo, cuya voz sofoca
La nueva vocecita del cariño,
Eres palabra de proyecta boca
En una boca inédita de niño.

Amor antiguo, cuyo sentimiento
Hace caber el mundo en nuestro llanto,
Eres el alma convertida en viento
Y eres el viento convertido en canto.

Amor antiguo, cuya remembranza
Cada amorosa perspectiva cierra,
Eres esa emoción que sólo alcanza
Quien se acuerda del mar desde la tierra.

Francisco Luis Bernárdez




El destello

Aunque el cielo no tenga ni una estrella
y en la tierra no quede casi nada,
si un destello fugaz queda de aquella
que fue maravillosa llamarada,

me bastará el fervor con que destella,
a pesar de su luz medio apagada,
para encontrar la suspirada huella
que conduce a la vida suspirada.

Guiado por la luz que inmortaliza,
desandaré mi noche y mi ceniza
por el camino que una vez perdí,

hasta volver a ser, en este mundo
devuelto al corazón en un segundo,
el fuego que soñé, la luz que fui.

Francisco Luis Bernárdez



El silencio

No digas nada, no preguntes nada.
Cuando quieras hablar, quédate mudo:
que un silencio sin fin sea tu escudo
y al mismo tiempo tu perfecta espada.

No llames si la puerta está cerrada,
no llores si el dolor es más agudo,
no cantes si el camino es menos rudo,
no interrogues sino con la mirada.

Y en la calma profunda y transparente
que poco a poco y silenciosamente
inundará tu pecho de este modo,

sentirás el latido enamorado
con que tu corazón recuperado
te irá diciendo todo, todo, todo.

Francisco Luis Bernárdez


"... Eres esa emoción que sólo alcanza
quien se acuerda del mar desde la tierra..."

Francisco Luis Bernárdez



Estar enamorado

Estar enamorado, amigos, es encontrar
el nombre justo a la vida.
Es dar al fin con las palabras que para hacer
frente a la muerte se precisa.
Es recobrar la llave oculta que abre la cárcel
en que el alma está cautiva.
Es levantarse de la tierra con una fuerza que
reclama desde arriba.
Es respirar el ancho viento que por encima de
la carne respira.
Es contemplar, desde la cumbre de la persona,
la razón de las heridas.
Es advertir en unos ojos una mirada verdadera
que nos mira.
Es escuchar en una boca la propia voz
profundamente repetida.
Es sorprender en unas manos ese calor de la
perfecta compañía.
Es sospechar que, para siempre, la soledad
de nuestra sombra está vencida.

Estar enamorado amigos, es descubrir dónde
se juntan cuerpo y alma.
Es percibir en el desierto la cristalina voz de
un río que nos llama.
Es ver el mar desde la torre donde ha quedado
prisionera nuestra infancia.
Es apoyar los ojos tristes en un paisaje de
cigüeñas y campanas.
Es ocupar un territorio donde conviven los
perfumes y las armas.
Es dar la ley a cada rosa y al mismo tiempo
recibirla de su espada.
Es confundir el sentimiento con una hoguera
que del pecho se levanta.
Es gobernar la luz del fuego y al mismo tiempo
ser esclavo de la llama.
Es entender la pensativa conversación del
corazón y la distancia.
Es encontrar el derrotero que lleva al reino de
la música sin tasa.

Estar enamorado, amigos, es adueñarse de
las noches y los días.
Es olvidar entre los dedos emocionados la
cabeza distraída.
Es recordar a Garcilazo cuando se siente la
canción de una herrería.
Es ir leyendo lo que escriben en el espacio las
primeras golondrinas.
Es ver la estrella de la tarde por la ventana de
una casa campesina.
Es contemplar un tren que pasa por la montaña
con las luces encendidas.
Es comprender perfectamente que no hay
fronteras entre el sueño y la vigilia.
Es ignorar en qué consiste la diferencia entre
la pena y la alegría.
Es escuchar a medianoche la vagabunda
confesión de la llovizna.
Es divisar en las tinieblas del corazón una
pequeña lucecita.

Estar enamorado, amigos, es padecer espacio
y tiempo con dulzura.
Es despertarse una mañana con el secreto de
las flores y las frutas.
Es libertarse de sí mismo y estar unido con
las otras criaturas.
Es no saber si son ajenas o son propias las
lejanas amarguras.
Es remontar hasta la fuente las aguas turbias
del torrente de la angustia.
Es compartir la luz del mundo y al mismo
tiempo compartir su noche obscura.
Es asombrarse y alegrarse de que la luna
todavía sea luna.
Es comprobar en cuerpo y alma que la tarea
de ser hombre es menos dura.
Es empezar a decir siempre, y en adelante no
volver a decir nunca.
Y es, además, amigos míos, estar seguro de
tener las manos puras.

Francisco Luis Bernárdez


Hogar

Encendido en palabras puras
el fuego conversa conmigo.

Como un abuelo labrador,
de cenizas encanecido,
llamea su boca barbada
un consejo de campesino.

Y tiene sencillez de campo,
sencillez de ropa de lino,
sencillez de pan de centeno,
sencillez de ataúd de pino.

Un poco de cielo desciende
al humoso ademán tranquilo.

Francisco Luis Bernárdez



La ciudad sin Laura

En la ciudad callada y sola mi voz despierta una
profunda resonancia.
Mientras la noche va creciendo pronuncio un
nombre y este nombre me acompaña.
La soledad es poderosa pero sucumbe ante mi voz
enamorada.
No puede haber nada tan fuerte como una voz
cuando esa voz es la del alma.
En el sonido con que suena siento el sonido de
una música lejana.
Y en la energía remota que la mueve siento el calor de
una remota llamarada.
Porque mi voz es una chispa de aquella hoguera
que eterniza lo que abrasa.
Porque mi amor es una chispa de aquella hoguera
que eterniza lo que abrasa.
Para poblar este desierto me basta y sobra con
decir una palabra.
El dulce nombre que pronuncio para poblar este
desierto es el de Laura.
Las cosas son inteligibles porque este nombre de mujer
las ilumina.
Porque este nombre las arranca de las tinieblas en
que estaban sumergidas.
Una por una recuperan su resplandor espiritual y
resucitan.
Una por una se levantan con el candor y la belleza
que teman.
La obscuridad desaparece mientras el sueño silencioso
se disipa.
Por este nombre de los nombres hasta la muerte sin
palabras tiene vida.
Ya no resuena entre las cosas el gran torrente de las
noches y los días.
El tiempo calla y se detiene para escuchar esta perfecta
melodía.
Mi vida entera permanece porque este nombre que
recuerdo no me olvida.
Porque este nombre me sostiene con emoción desde su
tierna lejanía.
Cuando mi boca lo ignoraba, la soledad era más honda
que el silencio.
Cuando mi boca estaba muda, mi corazón era invisible
como el viento.
Se conocía que vivía por la canción que lo tenía
prisionero.
Pero vivía en otro mundo; para las cosas de este mundo
estaba muerto.
Le pesadumbre de las horas era mas íntima que nunca
en aquel tiempo.
Porque las noches eran largas; porque los días de las noches
eran lentos.
La tierra estaba más obscura porque faltaban las estrellas
en el cielo.
El manantial de donde brota la luz que alumbra el corazón
estaba seco.
¿Qué hubiera sido de mi vida sin este nombre que pronuncio
en el desierto?
¿Qué hubiera sido de mi vida sin este amor que me acompaña
desde lejos?
Lejos está la dulce causa del corazón, de la cabeza y de la mano.
Pero su ausencia es la del río, que con la fuente que lo llora
vive atado.
Nunca he sentido como ahora la vecindad de la mujer que estoy
cantando.
Cuando el amor está presente no puede haber nada escondido
ni lejano.
La luz del fuego que me alumbra ¿no es la que alumbra el corazón
del ser amado?
La llamarada que me quema ¿no es la del fuego en que se quema
sin descanso?
Aunque las leguas se interponen entre nosotros, ya no pueden
separarnos.
Porque el amor que vence al tiempo no puede estar sino a cubierto
del espacio.
Entre la dicha y mi existencia la diferencia que hubo ayer se va
borrando.
El ser que nombro es el que, siendo, me da una vida sin dolor ni
sobresalto.

Francisco Luis Bernárdez




La lágrima

No sé quién la lloró, pero la siento
(por su calor secreto y su amargura)
como brotada de mi desventura,
como nacida de mi desaliento.

Quizá desde un lejano sufrimiento,
desde los ojos de una estrella pura,
se abrió camino por la noche oscura
para llegar hasta mi sentimiento.

Pero la siento mía, porque alumbra
mi corazón sin esa luz sin tasa
que sólo puede dar el propio fuego:

Rayo del mismo sol que me deslumbra,
chispa del mismo incendio que me abrasa,
gota del mismo mar en que me anego.

Francisco Luis Bernárdez




La palabra

En cada ser, en cada cosa, en cada
palpitación, en cada voz que siento
espero que me sea revelada
esa palabra de que estoy sediento.

Aguardo a que la diga el firmamento,
pero su boca inmensa está callada;
la busco por el mar y por el viento,
pero el viento y el mar no dicen nada.

Hasta los picos de los ruiseñores
y las puertas cerradas de las flores
me niegan lo que quiero conocer.

Solo en mi corazón oigo un sonido
que acaso tenga un vago parecido
con lo que esa palabra puede ser.

Francisco Luis Bernárdez




Nocturno

¿De quién es esta voz que va conmigo
por el desierto de la noche obscura?
¿De quién es esta voz que me asegura
la certidumbre de lo que persigo?

¿De quién es esta voz que no consigo
reconocer en la tiniebla impura?
¿De quién es esta voz cuya dulzura
me recuerda la voz del pan de trigo?

¿De quién es esta voz que me serena?
¿De quién es esta voz que me levanta?
¿De quién es esta voz que me enajena?

¿De quién es esta voz que, cuando canta,
de quién es esta voz que, cuando suena,
me anuda el corazón y la garganta?

Francisco Luis Bernárdez



Para recobrar

Si para recobrar lo recobrado
debí perder primero lo perdido,
si para conseguir lo conseguido
tuve que soportar lo soportado,

si para estar ahora enamorado
fue menester haber estado herido,
tengo por bien sufrido lo sufrido,
tengo por bien llorado lo llorado.

Porque después de todo he comprobado
que no se goza bien de lo gozado
sino después de haberlo padecido.

Porque después de todo he comprendido
por lo que el árbol tiene de florido
vive de lo que tiene sepultado.

Francisco Luis Bernárdez


Soneto ausente

El sentido del tiempo se me aclara
desde que te ha dejado y me has traído,
y el espacio también tiene sentido
desde que con sus lenguas nos separa.

El uno tiene ahora canto y cara
porque vive de habernos dividido,
y el otro no sería conocido
si no nos escondiera y alejara.

Desde que somos de la lejanía,
el espacio, que apenas existía,
existe por habernos separado.

Y el tiempo que discurre hacia la muerte
no existe por el tiempo que ha pasado
sino por el que falta para verte.

Francisco Luis Bernárdez


Soneto del amor unitivo

Tan unidas están nuestras cabezas
y tan atados nuestros corazones,
ya concertadas las inclinaciones
y confundidas las naturalezas,

que nuestros argumentos y razones
y nuestras alegrías y tristezas
están jugando al ajedrez con piezas
iguales en color y proporciones.

En el tablero de la vida vemos
empeñados a dos que conocemos,
a pesar de que no diferenciamos,

en un juego amoroso que sabemos
sin ganador, porque los dos perdemos,
sin perdedor, porque los dos ganamos.

Francisco Luis Bernárdez


Soneto del amor victorioso

Ni el tiempo que al pasar me repetía
que no tendría fin mi desventura
será capaz con su palabra oscura
de resistir la luz de mi alegría,

ni el espacio que un día y otro día
convertía distancia en amargura
me apartará de la persona pura
que se confunde con mi poesía.

Porque para el Amor que se prolonga
por encima de cada sepultura
no existe tiempo donde el sol se ponga.

Porque para el Amor omnipotente,
que todo lo transforma y transfigura,
no existe espacio que no esté presente.

Francisco Luis Bernárdez


Soneto enamorado

Dulce como el arroyo soñoliento,
mansa como la lluvia distraída,
pura como la rosa florecida
y próxima y lejana como el viento.

Esta mujer que siente lo que siente
y está sangrando por mi propia herida
tiene la forma justa de mi vida
y la medida de mi pensamiento.

Cuando me quejo, es ella mi querella,
y cuando callo, mi silencio es ella,
y cuando canto, es ella mi canción.

Cuando confío, es ella la confianza,
y cuando espero, es ella la esperanza,
y cuando vivo, es ella el corazón.

Francisco Luis Bernárdez












No hay comentarios: